Tantas derrotas para Trump, un hombre que sólo sabe ganar y tiene baja tolerancia a la frustración, puede crear condiciones adversas para la estabilidad de EU
Juan Pablo de Leo
Pocos pueden dudar sobre el desastroso inicio de administración que ha tenido Donald Trump. Si bien es cierto que existe una curva de aprendizaje para cada administración que llega a habitar la Casa Blanca, la figura de Trump como empresario invencible fue fundamental para el éxito del producto político que terminó por ser “Make America Great Again”. La promesa de un hombre experto en negociación y que ha logrado aumentar su fortuna de forma considerable, por más controversia que exista alrededor de su valor real, ha sido el eje sobre el que Trump y su equipo han creado las expectativas de su gobierno y los resultados del mismo.
Siempre ha existido un halo de incertidumbre y de morbo sobre todo lo que rodea a Donald Trump. Desde su vida como un socialité de Nueva York, como empresario inmobiliario, actor o figura pública en reality shows, todo ha sido en búsqueda de la construcción de un personaje que culminaría en el momento de poder y fama absoluta que vive ahora. Trump nunca tuvo la necesidad de explicar o transparentar sus acciones o negocios. El personaje mismo requería de esa sospecha para hacerlo atractivo para medios de comunicación, desde los especializados hasta la prensa del corazón. Con un solo plumazo u orden, Trump ha estado acostumbrado a una posición administrativa que si bien se encarga de todo y es la última voz de peso en las decisiones de su empresa, ahora estar al frente de la presidencia de los Estados Unidos ha demostrado ser territorio diferente al que estaba acostumbrado. Ahora se mueve entre una jungla peligrosa y desconocida que se llama Washington y en donde la política, por mas que le duela, manda.
›El aprendizaje ha sido lento, doloroso, repetitivo y constante. Lo que sigue siendo una incógnita es la afectación que este inicio tropezado pueda tener en su electorado.
Desde la campaña presidencial el año pasado, los medios de comunicación serios se enfocaron en los errores y excesos que se vivieron durante ésta. Sin embargo, poco o ningún efecto tuvo esa cobertura sobre el electorado que terminó decidiendo por Donald Trump, a pesar de todos los escándalos. La base de Trump es leal, cree en él y está dispuesta a darle una oportunidad ante la corrupción y burocracia que, según ellos, impera en Washington y sus élites políticas, a quienes han culpado de todos los males actuales de los Estados Unidos.
Más allá de los efectos electorales contrarios que pueda tener a mediano plazo, este mal inicio puede caer en la preocupación para muchos políticos en Washington por la credibilidad que el presidente pueda perder y que así le reste gobernabilidad a un país que necesita de estabilidad, luego de ocho años de recuperación. Las recientes derrotas de Trump en muchos ámbitos han encendido los focos rojos, incluso dentro del partido Republicano, que comienza a ver este matrimonio arreglado como una apuesta arriesgada que les puede cobrar la factura tan pronto como en las elecciones intermedias del próximo año.
Por el momento, Trump parecería gozar de la confianza de los empresarios, de Wall Street, de las mayoría republicana y del 40 por ciento de la población. Sin embargo todo eso podría terminar si la tendencia negativa del gobierno Trump no encuentra una forma rápida de darle la vuelta a la crisis que viven día con día desde la defensiva, comienzan a operar a la ofensiva con la agenda que pretenden empujar y que tanto han vendido al electorado norteamericano. El último descalabro, que ha sido el más duro en los dos cortos meses de presidencia, ha sido una llamada de atención para los inquilinos de la Casa Blanca que se encuentran sumidos en una lucha de poder interna que no permite el manejo correcto del gobierno federal, dañando severamente la imagen presidencial y las opciones con las que este cuenta para negociar y gobernar.
La semana anterior el partido Republicano dio una muestra de independencia a través del Freedom Caucus en la Camara de Representantes que se negó a votar por el proyecto de Reforma de Salud que estaba proponiendo Trump junto con el líder de la mayoría republicana, Paul Ryan. La incapacidad de ambos para negociar con su propio partido un paquete con el que prometieron reemplazar desde hace siete años, sólo habla de la prepotencia, inexperiencia y mal cálculo político que tuvo el combo de ambos para tratar el tema. Tanto Trump como los republicanos hicieron de Obamacare su plataforma de campaña. Prácticamente no existió evento electoral del candidato o partido en donde no se prometiera la revocación de la Reforma de Salud del expresidente Barack Obama y el reemplazo de la misma. Ni con el control absoluto del Congreso y Senado pudieron procesar una victoria temprana. Una derrota tremenda que habrán de asumir y que habrá de marcar la carrera de ambos y de la que no se sabe si se podrán recuperar. Así de contundente fue la derrota.
Pero lamentablemente para la causa de Trump, esa no ha sido la única derrota política en estos dos meses. Es quizá la más estridente y decisiva, pero no la única. En algún momento Trump prometió resolver los problemas de Estados Unidos él solo. Un planteamiento populista que tenía sentido en un electorado que vio en él a un empresario exitoso incapaz de fracasar. Esa figura supuestamente invencible se ha enfrentado rápidamente a diferentes niveles de gobierno que le han dejado claro que Estados Unidos no es una empresa y la administración pública no funciona como una entidad privada. Los pesos y contrapesos están ahí por algo. Y fueron precisamente las cortes las primeras en dejarle en claro eso. Dos órdenes ejecutivas fueron planteadas por Trump para evitar la entrada de ciudadanos provenientes de siete países de Medio Oriente y el sesgo discriminatorio de la ley fue rápidamente señalado por tribunales federales y cortes de apelaciones que no le permitieron seguir adelante. Hasta el momento el marcador es las cortes 2, Donald Trump cero. Otra derrota, pero ahora a nivel judicial.
En materia de política exterior, el inicio de Trump tampoco se ha librado de algunas derrotas provocadas por los diferentes encontronazos que el mandatario ha decidido emprender. México ha sido utilizado constantemente por la actual administración como el chivo expiatorio que sirve de bolsa de golpeo para satisfacer el ánimo de su electorado hambriento de un discurso confrontativo con nuestro país. Sin embargo, y a pesar de las amenazas, los triunfos de Trump en ese sentido también han sido inexistentes. La promesa de que México pagará por el muro fue rápidamente echada por la borda cuando el gobierno mexicano advirtió firmemente que no había forma de que eso sucediera. Y no sólo eso, en los últimos planteamientos presupuestales por parte de la Cámara estadunidense, se ha puesto sobre la mesa la suspensión temporal del financiamiento que podría haber estado destinado al muro. Es decir, no hay dinero ni en México ni en Estados Unidos para pagarlo. Por lo menos no en los próximos años, esa será también una derrota con la que Trump tenga que cargar.
En otros frentes las cosas no están más tranquilas. El candidato propuesto por Trump para ocupar el lugar que dejó vacante el juez Antonin Scalia hace varios meses, Neil Gorsuch, será bloqueado por los demócratas y representará otro descalabro en la lista de Trump. El líder de la minoría demócrata, Chuck Schummer, ya advirtió que los demócratas no sumarán votos para que Gorsuch alcance los 60 necesarios para llegar a la Suprema Corte. Un primer nominado que se convertirá en las próximas semanas, en una derrota más para Trump, que se ha negado a trabajar con los demócratas y ha decidído culparlos de interferir en sus primeros meses. Además de estar reprobado en los niveles de aprobación con números no vistos con ningún presidente previo, los fracasos se acumulan en general con la incapacidad que ha mostrado para hacerse de un equipo hábil con conocimiento de gobierno. Tantas derrotas en un hombre que gusta sólo de ganar y tiene baja tolerancia a la frustración puede crear condiciones adversas para la estabilidad de Estados Unidos. Para los demócratas no ha sido una tarea difícil, entre Trump, su equipo y los republicanos se están encargado de autosabotear su propia agenda. Conforme sean incapaces de atender y atenuar las crisis, las dudas de diferentes sectores sobre el gobierno se consolidaran y esas no son buenas noticias ni para esta administración ni para Estados Unidos.
Amenaza. Antes de la votación en el Capitolio relativa a la reforma de salud de Trump, el presidente amagó a los legisladores republicanos: aprueben la revocatoria del Obamacare o de lo contrario serán expulsados en elecciones primarias, previstas para 2018.