El aumento de insulina después de comer no es malo

17 de Noviembre de 2024

El aumento de insulina después de comer no es malo

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Foto: Canva

Después de ingerir alimentos, es normal y necesario que se eleven los niveles de esta hormona en la sangre, y predicen una buena salud a largo plazo

Las fiestas y vacaciones de fin de año suelen traer consigo una cantidad de comida, y en especial de alimentos dulces, mayor de la que ingerimos en otras temporadas. Con ello, no faltan las preocupaciones de las personas que están haciendo dieta o de quienes no la hacen pero creen que deberían hacerlo.

Uno de los grupos de personas que más se preocupan en estas épocas son los que cuidan sus niveles de insulina, en ocasiones por recomendación médica, el cual, dado que esta hormona es la principal encargada del metabolismo del azúcar, suele subir después de las comidas.

Sin embargo, un equipo de investigación del complejo Sinai Health desmintió la idea de que el aumento de los niveles de insulina después de la ingesta de alimentos sea algo malo.

“A veces veo pacientes en la clínica que han adoptado esa noción, tal vez a través de Internet o de lo que están leyendo, de que no pueden hacer que su nivel de insulina suba demasiado”, dijo en un comunicado de prensa Ravi Retnakaran, quien dirigió el estudio que se publicó en la revista eClinicalMedicine, publicada por el grupo The Lancet.

Esto se debe a que hay quienes han difundido la idea de que el aumento de insulina, especialmente después de comer carbohidratos, promueve el aumento de peso y contribuye a que se genere la llamada resistencia a la insulina (una condición en que las células del cuerpo no responden bien a la insulina), a cual aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2.

La idea, aunque tiene ciertos fundamentos fisiológicos, es simplista y se basa en experimentos a corto plazo y mediciones defectuosas o poco precisas de la glucosa en la sangre.

El estudio de Retnakaran y sus colegas, se hizo a largo plazo y con mediciones precisas de la glucosa antes de la ingesta de alimentos, y lo que encontró es que “(u)na respuesta secretora de insulina sólida después de la exposición (a los alimentos) no sólo no indica una salud cardiometabólica adversa, sino que predice una función metabólica favorable para los años venideros”. Lo que no significa que siempre haya que comer dulces en exceso.

Niveles más altos de respuesta de insulina corregida se relacionaron con una mejor función de las células beta y niveles más bajos de glucosa, sin correlacionarse con el IMC, el tamaño de la cintura, los lípidos, la inflamación o la sensibilidad o resistencia a la insulina. Lo más importante es que las mujeres que tenían el CIR más alto tenían una significativa, quien también es endocrinólogo del Centro Leadership Sinai para la Diabetes del Hospital Mount Sinai, donde ocupa la Cátedra Boehringer Ingelheim en Preservación, función y regeneración de las células beta. También es profesor en la Facultad de Medicina Temerty de la Universidad de Toronto.

Al contrario, podría ser un indicador de buena salud en el futuro.

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Dirigido por el Dr., científico clínico del Instituto de Investigación Lunenfeld-Tanenbaum, parte de Sinai Health, el estudio se propuso explorar cómo los niveles de insulina después de las comidas afectan la salud cardiometabólica. Si bien investigaciones anteriores han arrojado resultados contradictorios, sugiriendo efectos tanto dañinos como beneficiosos, este nuevo estudio tenía como objetivo proporcionar una imagen más clara durante un período de tiempo prolongado.

Normalmente, los niveles de insulina aumentan después de comer para ayudar a controlar el azúcar en sangre. Sin embargo, la preocupación es si un aumento rápido de la insulina después de una comida podría significar mala salud.

La ciencia simplemente no es lo suficientemente concluyente como para respaldar esta idea. La mayoría de los estudios sobre este tema se realizaron durante un corto período de tiempo o se basaron en mediciones de insulina aisladas que son inadecuadas y pueden ser engañosas, dijo el Dr. Retnakaran.

Su equipo buscó abordar este problema observando las implicaciones cardiometabólicas de la respuesta de la insulina a largo plazo y de una manera que tenga en cuenta los niveles iniciales de azúcar en sangre. Este último punto es clave porque cada persona tiene una respuesta individual de insulina que varía dependiendo de la cantidad de azúcar que haya en la sangre.

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El estudio siguió a las nuevas madres porque la resistencia a la insulina que se produce durante el embarazo permite determinar su riesgo futuro de diabetes tipo 2. Se reclutó a 306 participantes durante el embarazo, entre 2003 y 2014, y se les realizaron pruebas cardiometabólicas integrales, incluidas pruebas de provocación de glucosa, uno, tres y cinco años después del parto. La prueba de provocación de glucosa mide los niveles de glucosa e insulina en distintos momentos después de que una persona ha tomado una bebida azucarada que contiene 75 gramos de glucosa y después de un período de ayuno.

Si bien se usa comúnmente en la práctica médica, la interpretación de los niveles de insulina de la prueba puede ser engañosa si no se tiene en cuenta el nivel inicial de azúcar en la sangre. “No se trata sólo de los niveles de insulina; se trata de comprenderlos en relación con la glucosa”, dijo el Dr. Retnakaran, señalando que aquí es donde muchas interpretaciones pasadas se quedaron cortas. Una mejor medición es la respuesta a la insulina corregida (CIR, por sus siglas en inglés) que toma en cuenta los niveles basales de glucosa en sangre y que poco a poco está ganando importancia en el campo, afirmó.

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El estudio reveló algunas tendencias sorprendentes. A medida que aumentó la respuesta de insulina corregida, hubo un empeoramiento notable en la circunferencia de la cintura, los niveles de HDL (colesterol bueno), la inflamación y la resistencia a la insulina, si no se consideran los factores acompañantes. Sin embargo, estas tendencias aparentemente negativas estuvieron acompañadas de una mejor función de las células beta. Las células beta producen insulina y su capacidad para hacerlo está estrechamente asociada con el riesgo de diabetes: cuanto mejor funcionen las células beta, menor será el riesgo.

“Nuestros hallazgos no respaldan el modelo de obesidad de carbohidratos e insulina”, dijo el Dr. Retnakaran. “Observamos que una respuesta secretora de insulina sólida después de la exposición, una vez ajustada a los niveles de glucosa, sólo se asocia con efectos metabólicos beneficiosos”.

Hay médicos que suscriben esta noción de que los niveles más altos de insulina son algo malo y, a veces, recomiendan a los pacientes que limiten sus fluctuaciones de insulina después de la comida. Pero no es tan simple

UN VILLANO, SEGÚN UNA NUEVA INVESTIGACIÓN https://www.eurekalert.org/news-releases/1010978

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