El atentado del que nadie se enteró
›La noticia sobre el intento de atacar el aeropuerto regional de Asheville, en Carolina del Norte, no se volvió viral y Trump no tuiteó al respecto, porque la bomba no fue colocada por un inmigrante, un musulmán o un mexicano. Fue colocada por un hombre blanco, Michael Christopher Estes.
Es extraño cómo algunas cosas se popularizan y vuelven virales y otras no. En estos días, nada hace que una historia explote como la fijación del presidente con ella. Es por eso que es tan peculiar que lo que parece un intento de atentado terrorista fuera frustrado en el último minuto sin que Donald Trump le dedicara ni un poco de atención. Ni un tuit, ni apodos para los presuntos terroristas. Nada. Verás por qué en un minuto. El pasado viernes por la mañana, a las 12:39 am., las cámaras de seguridad del Aeropuerto Regional de Asheville, en Carolina del Norte, captaron a un hombre vestido de negro y con una gorra entrando a pie por las puertas delanteras, mientras cargaba una bolsa.
Basado en una revisión del video, el individuo caminó cerca de la entrada hasta la terminal, se perdió de vista por un momento y luego se vio alejándose del área sin la bolsa”, según la denuncia penal.
Siguiendo los protocolos de la Administración de Seguridad del Transporte (TSA, por sus siglas en inglés), la seguridad del aeropuerto permitió a un perro rastreador oler la bolsa de explosivos y el animal indicó al equipo la presencia de materiales peligrosos dentro de ella. La explanada fue cerrada, así como la calle que conduce al aeropuerto, y los oficiales del aeropuerto regional de Asheville se encontraron en una peligrosa situación de emergencia. Lo que finalmente encontraron los investigadores en la bolsa fueron explosivos, nitrato de amonio y combustible, que, según la denuncia penal, se usaron “en una serie de incidentes relacionados con el terrorismo en todo el mundo. Cuando la mezcla entra en contacto con una llama u otra fuente de ignición, explota violentamente. Clavos o pedazos de metal son a menudo elementos agregados al dispositivo para aumentar la devastación causada por la explosión”. De hecho, se encontraron clavos afilados y balas en este dispositivo explosivo improvisado. Quienquiera que lo haya construido diseñó la bomba para causar horribles daños corporales. Antes de desarmarla, las autoridades descubrieron que la alarma adherida estaba programada para activarse a las 6:00 a.m. de esa misma mañana, justo cuando se preveía la llegada de un nuevo grupo de viajeros al aeropuerto. El hombre que la colocó admitió abiertamente a las autoridades que estaba “preparándose para pelear una guerra en suelo estadunidense” y que esta bomba era sólo una parte de esa guerra.
Poca fanfarria
Apuesto a que nunca te enteraste de esto. Yo sigo de cerca este tipo de incidentes y no tenía idea. Alguien que me sigue en línea y que vivió en Asheville me mostró la historia esta mañana, sorprendida de que no hubiera recibido atención, más allá de algunas menciones en el periódico local y algunas notas aisladas en pocos medios nacionales. Tan pronto como hice clic en el artículo, todo tuvo sentido. Mucho. La historia no se volvió viral y Trump no tuiteó al respecto porque la bomba no fue colocada por un inmigrante, un musulmán o un mexicano. Fue colocada por un buen hombre blanco, Michael Christopher Estes. A diferencia del tirador de Las Vegas, Stephen Paddock, cuyo motivo aún es difícil de discernir, Estes quería ser muy claro en que su objetivo final era acelerar una guerra en territorio estadunidense. Lo siento si parece que has escuchado esta historia antes, estoy tan cansado de escribirla como tú de leerla, pero sabes bien que, si Estes fuera un joven musulmán, si alguna vez hubiera visitado una mezquita en los últimos 25 años, Trump estaría tuiteando sobre él en este mismo momento, reiterando cuán importante es la prohibición de la entrada al país a los musulmanes para la seguridad estadunidense. La fotografía de un atacante musulmán se convertiría en un meme a través de los medios conservadores. Los principales medios estadunidenses cubrirían la valentía heroica de aquellos que frustraron el complot terrorista. Todos veríamos las imágenes del agresor siendo escoltado desde una patrulla hasta la cárcel y desde la cárcel a la sala del tribunal. La gente hablaría y tuitearía sobre su familia y amigos y sus redes, preguntándose dónde se radicalizó y si alguien más se siente igual que él. ¿En este caso? Silencio. No escuchamos nada porque el hombre que plantó un artefacto explosivo improvisado, como los que se utilizaron para asesinar y mutilar a personas de todo el mundo, es blanco. Su culpabilidad comienza y se detiene con ello. Sus acciones no son una acusación hacia toda su fe, su perspectiva política ni su raza. Los blancos no son, gracias a Estes, repentinamente etiquetados como terroristas o vistos como una amenaza para la seguridad de los estadunidenses de la forma en que seguramente sucedería si hubiera sido alguien que no fuera un hombre blanco. No es que yo esté pidiendo que todas las cosas que ocurren a los musulmanes y los inmigrantes todos los días también le ocurran a Estes y a los blancos de todo el país. Estoy diciendo que el doble estándar fundamentalmente intolerante por el que se mide a prácticamente todos, excepto Michael Christopher Estes y otros hombres blancos, tiene que terminar. Amenaza. Michael C. Estes admitió abiertamente que estaba “preparándose para pelear una guerra en suelo estadunidense”. Consignado. El caso de Michael Christopher Estes fue turnado a una corte de Carolina del Norte.