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El 4 de febrero pasado, los ojos de Estados Unidos estuvieron fijos en el flamante estadio Mercedes-Benz de Atlanta, sede del Super Bowl LIII.
Jugadores y espectadores fueron sorprendidos con el magnífico techo retráctil y la enorme pantalla digital circular. Pero algo que no está fuera de su alcance es una innovación de otro tipo: una cláusula legal escondida que privatizará las ganancias futuras de un estadio construido con fondos públicos.
¿Cómo se llegó a esta situación?
La retorcida historia de la construcción de los estadios para los deportes profesionales con fondos de los contribuyentes en Estados Unidos genera cierto tipo de interés no muy apreciado, lo que ha obligado a los dueños de los equipos y a los alcaldes de la ciudades a tener más cuidado con la forma en la que hacen pública la cantidad de millones que reciben por parte de las ciudades con la idea de generar desarrollo económico.
›Diversos estudios comprueban que las promesas de “desarrollo económico” en torno a los estadios raramente se materializan. Los ingresos por impuestos no aumentan a pesar de la enorme inversión pública y la presencia de un estadio de hecho daña el ingreso per cápita. En el mejor de los casos, los dólares que entran por medio de restaurantes y entretenimiento generalmente provienen de otras partes de la ciudad.
Sin embargo, ante la amenaza de que la franquicia de Atlanta se cambiara hacia los suburbios e incluso a Los Ángeles, tanto el alcalde Kasim Reed y el dueño de la franquicia, Arthur Blank, consiguieron que se destinaran 250 millones de dólares del fondo de los contribuyentes para que el equipo se quedara en la ciudad.
Cuotas millonarias en Georgia
Los miles de millones en ganancias que generen los Falcons por ventas de boletos y publicidad no alcanzan para cubrir la mala inversión de la ciudad. La franquicia de la NFL no pagará ni renta ni impuestos de propiedad.
Todos los riesgos y costos del estadio los absorberá la ciudadanía, y las ganancias serán privatizadas. Este es un patrón frecuente en la colusión entre los funcionarios de gobierno y los desarrolladores. El gerente general de los Falcons, a quien después nombraron como director general (CEO) Rick McKay, consiguió un nuevo estadio en Tampa, Florida, con fondos públicos y después dirigió su atención hacia Atlanta.
Cuando se hizo el anuncio original, se decía que el estadio iba a costar a la ciudad 200 millones de dólares, y que los gastos adicionales los cubrirían los Falcons y el dueño del equipo, Arthur Blank.
Nadie podría despreciar la fortuna de de Blank de cuatro mil 600 millones de dólares que obtuvo como cofundador de la empresa minorista de mejoramiento del hogar The Home Depot, pero lo que sí se podría esperar es que financiara su propio proyecto en lugar de desplumar a los georgianos comunes y corrientes que ya de por sí se las ven negras.
30 mdd aportó Atlanta en cuanto a la contribución de impuestos para la construcción del estadio Mercedes-Benz.
Los que propusieron el convenio aseguraban que los residentes de Atlanta no pagarían la factura, porque los fondos públicos saldrían del impuesto hotelero que pagan principalmente los visitantes. En la letra chiquita del acuerdo del estadio; sin embargo, aparece una sutil cláusula que niega el costo máximo: todos los fondos futuros provenientes del impuesto hotelero serían destinados a un acuerdo de repartición de ganancias que beneficiaría al estadio, al equipo, y a su dueño. El valor en el mantenimiento y las mejoras del estadio serían cubiertos a perpetuidad por el fondo de los contribuyentes.
Así es que la ciudad de Atlanta destinó 250 millones de dólares de los contribuyentes a una propiedad privada y exclusiva que vende boletos de 500 dólares por asiento. Blank recibirá todas las ganancia de los boletos y de las concesionarias a pesar de que la clasificación nominal del estadio es de un escenario público.
Un puente muy alejado de 27 millones
Además de poner su parte para el estadio, Atlanta apoquinó 30 millones de dólares en la condonación de impuestos para la construcción, 24 millones en valor del terreno, y una suma aún no determinada para construir un puente en forma de serpiente por encima de los cuatro carriles de Northside Drive.
136 es el sitio de Blank en la lista de las 400 personas más ricas del mundo, según Forbes.
El presupuesto del puente se disparó desde 12.8 millones de dólares aprobados por el Concejo de la ciudad de Atlanta a 23.3 millones, incluyendo más de seis millones de dólares para un sistema de iluminación LED.
A principios de enero, una serie de reportajes locales reveló que los bonos y los impuestos por las ventas que se iban a utilizar para pagar proyectos de infraestructura de la ciudad, desde banquetas y mantenimiento de caminos y sitios de interés de los derechos civiles que se encuentran derruidos, se utilizaron para subsidiar la construcción del puente. Los habitantes de Atlanta aceptaron hacer un pago adicional por vivir en su propia ciudad, y los políticos redireccionaron el dinero y las nobles intenciones a un proyecto personal sin un objetivo claro.
[caption id="attachment_956113" align="alignnone” width="800"] Magnate del deporte. Blank llevó el futbol
soccer profesional a Atlanta con su equipo Atlanta United FC, que comenzó a jugar en marzo de 2017.
Fotos: Cortesía CPL y Google Earth[/caption]
Un comunicado de prensa de la oficina del alcalde aseguraba, de forma ridícula, que el proyecto del puente no se había hecho para los aficionados del futbol ni para las televisoras, sino como un servicio para los barrios de bajos recursos del lado poniente de la ciudad.
Predecía que el puente salvaría vidas en la calle. Pero el estadio Mercedes-Benz, al igual que el Georgia Dome, el Centro Mundial de Congresos, y otras construcciones planificadas que se realizaron con anterioridad sólo han provocado que el lado poniente quede más aislado del centro y que se afecte el tráfico y lo que alguna vez fue una buena línea de tranvías. El puente se diseñó para hacer juego con los ángulos del estadio, no para tomar en cuenta la personalidad de los barrios que lo rodean, y esto pone aún más de relieve la falta de ingenio del alcalde.
Para empeorar más las cosas, incluso el “público en general” que puede comprar un boleto de mil dólares para la gran final no (pudo) utilizar el puente peatonal del día del Super Bowl.
Haciendo referencia a medidas de seguridad, el estadio Mercedes-Benz anunció días antes del juego que el acceso para el puente de la “comunidad” estaría restringido al staff y a periodistas acreditados por los servicios de seguridad.
Los habitantes de Atlanta se las tienen que arreglar en la calle, arriesgando las vidas que, de acuerdo con el alcalde Reed, el proyecto del puente serviría para protegerlas.
Lo que se sirvieron con la cuchara grande
Cuando las inversiones de la comunidad las decide una minoría de poder distante y no la gente que vive y trabaja allí, se pueden esperar planes de desarrollo que no entiendan las necesidades locales y que, más bien, beneficien a los compinches de los poderosos. El gigantesco estadio de Atlanta y el camino serpenteante para los pocos elegidos, con todo y sus luces LED, es un ejemplo muy claro de esto.
* Este artículo se publicó originalmente en FEE.ORG y se tradujo del inglés por Graciela González. El texto original se puede consultar en: https://fee.org/articles/arthur-blanks-sweetheart-deal-taxpayers-own-mercedes-benz-stadium-but-he-keeps-the-revenue/