Una dieta normal está compuesta por una ingesta de 50 a 60% de carbohidratos que integran las calorías totales, pero en la dieta keto, pasan de cinco a 10% (incluso se recurre al ayuno intermitente). Al limitar al cuerpo a tan pocos gramos por día, éste comienza a depender de las reservas de grasa y tu peso baja de manera radical, mientras que el cerebro sustituye la glucosa por cuerpos cetónicos que saca a las grasas como fuente de energía.
Los humanos hemos desarrollado un sistema de producción de energía de repuesto para cuando la glucosa, nuestra principal fuente de combustible, se agota. Por ejemplo, muchas veces al dormir demasiadas horas o pasar mucho tiempo sin comer, en nuestro aliento se percibe al despertar un olor a manzana que en realidad corresponde a la acetona, producto del metabolismo de la cetosis y que es normal en algunos casos.
El propósito de las dietas keto o cetogénicas es cambiar el cuerpo a esta vía metabólica alternativa no sólo de noche o en ayuno, sino durante todo el día. Estos cuerpos cetónicos ayudan a mejorar tus niveles de colesterol y triglicéridos, además de disminuir el hambre y saciarte por mucho más tiempo ya que comes grasas y proteína.
Sin embargo, este tipo de dietas no es para todos y no es recomendable hacerla a la ligera, en especial por la agresividad del cambio tan radical en tu cuerpo y la dificultad de mantener buenos hábitos a través de ella.
Otra desventaja con este tipo de dieta es el bajo aporte de vitaminas, minerales y fibra provenientes de las frutas y verduras, las cuales se restringen mucho para lograr la cetosis.
Si quieres intentar este tipo de régimen, te sugerimos acudir con un especialista para que valore si eres candidata o no a un periodo de cetosis y te controle la dieta ya que no es bueno que te pases de las semanas recomendadas.