Día de Muertos, reflejos de los muchos Méxicos que existen

14 de Abril de 2025

Día de Muertos, reflejos de los muchos Méxicos que existen

Aunque se ha querido dar una descripción única del Día de Muertos, este festejo no es ni un ritual católico, se trata de algo más

Día de muertos ofrenda
Foto: Cuartoscuro / Daniel Augusto

El profesor Héctor Rosales fue el primero en colocar una ofrenda en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM; eso fue a finales de los 80.

Mientras adornaba una mesa alargada con calaveras de azúcar, papel picado y cempasúchiles, una trabajadora le preguntó, ¿y esto lo hace usted por cultura o costumbre?

No supe responder, pero me hizo reflexionar sobre Día de Muertos y cómo lo hemos ido construyendo, sobre cómo refleja a los muchos Méxicos que existen”, Héctor Rosales

A decir del sociólogo, basta comparar cómo se festeja esta fecha en la Huasteca con el Xantolo y sus máscaras; en la zona maya con sus mucbipollos (tamales estilo pib que emulan un entierro con todo y huesos).

En Michoacán, con sus veladoras capaces de iluminar una isla de noche, para darnos una idea de cómo en esta celebración confluyen las formas más diversas de entender la muerte y, por ende, la vida.

¿Estamos ante una versión local del rito católico de Todos los Santos o frente a un ritual prehispánico?”, de cierto hemos oído ambas versiones y, como en casi cualquier cosa, expone Rosales, la respuesta no está en los extremos sino por ahí, en el medio.

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Cuando intervienen las instituciones las diferencias se aplanan, y no es que yo esté a favor de la pureza de las tradiciones o de que permanezcan inamovibles, pero tampoco lo estoy de las pretensiones de uniformidad”, expuso.

Y es que para el investigador del CRIM, aunque tiene ecos del pasado, Día de Muertos es también un espejo del presente, pues visibiliza aquello que hoy nos preocupa y duele.

Pongamos como ejemplo lo sucedido en 1968 —la observación es de Claudio Lomnitz—, cuando tras la matanza de estudiantes por parte del ejército, los agraviados hicieron del 2 de noviembre (un mes exacto después) un acto de protesta inmediato”.

Tras años de reflexionar sobre el tema, Héctor Rosales tiene una hipótesis: Día de Muertos se ha mantenido como una de las celebraciones más importantes en el país; porque provee a los mexicanos de una serie de asideros culturales que nos permiten navegar por escenarios.

Sobre aquella pregunta inicial, la de si pongo ofrendas por cultura o costumbre, una vez más la respuesta está por ahí, como a la mitad, pues Día de Muertos es, como dicen los indígenas, ‘un costumbre’, Héctor Rosales

No es que esté triste, carajo, es que me acuerdo

Guadalupe Medina, además de profesora en la Facultad de Psicología de la UNAM, es tanatóloga, y su profesión la ha llevado a compartir los últimos momentos de muchos pacientes terminales.

Incluso tratándose de personas sin nada en común su último deseo siempre es el mismo: regresar a casa, ser tomados de la mano y no ser dejados en ningún momento solos”.

Y hasta ahí se atreve a contar, pues de lo que viene al terminar la vida no sabemos nada. “De lo que sí podemos y debemos hablar es de qué sucede con quienes se quedan aquí, con los deudos, quienes tras la partida física de un ser querido se ven invadidos por un dolor intenso”.

A fin lidiar con el sufrimiento hemos inventado una serie de rituales, como el velorio o el sepelio, cuya finalidad —más que pedir por el descanso eterno del finado— es acompañar a los dolientes en sus horas más oscuras, en aquellas que si son encaradas en soledad pueden llevar al aislamiento o a una depresión severa, y eso es algo a evitar, subraya la universitaria.

Para la experta en piscología clínica, Día de Muertos se inscribe en este rubro de rituales sanadores porque, como señala, “no nos engañemos, el 2 de noviembre es más para nosotros que para ellos”.

Y es que, a decir de la académica, colocar en un altar la comida y bebida preferidas de nuestra persona querida es una manera de recordarla en sus mejores momentos, y aunque ello provoque tristeza suele ser una de ésas que invita a sonreír.

Cada ofrenda es una oportunidad de cumplirle esa última voluntad a nuestros difuntos, pues dedicarles altares es nuestra forma de traerlos a casa, de tomarlos —simbólicamente— de la mano y de hacerles saber que no están solos porque los recordamos. Hacer todo eso nos ayuda a procesar las pérdidas y también a ir asimilando que, pese a todo, la vida sigue”.

AM3

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