Deuda impagable

19 de Noviembre de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Deuda impagable

enrique del val

Una de las consecuencias de la reunión sobre el cambio climático de finales del año pasado, denominada COP28, es la urgente necesidad de obtener recursos económicos frescos. Entre otras cosas, se plantea abandonar los combustibles fósiles y realizar cambios en las políticas económicas de muchos países. Sin embargo, nos encontramos con una piedra en el zapato: el peso de la deuda de muchos de ellos.

En un estudio reciente de uno de los órganos principales de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), llamado A World of Debt, se expone claramente la situación crítica de muchas naciones para hacer frente a las inversiones necesarias para limitar el calentamiento global.

Según un grupo independiente de alto nivel de expertos mencionado en el estudio, se requiere un trillón de dólares anualmente en los llamados países emergentes y economías en desarrollo (EMDE, por sus siglas en inglés), sin considerar a China, para cumplir con los compromisos de París y los objetivos de desarrollo en 2030.

El documento también menciona un proyecto denominado en español “El Alivio de la Deuda para una Recuperación Inclusiva” (DGGR), respaldado por varias instituciones de Estados Unidos, Francia, Alemania e Inglaterra.

Después de una rigurosa investigación, este proyecto presenta varias propuestas para lograr una solución al problema de la deuda y garantizar una transición justa hacia una economía basada en la reducción de CO2.

Los datos indican que la deuda externa y el servicio de la misma de los países EMDE se han duplicado desde 2008.

Su deuda soberana ha aumentado un 177%, pasando de 1.3 trillones a 3.6 trillones para 61 países clasificados como en alto riesgo de no poder pagar su deuda, quienes necesitan 812 mil millones de dólares para reestructurarla, lo cual se ve imposible.

El secretario general de la ONU, António Guterres, planteó en la Asamblea General que “la arquitectura del financiamiento global es el corazón del problema y no se necesita una evolución simple, es necesaria una radical. Es tiempo de un nuevo Bretton Woods”.

La especialista en el tema, Anne O. Krueger, quien ha sido funcionaria del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), mencionó en un reciente comentario para Project Syndicate que 56% de los países de bajos ingresos y el 25% de los mercados emergentes sufren considerablemente por su deuda externa. Y, como buena alumna de sus anteriores empleadores, señaló que las ayudas deben estar condicionadas a reformas sustanciales, sin considerar que muchos países se encuentran imposibilitados para cumplir con condiciones, como demostró la iniciativa lanzada por el BM y el FMI en 1996, cuando, a pesar de que hubo reducciones en la deuda, no se llevaron a cabo las reformas que se comprometieron a hacer.

La situación llega a un punto en el que muchos países no pueden pagar su deuda, y los condicionamientos de los organismos transnacionales son igualmente inalcanzables. Las condiciones son críticas donde no sólo faltan recursos económicos para pagar, sino también para proveer salud y educación a sus poblaciones, lo que provoca una creciente pobreza.

Estas deudas no son sólo con países capitalistas; China también juega un papel importante, negándose a ayudar a naciones como Sri Lanka y Zambia, exigiendo el pago total de la deuda con intereses.

Si los organismos transnacionales y las grandes potencias no comprenden que es necesario compartir el problema, la espiral de países endeudados crecerá, poniendo en peligro la gobernanza interna y, en última instancia, afectando a los acreedores, países desarrollados, bancos, etcétera, arriesgando incluso la supervivencia del sistema capitalista tal como lo conocemos.

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