Una de las características del sismo en Acapulco atrajo las miradas de la comunidad científica. Sobre la mesa está la hipótesis de que el fenómeno se originó en la Brecha Sísmica de Guerrero, una región que no ha tenido actividad intensa en más de cien años.
El sismo en Guerrero —que fue perceptible en Ciudad de México, Morelos, Estado de México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, Querétaro, Jalisco y Michoacán, e incluso hasta en San Luis Potosí— tuvo una magnitud de 7.1 grados Richter y se localizó 11 kilómetros al sureste de Acapulco. Analizando las réplicas, personas expertas en la materia indican que posiblemente el fenómeno se originó en la Brecha de Guerrero.
Entre 1899 y 1911, ocurrieron cuatro sismos importantes en la Brecha de Guerrero, cuyas magnitudes oscilaron entre 7.5 y 7.8 grados. Sin embargo, han pasado 108 años desde el último sismo en este lugar, “por lo que se considera un sitio con alta probabilidad de ocurrencia para un sismo con magnitudes similares a las mencionadas”, afirmó el reporte especial del Servicio Sismológico Nacional (SSN).
Guerrero es un estado con elevada sismicidad, esto se debe a que convergen dos placas tectónicas: la de Norteamérica (placa continental) y la de Cocos (placa oceánica); los sismos se producen cuando la segunda entra bajo la primera, lo que recibe el término de subducción.
El Instituto de Investigaciones Geológicas y Atmosféricas A.C afirmó que “con el sismo de ayer se liberó la energía equivalente a 18 millones de toneladas de TNT (explosivos). Sin embargo, la parte occidental de la brecha aún mantiene el potencial de grandes eventos”.
Pese a las coincidencias entre el Instituto y el SSN sobre el papel que la Brecha de Guerrero posiblemente tuvo en el sismo de anoche, no hay consenso científico sobre la teoría de las brechas sísmicas.
De acuerdo con una investigación de Allen Husker, del Instituto de Geofísica y Luca Ferrari, del Centro de Geociencias en Juriquilla, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), existen indicios de una capa impermeable de roca ígnea en el manto terrestre ubicado bajo la brecha de Guerrero, lo que atrapa fluidos en la zona de interacción de las dos placas, lo que evita la acumulación de energía suficiente para detonar sismos de grandes magnitudes y en su lugar sólo tienen lugar sismos lentos que no ocasionan sacudidas fuertes, sino movimientos graduales.
Aunque la hipótesis está sobre la mesa, la comunidad científica sostiene que aún no existe tecnología para predecir cuándo ocurrirá un sismo o qué magnitud tendrá, por lo que es importante estar siempre alertas y “tomar las medidas adecuadas para mitigar su impacto en la población”, dijo el SSN.
¿Por qué nos salvamos del sismo?
Por su magnitud de 7.1 grados, el sismo de este martes 7 de septiembre podría haber provocado daños graves a su paso por nueve estados del país, algo similar a 2017, pero dos elementos hicieron la diferencia: el lugar y la profundidad en que se generó. Ambos factores impidieron que desplegara una gran energía.
Especialistas explicaron a ejecentral que el sismo no ocurrió en la zona de subducción donde se ubican las placas Oceánica de Cocos y del Bloque de Xolapa (parte de la Placa Norteamericana); sino que la zona de ruptura ocurrió en esta última, por lo que la liberación de energía no fue muy extensa.
Se trató de un sismo de tipo “interplaca” (dentro del cuerpo de una misma placa), y la profundidad fue superficial, de menos de 20 kilómetros, identificándose como un sismo somero.