En estas temporadas, entre el frío y los festejos, es común que comamos de más, en especial alimentos ricos en calorías (grasas y azúcares); también es muy probable que, en las semanas que siguen, a algunos de nosotros nos resulte más difícil detenernos y cambiar a una dieta más sana. Este impedimento tiene una determinación genética importante, parte de la cual fue desentrañada recientemente.
Desde hace unos años se detectó que un gen llamado CRTC1 (un nombre cuya explicación no se intentará aquí, pues sólo su letra C requiere que también se hable de la proteína CREB; cuya C, a su vez, implica al factor cAMP) está asociado con el control de la obesidad en humanos y ratones.
En principio parece sencillo: cuando el gen CRTC1 se elimina en ratones, estos desarrollan obesidad; sin embargo, no se conoce el mecanismo por el cual este gen suprime la obesidad, ni cómo eso se relaciona con el control del apetito y el metabolismo.
PUEDES LEER: Los bulldog ingleses, una tragedia genética
Un equipo de investigación dirigido por Shigenobu Matsumura hizo una serie de experimentos que revelan que la acción de CRTC1 se relaciona con la de otro gen relacionado con la obesidad, el MC4R, que es un regulador crítico tanto del apetito y como del gasto de energía en roedores y humanos.
Entre las distintas combinaciones que se probaron de estos genes y de su expresión en ratones, el equipo de la Universidad de Osaka encontró una que “se desata” con la dietas altas calorías y que volvió a los ratones significativamente menos capaces de procesar azúcares y grasas y más hambrientos, lo que los condujo a desarrollar obesidad y diabetes, incluso con dietas “sanas”.
Más allá de que eventualmente se desenmarañen los complejos detalles genómicos relacionados con la obesidad, experimentos como estos muestran que este problema depende de muchas más cosas que de la “fuerza voluntad” o de “apegarse a una dieta”.
SIGUE LEYENDO |
Nobel de Medicina a Svante Pääbo, experto en genética evolutiva