Cuenta la leyenda que un día el arcángel Miguel, jefe de las milicias celestiales, se apareció en una visión a san Auberto de Avranche y le pidió que fundara un oratorio en la cima del monte Tumbe en el estuario del río Couesnon, en Francia.
Esto fue por ahí del año 708 de nuestra era. Auberto no hizo caso a esta indicación, por lo que el arcángel regresó. En esta ocasión San Auberto pensó que era el demonio. El arcángel Miguel, quizá desesperado por la necedad del santo varón, regresó una tercera vez y tocó su frente, dejando un agujero en el cráneo. Auberto, convencido por las buenas, fundó una iglesia.
Dos siglos después, en el año 966, el duque de Normandía encomendó a los monjes benedictinos establecer una comunidad en el monte. En los siguientes siglos construyeron una abadía que dejó a todo mundo sin aliento.
Mont Saint-Michel se encuentra en medio de una bahía, rodeado por mareas que, algunos días por algunas horas, llegan a aislarlo de tierra firme.
Envuelto en misterio y esplendor histórico, este pueblo de la región francesa de Normandía fue construido sobre una isla rocosa, en la desembocadura del río Couesnon, y es considerado un ícono arquitectónico gótico.
Eso lo hace doblemente impresionante. Como dato curioso, destaca que en el Reino Unido hay una abadía dedicada a San Miguel, que también está construida en la cima de una isla.
En la Edad Media, Mont Saint-Michel fue, junto a Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, un importante centro de peregrinación. Actualmente es un lugar turístico que llega a recibir a cerca de tres millones de personas al año (es el segundo lugar más visitado de Francia).
Durante la Revolución Francesa se nacionalizaron los bienes de la Iglesia y la comunidad benedictina fue expulsada, convirtiendo a Saint-Michel en cárcel (fue conocida como la Bastilla de los mares). En 1874 fue declarado Monumento histórico de Francia y desde entonces emprendió un largo proceso de restauración. En 1897 se colocó en el techo de la abadía una estatua del arcángel Miguel derrotando al dragón del Apocalipsis. En 2016 la estatua fue restaurada y pintada de oro.
Para llegar a Saint-Michel el trayecto más común es desde París. Son aproximadamente cuatro horas en tren, saliendo de la estación Montparnasse y llegando a Pontorson. Desde este pueblito hay autobuses que llevan a la abadía.
Te decimos los lugares que no puedes perderte en esta maravillosa localidad.
Grand Rue
Tras cruzar la Porte du Boulevard verás un puente levadizo llamado Porte du Roy. Aquí comienza la Grande Rue que sube a la abadía cruzando el pueblo.
A partir de aquí también se puede acceder a las murallas que rodean Saint-Michel. Una vez ahí, darás un salto de mil años al pasado.
El ascenso a la abadía se realiza a través de estrechas calles con casas medievales de granito y techos de pizarra. Aunque la mayor parte de éstas se acondicionaron para servir como tiendas de souvenirs y restaurantes, las casitas y el camino no dejan de tener su propio encanto.
Abadía
La abadía es un bellísimo edificio de estilo románico que se eleva entre el cielo y el mar. Su construcción data del siglo XI y en los posteriores tuvo cambios y restauraciones.
Para llegar a ellase cruza por distintas áreas, como la Sala de l’Aquilon, que era un dormitorio comunitario que recibía a los peregrinos.
Otra área corresponde al majestuoso recinto de bóvedas utilizado
por los monjes como lugar de trabajo, el refectorio, bodegas para almacenar el vino, criptas y las capillas de Trente-Cierges, además de la Saint-Martin.
Iglesia parroquial de Saint Pierre
En el camino de ascenso a la abadía hay una pequeña iglesia y un cementerio antiquísimo. Este templo se construyó en el siglo XV y está dedicado a san Pedro, patrón de los pescadores. En la entrada se encuentra una estatua de Juana de Arco, quien combatió a los ingleses en la guerra de los Cien Años, guiada por el arcángel Miguel.
Merece la pena entrar un momento para ver la estatua de san Miguel venciendo a un dragón. Las bancas y varios de los objetos sacros son de la abadía. Se trata de un paseo muy tranquilo donde se puede caminar para apreciar los sepulcros.
Claustro
A un lado del templo hay un hermoso jardín con impresionantes vistas a la bahía y las mareas. El claustro es un espacio cuadrangular rodeado de columnas delicadamente talladas, realizadas con granito y mármol. Lo más sobresaliente son sus arcos adornados con tréboles pétreos que fueron creados para la iglesia de estilo románico normando del siglo XI.
A un costado de este espacio se obtiene la mejor vista sobre la bahía donde se asienta Mont Saint-Michel.
Arenas de la playa
Al concluir la visita a la abadía, y si hay marea baja, te recomendamos caminar por las arenas que rodean la isla. El lugar es ideal para admirar la belleza e inmensidad del estuario.
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