¿Quién hubiera pensado que cada número de la revista Nintendo Power, cuya colección me regaló un amigo, pensando que no valía nada ahora costaría hasta mil pesos? ¿O que el instructivo de algunos de mis juegos, que por supuesto guardé, valdría lo mismo que el casete?
Daniel Krauze
Siempre me ha costado trabajo deshacerme de cosas. Si no fuera porque vivo en un departamento, probablemente dormiría rodeado del detrito de mi infancia. Mi manía llega a tal grado que, en la casa donde crecí, no puedo abrir un cajón o un clóset sin encontrar alguna colección de objetos inservibles. ¿Por qué decidí guardar copias de la revista Movieline, que ahora ni siquiera existe? ¿De veras necesitaba la camiseta de visitante del Arsenal o la del Correcaminos? ¿A quién se supone que le voy a regalar esa bolsa llena de Tortugas Ninja?
De todo lo que acumulé, lo único que tengo en el departamento es mi colección de videojuegos. Durante mis veinte descubrí eBay, donde caí en la cuenta de que la nostalgia podía rendir dividendos. De un momento a otro, esas colecciones aparentemente inservibles obtuvieron un valor concreto. ¿Quién hubiera pensado que cada número de la revista Nintendo Power, cuya colección me regaló un amigo, pensando que no valía nada ahora costaría hasta mil pesos? ¿O que el instructivo de algunos de mis juegos, que por supuesto guardé, valdría lo mismo que me costó el casete?
Al descubrir un tesoro similar, cualquier persona prudente lo habría vendido para recuperar ganancias y liberar espacio. Por desgracia, la prudencia no me caracteriza. Ver que mis colecciones valían más de lo que pagué por ellas sólo atizó mi afán de recolectar. Eso explica que de un tiempo para acá gasté mi dinero en copias con instructivo y caja de juegos retro. Como todo coleccionista obsesivo, quiero creer que compro para invertir. La realidad es otra. Por algo escondo esos gastos de mi esposa. Si supiera lo que me costó ese cartucho de Punch Out, mañana probablemente firmaría los papeles del divorcio.
Hay método en mi locura, por supuesto. Tampoco abro eBay, entro a la primera subasta que veo y tiro mi dinero a la basura. Para armar mi (modesta) colección he descubierto una comunidad, no precisamente underground, de nerds como yo. Digo que no es precisamente underground porque los coleccionistas retro tienen podcasts, foros, blogs y, por supuesto, cuentas de Instagram.
›Quizás el personaje más exitoso e influyente es el Angry Video Game Nerd, cuyas reseñas negativas de viejos videojuegos en YouTube con frecuencia alcanzan los millones de vistas. @Katselvania, la conductora del podcast Collector’s Quest, tiene casi 30 mil seguidores en Instagram, y lo único que hace es subir fotos de su (nada modesta) colección. A través de su programa, y de otro podcast llamado Back in my Play, descubrí que existen viejos videojuegos que cuestan más que un automóvil de lujo.
En 2010, una mujer de Carolina del Norte limpiaba su cochera cuando encontró una caja con viejos juegos de Nintendo que probablemente habían pertenecido a su hijo. Entre los casetes estaba una copia de Stadium Events. En 1987, tras percatarse de que los compradores probablemente confundirían ese juego con el ubicuo World Class Track Meet que venía incluido en la consola, Nintendo retiró el producto del mercado, dejando sólo 200 copias disponibles. Una de estas apareció en la caja de la señora de Carolina del Norte, quien la subió a eBay. Para su infinita sorpresa, el tope de la subasta empezó a escalar rápidamente, hasta llegar a los 13 mil dólares. Unos meses después, un hombre en Kansas hizo lo mismo y obtuvo 40 mil dólares por su copia.
Stadium Events no es el único videojuego retro que alcanza cifras exorbitantes. El interés por estos títulos ha ido al alza en los últimos años, disparando los precios en sitios como eBay y Amazon. Ahí está el caso de Little Samson, uno de los últimos juegos en salir para el primer Nintendo. En 2011, una copia se vendió en línea por 100 dólares. A partir de ahí, su costo no ha parado de subir. En caja, completo, con instructivo, sellado, en diciembre del 2016 Little Samson se vendía en eBay a 600 mil pesos. ¡Una ganga!
Ahora, ¿vale la pena ese gasto? No hablo de la calidad del juego. Ningún entretenimiento, en mi opinión, merece que desembolsemos esa cantidad, por más que se hablen maravillas de Little Samson. Me refiero, más bien, a la inversión. Diversos sitios, encargados de analizar las fluctuaciones en los precios, así como la oferta y la demanda del mercado de juegos retro, advierten que gastar una millonada en un cartucho no es una inversión inteligente, así sea tan difícil de conseguir como Stadium Events. Los costos de estas copias los determinan las subastas de eBay, un medio poco fiable y engañoso, que obedece a los caprichos de vendedores transas y compradores enajenados. Los primeros pueden decidir, sin ningún tipo de respaldo real, que el instructivo de un casete de Sega Genesis que encontraron en un cajón vale 50 dólares. Si alguien cae en la trampa y compra ese producto, el segundo en hallar un instructivo igual lo tasará a un precio similar. A medida que el mercado se inunde de ese mismo producto, el precio bajará y los que pagaron 50 dólares por él podrán venderlo a 15, si bien les va. El ejemplo más claro está en el propio Stadium Events, cuyo precio, este año, rondaba los 30 mil dólares: por debajo de su alta histórica. Quien lo compró a 40 básicamente perdió 10 mil dólares en un clic. Como apostarle a la bolsa, pero con mayor riesgo y en un mercado aún más impredecible.
A diferencia de con un Stradivarius, el interés por los viejos juegos puede ser una moda, y cuando la moda se vaya con ella también se irán las ganancias. ¿Es sabio invertir en productos que una persona que ahora tiene 25 años jamás vio ni jugó? Los videojuegos son una industria impulsada por los jóvenes y francamente me cuesta trabajo creer que, en un par de décadas, alguien seguirá pagando un centavo por casetes de Nintendo. A pesar de esto, dudo que algún día venda mi colección. Eso sí, jamás gastaré mis ahorros en comprar Little Samson. Hasta ahí llega mi nostalgia. Por algo existe el emulador.
El dato En 2011, una copia de Little Samson, uno de los últimos juegos en salir para el primer Nintendo, se vendió en línea por 100 dólares.