De dónde vendrán las nuevas enfermedades

28 de Septiembre de 2024

De dónde vendrán las nuevas enfermedades

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Casi las tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas emergentes “brincaron” de un animal a un humano y lo cierto es que aún no tenemos forma de prevenirlas; pero ya se está buscando

Hay algunas personas que, en un gen, tienen la más pequeña variación que puede darse en ese campo: el cambio de una base nitrogenada por otra; esa aparente nimiedad hace que estas personas sean más susceptibles a que un ave les contagie la influenza aviar H7N9.

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Individuos con vulnerabilidades genéticas como ésta, sugieren los autores de este hallazgo, podrían actuar como incubadoras para la transmisión de nuevos subtipos de influenza aviar o de otras enfermedades.

Las infecciones por influenza aviar zoonótica (es decir, que pasa de animales a humanos) son raras y las infecciones humanas por H7N9 siguen siendo relativamente poco comunes y aún no se ha observado una transmisión sostenida de este virus entre humanos; lo cual es una fortuna, pues la influenza H7N9 puede tener una tasa de mortalidad de alrededor del 39%, muy superior a la del SARS-CoV-2.

Pero alguna mutación en el virus, o un conjunto de ellas, podría provocar que el virus fuera más afín a los humanos, por lo que la influenza aviar A/H7N9 tiene potencial epidémico y pandémico. Lo mismo puede decirse de los otros virus de influenza que están en animales domesticados, como aves, cerdos, perros o caballos.

Desde que la humanidad empezó a domesticar animales, las enfermedades zoonóticas, como quizá lo fueron hace más de cinco mil años el sarampión y la viruela, han provocado problemas. La influenza de tipo A ha causado seis pandemias en el último siglo y medio, de las cuales la más leve ha sido la de H1N1 de 2009 que tuvo su origen en México, y en años recientes ha habido brotes zoonóticos de los virus del VIH, Ébola, SARS y MERS.

Se calcula que más de la mitad de todos los patógenos humanos existentes y casi las tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas emergentes son de naturaleza zoonótica; la Covid-19 es la más reciente, pero ciertamente no será la última.

20,000 asociaciones aún no conocidas se calcula que hay entre virus ya identificados y especies de mamíferos susceptibles, lo que implica un gran potencial zoonótico.

Entre aves y camellos

El virus de la influenza aviar A/H7N9 fue identificado por primera vez en humanos en 2013, cuando hubo un brote en China. Si bien la exposición a las aves de corral es el principal factor de riesgo de infección humana por H7N9, las personas que trabajaban directamente con estas aves representaron solo el 7% de todos los casos notificados entre los años 2013 y 2017.

Esto hizo pensar a Yongkun Chen y sus colegas que la diferencia entre quiénes se infectaron y quiénes no, debía estar en los propios infectados. Así detectaron que las variantes del gen MX1 que no tenían un elemento en particular aumentaban la susceptibilidad humana a la infección zoonótica de H7N9.

“En el futuro”, escribieron los científicos en el reporte de su investigación en la revista Science, “para disminuir el riesgo de virus pandémicos, será importante para la vigilancia de enfermedades… examinar las poblaciones humanas vulnerables en busca de variaciones genéticas nocivas”.

›Una disparidad similar se detectó al estudiar el potencial zoonótico de los coronavirus causantes del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), cuya fuente zoonótica son los camellos dromedarios; pues, aunque el 70% de los camellos infectados con MERS-CoV se encuentra en África, la enfermedad humana se ha manifestado solo en la Península Arábiga.

Un estudio, publicado en la revista Proceedings of the National of Sciences (PNAS) en junio de este año, encontró que los coronavirus de Arabia Saudita tienen tasas de replicación en cultivos de tejido pulmonar y bronquial humano hasta 100 veces más altas que los coronavirus de África.

100 veces más altas son las tasas de replicación de coronavirus de camellos de Arabia Saudita en cultivos de tejido humano que los de coronavirus de África.

Y los murciélagos ¿qué?

Si bien a lo largo de la historia es probable que la mayoría de las enfermedades zoonóticas provengan de los animales en cautiverio o domesticados, en este momento, con la pandemia de Covid-19 encima, es inevitable hacer referencia a los animales salvajes y en especial a los murciélagos, que son reservorios de una amplia gama de patógenos humanos, incluidos los virus Nipah, Hendra, Ébola, Marburgo y la rabia.

En un artículo publicado en la revista Science, autores de universidades del Reino Unido y China resumen lo que se sabe del probable origen del SARS-CoV-2 y lo relacionan con un aumento notable del precio de la carne de cerdo en 2019.

La hipótesis con más fundamentos es que, igual que en 2002, cuando surgió el SARS-CoV en Foshan, provincia de Guangdong, China, los llamados murciélagos de herradura albergaban coronavirus del género Betacoronavirus y subgénero Sarbecovirus, que pasó a un hospedador intermedio y de éste a un humano.

Probablemente el hospedador intermedio fue, como con el SARS-CoV, una civeta, aunque también es posible que hayan sido un perro mapache, zorro, visón o un tejón; animales que suelen criarse en granjas, que son susceptibles a los sarbecovirus y estaban a la venta en los mercados de Wuhan; mientras que ninguna especie de murciélago lo estaba.

La agricultura normal también tuvo un papel en esta historia, debido a una pandemia del virus de la peste porcina africana en 2019, que llevó a que en China se sacrificaran 150 millones de cerdos, lo que resultó en una reducción de 11.5 millones de toneladas del suministro de carne de cerdo en ese año.

La escasez y consecuente aumento de precios de los productos de cerdo, que fueron mucho más pronunciados al este y el sur de China, llevaron a recurrir a carnes alternativas, incluidas la de vida silvestre cultivada o capturada.

13 linajes de coronavirus en 42 especies de murciélagos se han detectado en México, cuatro de ellos son betacoronavirus.

Coronavirus en México

Hasta 2007 no se sabía nada sobre los coronavirus en los murciélagos del continente americano; de México tampoco se supo nada hasta 2013, cuando un equipo de expertos de tres universidades de Estados Unidos y la UNAM publicó el reporte de una investigación en el Journal of General Virology.

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Los investigadores, entre los que cabe destacar al equipo de Gerardo Suzán en la Facultad de Veterinaria y a Rodrigo Medellín del Instituto de Ecología, encontraron 13 linajes de coronavirus distintos, de los cuales sólo uno se conocía anteriormente, en murciélagos de 42 especies diferentes en Campeche, Chiapas y la Ciudad de México; cuatro eran betacoronavirus.

El pariente más cercano al MERS-CoV es el virus Mex_CoV-9, que se identificó en un murciélago de la especie Nyctinomops laticaudatus, que a nivel genético tienen un 86.5% de similitud, pero a nivel de las proteínas para las que codifican sus genes, la similitud es del 96.5 por ciento.

Antes de que los coronavirus destacaran tanto, se reconocía que los murciélagos estaban implicados, actual o históricamente, en la transmisión de hepacivirus y pegivirus a otras especies, y las posibles vías de transmisión incluyen el consumo de cuerpos frescos de murciélago, la contaminación de los alimentos con excrementos de murciélagos, la exposición directa a sangre o excrementos de murciélagos o la infección a través de huéspedes intermediarios.

El ejemplo tipo de un hepacivirus es el virus de la hepatitis C, que ahora es exclusivamente humano. De hecho, como concluye un estudio publicado en el PNAS en el que se identificaron hepacivirus y pegivirus en murciélagos de siete países, incluyendo a México, no está nada clara cómo ha sido la evolución de los contagios virales.

Un punto importante a destacar es que los murciélagos en los que se han recolectado estos virus están, en general, sanos. Se considera que esto es posible porque su sistema inmunológico tiene mecanismos únicos que limitan la inflamación inducida por virus; además de que sus densas poblaciones y comportamientos altamente sociales, pueden haberles permitido evolucionar para tolerar más virus que en otros mamíferos, explican Daniel Streicker y Amy Gilbert en un artículo en la revista Science en octubre de 2020.

Sin embargo, expertos destacan que los metanálisis y el modelado de enfermedades no dejan claro si los virus de los murciélagos son desproporcionadamente más zoonóticos o más peligrosos para las poblaciones humanas, y que los contagios zoonóticos se han complicado por comportamientos humanos como el sacrificio de poblaciones silvestres, el cambio de uso de la tierra y el comercio mundial de vida silvestre.

Suzán, Medellín y sus colegas coinciden en que los murciélagos cumplen funciones vitales en los ecosistemas en que habitan, incluyendo a la productividad agrícola; así que, como señalan Streicker y Gilbert, “dados los costos de la pandemia de Covid-19, la necesidad de una agenda de investigación ambiciosa es más evidente ahora que nunca”.

8,000 personas aproximadamente se infectaron con el SARS-CoV, y se extendió a 29 países antes de que las medidas de salud pública controlaran su propagación en 2003.

Epílogo de posibles remedios

Un estudio de la Universidad de Liverpool calcula que hay más de 20 mil asociaciones desconocidas entre virus ya identificados y especies de mamíferos susceptibles. Por otra parte, hasta la fecha se ha descubierto menos del 1% de la diversidad viral en los mamíferos.

›Esto implica que hay una enorme cantidad de posibles zoonosis sobre las cuales, de momento, no tenemos ni idea, lo que refuerza la propuesta de hacer más investigación; desafortunadamente , en las que sí tenemos idea tampoco estamos listos para reaccionar.

A pesar de que casi el 90% de los 180 virus de ARN identificados hasta ahora como dañinos para los humanos tienen origen animal, su contención es difícil debido a la falta de protocolos nacionales e internacionales sobre detección de patógenos en animales o productos animales.

Esto es notable particularmente en los mercados de vida silvestre, donde se generan toda suerte de combinaciones de seres humanos y especies animales; pero también en las áreas de cultivo y ganadería en general, pues al defaunar áreas silvestres aledañas, aumenta la cantidad proporcional de roedores, los cuales tienen un mayor riesgo de virus zoonóticos.

En un artículo publicado en Food Ethics, Justin Bernstein, de la Florida Atlantic University, propuso que si los gobiernos buscan proteger la salud pública en general, deben “cambiar radicalmente las prácticas actuales de agricultura animal”, con medidas como subsidiar la búsquedas de alimentos alternativos a los de origen animal, con plantas o cultivos de tejidos, o poner un “impuesto zoonótico” a los alimentos de origen animal.

Por lo pronto, las personas podríamos reexaminar seriamente nuestras prácticas dietéticas actuales.

“En el futuro, para disminuir el riesgo de virus pandémicos, será importante para la vigilancia de enfermedades examinar las poblaciones humanas vulnerables en busca de variaciones genéticas nocivas”. Yongkun Chen y colegas, Science, 20 de agosto de 2021.

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