Los números debilitan al demagogo; los datos arrinconan al populista. América Latina y el Caribe llegaron a la Cumbre de las Américas con datos muy desoladores: la CEPAL proyecta un incremento de la pobreza en la región en 33.7% y la pobreza extrema 14.9 por ciento.
Traducido esto último en números absolutos: casi ocho millones de latinoamericanos formarán parte del segmento de pobreza extrema cuando termine 2022. Sumados a los existentes, serán 86.4 millones de marginados.
Si miramos las cifras relativas al gusto por vivir en regímenes democráticos, el Latinobarómetro revela que apenas el 49% de la población apoya la democracia y sólo 6% dice que en su respectivo país existe una democracia plena.
Para un Presidente, subestimar el poder de los datos podría ser comparado con un piloto de avión que considere insignificantes las cifras que le muestran las computadoras de la cabina. Perder o ganar altura, insignificante.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, al no mirar el tablero de control, puede llegar a decir ocurrencias como la de eliminar a la Organización de Estados Americanos (OEA) y en su lugar construir en América Latina instituciones supranacionales similares a las de la Unión Europea. La propuesta de AMLO equivale a decir: se acabó el debate, no me interesa la política exterior.
AMLO vivió la Cumbre de las Américas a través de su contracumbre: condicionar su presencia en Los Ángeles en defensa de Nicaragua, Venezuela y Cuba. Total, el 51% de los latinoamericanos no apoya a la democracia.
La contracumbre agita a las redes sociales, pero no ataca los problemas reales.
Fue el presidente de Paraguay, Mario Abdo, quien rompió la burbuja de la ficción de la contracumbre: la seguridad como eje central de la democracia. “La inseguridad es una amenaza para que la gente crea en la democracia”, dijo Abdo en entrevista con La Voz de América el jueves, cuando también presentó su discurso en el teatro Microsoft de Los Ángeles, donde se
llevó a cabo la cumbre. Frente a Biden, Abdo recordó el asesinato del fiscal paraguayo antimafia Marcelo Pecci durante su luna de miel en el Caribe colombiano, cerca de Cartagena, el pasado 11 de mayo.
“Un crimen como el del fiscal Pecci no lo hemos vivido nunca”, recuerda Abdo. “El efecto-shock para la población es el doble porque no estamos acostumbrados a algo así”.
Marcelo Ebrard, cantinfleando, reveló a La Jornada que el tema central de la Cumbre de las Américas sería el embargo cubano. Una mentira colosal dicha por el secretario de Relaciones Exteriores unas horas antes de viajar a Los Ángeles. “El tema de la cumbre será Cuba y el bloqueo” (La Jornada, 7 de junio).
Antony Blinken le respondió a Ebrard el mismo jueves a través de Los Angeles Times, al decir que la administración Biden hizo bien en no invitar a Díaz-Canel.
AMLO antepone el dogma a la realidad; arrinconó a la DEA para excitar a los que sitúan a la Guerra Fría como si de la Primavera Mexicana se tratara.
Pero regresemos con el presidente Abdo. Agradeció al mandatario colombiano por cooperar en las investigación del asesinato del fiscal Pecci.
La periodista de La Voz de América le pregunta al presidente de Paraguay si él cree que falta cooperación por parte de Estados Unidos para combatir el narcotráfico en su país. “Claro que sí; estamos satisfechos con la voluntad del gobierno americano, pero sí, siempre pedimos mayor colaboración en términos de inteligencia, de equipamiento, de tecnología, de capacitación”.
El dato. La primera Cumbre de las Américas se llevó a cabo en Miami, Estados Unidos, en diciembre de 1994. El objetivo de aquella reunión era echar a andar el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
La otra contracumbre
El 25 de mayo viajó a México el canciller argentino Santiago Cafiero para preparar una contracumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), cuya presidencia pro tempore recae en su país. Esa noche se reunió con Marcelo Ebrard. La política exterior argentina es similar a la mexicana: ambas son un desastre.
La peregrina idea de Cafiero y Ebrard dibujaba una especie de “boicot picante”: provocar a Biden a través de una cena con miembros de la Celac incluyendo a Cuba y Venezuela. Una llamada telefónica de Biden al presidente argentino Alberto Fernández disipó el “boicot picante”.
Fernández le recodó a Biden, la noche del jueves, su frustración por no ver una cumbre con todos los miembros de la región. Ser anfitrión, dijo Fernández, no da luz verde para reservar el derecho de admisión. Otro error del argentino. La carta democrática se asimila a la estructura de las cumbres de las Américas. No pueden acudir represores y brindar con champagne.
En la política exterior de los regímenes populistas, la ignorancia es permisiva e, inclusive, venial.
¿Sabías que? México fue anfitrió de una sesión extraordinaria de la Cumbre de las Américas, en enero de 2004, cuando Vicente Fox era presidente.
Confianza
El temperamento de Biden modula sus reacciones frente a AMLO; no responde en conferencias de prensa ni en entrevistas; sin embargo, la confianza continúa descendiendo desde la felicitación tardía del mexicano en la victoria electoral de Biden.
AMLO usa la política exterior en clave doméstica; está despertando el ánimo anti yankee de un segmento de la población mexicana bipolar: amor/odio; aspiración/rechazo. El think tank que lo asesora, El Fisgón, se lo aplaude.
El regreso al entorno de la firma del TLCAN donde la pesadilla vendible de la vieja izquierda apuntaba a un escenario donde las hamburguesas en Oaxaca iban a desaparecer las taquerías, le acomoda a AMLO.
En los hechos, AMLO se adhiere a la Declaración de Los Ángeles. Estados Unidos acogerá a 20 mil refugiados latinoamericanos en los próximos tres años, y aportará 314 millones de dólares en ayuda para migrantes en la región, mientras que México duplicará los permisos de trabajo fronterizos.
La política exterior de AMLO es el alboroto; le gusta mantener contentos a los tres represores: Díaz-Canel, Maduro y Ortega. Bueno, también a Bukele, aprendiz de dictador.