El 1 de diciembre de 2018 se paró frente a miles de mexicanos, acababa de tomar protesta como Presidente de México. Estaba en el Zócalo de la Ciudad de México cuando anunció la venta del avión presidencial, el TP-01 José María Morelos y Pavón.
Meses antes de ganar las elecciones, el presidente Andrés Manuel López Obrador calificaba la compra de la lujosa aeronave en 130 millones de dólares, como un símbolo de la corrupción, de todo lo que estaba mal, de derroches y de los excesos, y aseguraba que él no lo usaría. Que las ganancias volverían al pueblo, a donde pertenecían.
El lujo de la aeronave se describe desde la tecnología con la que cuenta, en la cabina de pasajeros, con asientos con pantalla táctil, cubículo de descanso para la tripulación, cocineta, ocho baños, un despacho, teléfono satelital y la recámara presidencial con cama modelo king size.
Pero los meses pasaban y sus primeras apuestas ya lo habían bateado. Ni el magnate empresario que gobernaba Estados Unidos lo había querido. El costo no sólo del avión sino del mantenimiento eran excesivos. Pero en 2021, dos años y medio después de su aplastante triunfo en las urnas y su promesa, tuvo una idea.
Aunque fue muy criticado por la oposición y los mismos ciudadanos, decidió “rifarlo” el 15 de septiembre de 2021 a través de la Lotería Nacional. Pero aunque esa era la idea de la rifa, el premio era en efectivo. El avión se convirtió en 100 premios de 20 millones de pesos cada uno. Irónicamente, su mismo gobierno compró boletos y los regaló a hospitales y escuelas para que, en caso de ganar, pudiera ser utilizado en renovaciones y equipo necesario.
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En una cena con atole y tamales de chipilín, esos que le encantan y que son originarios del sureste mexicano, convenció también a decenas de empresarios de adquirir boletos para ellos o para regalar entre sus empleados. Muchos sí adquirieron sus cachitos. Sin embargo, la rifa fue como se esperaba. Algunos boletos no lograron venderse, y algunos premios -según denunciaron los ganadores- tardaron en entregarse; otros tuvieron que abandonar el pueblo por el acecho de la delincuencia organizada.
El avión presidencial continuó en manos de la llamada 4T, pero en Victorville, California, Estados Unidos, se le brindaba mantenimiento. Hace un año entregó el avión presidencial a la empresa Olmeca-Maya-Mexica, a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), para que no estuviera detenido y realizará viajes de distancias largas, como a Baja California o Quintana Roo, pero hasta ahora no se ha informado de ninguno. Tampoco de ser rentado para algún viaje privado, como tenían en mente.
En diciembre del 2022, López Obrador cumplió cuatro años gobernando México y su propuesta seguía sin cumplirse. Apenas a inicio de este mes, el avión presidencial tuvo una nueva presencia, fue puesto a subasta por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (Indep).
Pero la sorpresa llegó este jueves, cuatro años y cuatro meses después de llegar al gobierno, cuando el mandatario reconoció que este mismo día se podría firmar la venta del famoso avión presidencial, aunque fue hermético y no quiso revelar más detalles, tal vez para que no se cebe y por fin cumplir su promesa. Pero las redes no callan, y revelaron que la compra la habrían hecho en Tayikistán, un país asiático dominado por la producción de aluminio y algodón.
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