La oficina 23 en el piso 15 del Carnegie Center en el centro de Kiev, está vacía. Los teléfonos en el domicilio oficial de la Embajada de México en Ucrania suenan y suenan, pero nadie contesta. México evacuó a sus diplomáticos tras la invasión rusa de Ucrania hace 527 días. No regresaron. Olga García Guillén sigue técnicamente como embajadora, pero está a la espera de un nuevo nombramiento en México.
“Parece todo normal, pero los guardias del edificio confirman que no viene nadie, aunque oficialmente la embajada sigue allí”, corrobora Alba Liuba Becerra, mexicana residente en Ucrania desde hace 33 años. En entrevista telefónica, me dice que los mexicanos en Ucrania tienen que viajar a otros países para tramitar documentos consulares.
El celular 380 95 281 1171 del chat de WhatsApp “Consulado Emergencia”, responde en automático: “Desafortunadamente, debido a las actuales circunstancias en Ucrania, por el momento esta oficina no está emitiendo documentos consulares. Por lo tanto, solicitamos su valioso apoyo a efecto de tramitar la documentación ante alguna otra embajada o consulado de México (Polonia, Hungría, Rumanía, etc.)”. No dice que es casi imposible comprar pasajes de tren o autobús o que toma entre 17 y 22 horas para llegar, por ejemplo, a Polonia.
La clausura de facto de la embajada en Ucrania, no reportada antes, fue una decisión política no de seguridad, me dicen diplomáticos. Si fuera por seguridad, evacuarían las representaciones en zonas de guerra como Palestina y Tel Aviv; la capital ucraniana no recibiría visitas de dignatarios; no habría 86 embajadas en Kiev y México también hubiera cerrado su embajada en Moscú, ciudad probablemente tan peligrosa como Kiev. La salida de Ucrania, en contraste con la permanencia en Rusia, muestra la hipocresía de la “neutralidad” del gobierno de López Obrador en la guerra.
Becerra, una de decenas de mexicanos que adoptaron a Ucrania como su segundo hogar, partió con su hijo y nuera ucraniana embarazada dos días después de la invasión. Llegaron en su coche a la frontera con Rumanía.
Fueron evacuados en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana el 4 de marzo de 2022, junto con 81 personas, 44 de ellas mexicanas. “Saqué a otro mexicano que andaba por acá, y a un ciudadano peruano. Teníamos seis gatos con nosotros, pero buscamos donde dejarlos encargados”, narra desde su casa en Horenychi, a 10 kilómetros de Kiev.
Mientras que a su nuera el Instituto Nacional de Migración le negó la petición de residencia, Becerra atestiguó como les abrió los brazos a los rusos que huyeron para no ir a la guerra. Los oyó llamar indios ignorantes a los mexicanos y feas a las mujeres. Tras un mes y medio en México, Becerra regresó a Ucrania vía España, donde dejó a su hijo y nuera.
En mayo, causó baja en la Escuela Internacional en Kiev. Enseñaba español a hijos de diplomáticos. De 2005 a 2016 laboró en la embajada de México. Fue traductora de Vicente Fox y del presidente Viktor Yushchenko durante la visita del mexicano a Ucrania. Actualmente, esta mexicana originaria de Nayarit trabaja como voluntaria en un cuartel militar para soldados ucranianos bajo rehabilitación. Cocina, lavaplatos y organiza la bodega. La semana pasada les hizo fajitas de pollo con arroz, frijoles y salsa mexicana, empanadas y pan de calabacín. “Estaban un poco duras las empanadas porque usé harina de maíz ucraniano, pero se las han comido muy bien. Es gente muy agradecida. Me motiva mucho ayudar”, me dice.
Vidas de mexicanos alteradas por la invasión. De mexicanos que regresaron por lazos familiares o de trabajo o simplemente por solidaridad y que se identifican con la resiliencia de un pueblo que se ha ganado admiración y respeto en el mundo. De mexicanos que participan como voluntarios en el frente de guerra que fuentes militares ucranianas confirman, pero sin dar la cantidad o su ubicación.
López Obrador culpa de la guerra tanto al agresor como al agredido. Está montado en esa falsa equivalencia pese a que la opinión pública mexicana sobre Rusia es mayoritariamente negativa, revela un nuevo sondeo del Centro Pew. Para él y su núcleo de filorusos es preferible abandonar a los mexicanos en Ucrania que elevar el perfil de la relación política con el país cuya lucha antimperialista no reconoce y mucho menos entiende.
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