La política exterior de Andrés Manuel López Obrador es famosa por su inconsistencia e hipocresía, pero la gran mentira de que México no produce ni consume fentanilo está agudizando la crisis de confianza con Washington. “El fentanilo se produce en México”, reviró Brian Nichols, encargado de la diplomacia latinoamericana, a pregunta de un senador esta semana.
La gran mentira no pasa la prueba de ácido. El gobierno de Estados Unidos lleva una década documentando con datos duros e imágenes de drones los laboratorios de fentanilo que, bajo Trump, AMLO nunca negó. Tan es así que el 15 de febrero mostró en la mañanera el video de un laboratorio en Culiacán, donde se encontraron cerca de 200 kilos de pastillas del letal opioide sintético. “Es ya el segundo laboratorio más grande que hemos encontrado y desde luego destruido”, comentó con su típica sonrisita.
Imposible cooperar cuando no hay coincidencia en un hecho tan básico. “Una relación madura debe poder capotear diferencias de opinión, pero declaraciones negando la producción de fentanilo no ayudan…”, me dijo Ryan Berg, director para las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Berg teme que lo que llamó “disonancia cognitiva” entre los gobiernos de Biden y AMLO, impacte la cooperación. “Si no podemos establecer una misma realidad sobre los flujos transfronterizos, ¿cómo podremos abordarlos en un marco de responsabilidad compartida?”
La adopción de un discurso “delirante”, como lo llamó The Chicago Tribune, coincidió con la retórica intervencionista de un puñado de republicanos que acusaron a AMLO de ser facilitador de los carteles y propusieron usar la fuerza militar para destruir laboratorios. AMLO tronó. Se envolvió en la bandera nacional. Culpó a la “decadente” sociedad estadounidense por su insaciable adicción y al gobierno por permitirla.
Los primeros en alinearse fueron las “corcholatas”. “No se fabrica en México, eso es falso”, dijo Marcelo Ebrard antes de volar a Washington para reunirse con los 52 cónsules —37 del SEM y 15 nombramientos políticos— en Estados Unidos y Puerto Rico el lunes. No hay registro histórico de ocasión previa en que la SRE haya usado a los representantes del Estado mexicano para un acto propagandístico electorero. Hacer la reunión en Washington hubiera tenido sentido de haber tenido citas con actores políticos, pero no tuvo.
Los cónsules sabían a qué venían cuando arribaron al Salón de Música de la casona que aloja al Instituto Cultural de México donde se celebró el insólito encuentro. Demasiado burdo para no darse cuenta. No faltó nadie pese a que tuvieron que pagar por sus propios viáticos. Hay miedo a perder el puesto. Ebrard los “instruyó” a lanzar una campaña en “defensa” de México. Para alivio de algunos, no les pidió que violaran la ley haciendo proselitismo contra los republicanos. Vino acompañado de dos empleados de la SRE a cargo de grabar videos y tomar fotos para Tiktok e Instagram.
Diez tomaron la palabra. Uno para preguntar si iban a ser remunerados por el viaje. Le tupieron. Nadie difirió en nada. Los cónsules cuatroteros defendieron la soberanía y lanzaron consignas nacionalistas conta los “invasores”. En primera fila la panista arrestada por conducir en estado de ebriedad en Fresno y el ex priista chiapaneco de negra trayectoria en Orlando.
Los cónsules, 33 hombres y 19 mujeres, fueron citados a las 6:00 pm, pero Ebrard llegó con una hora y media de retraso porque su conexión en Newark se retrasó y aterrizó en el aeropuerto Dulles que está a 50 minutos de Washington. Estaban cansados, con caras largas de tanto esperar. Viajar a Washington es factible, pero no necesariamente rápido. A veces hay que tomar dos o tres aviones para llegar.
Tras una hora de arenga, Ebrard cerró la sesión con, “aquí el Embajador Moctezuma les va a ofrecer tacos de guisado muy buenos”. Los dejó comiendo y se marchó. No convocó a los corresponsales, a diferencia de cuando se desempeñaba como canciller. La SRE emitió un boletín que las generaciones futuras de estudiosos de la relación buscarán darle sentido.
Washington tomó nota. “No hay duda que la visita de Ebrard tuvo motivaciones políticas. Está tratando de asegurar el dedazo de AMLO. Ser visto como ‘halcón defensor de la soberanía’, deseoso de alinearse a la retórica de AMLO, le permite mostrarse competitivo frente a otros candidatos como Claudia Sheinbaum”, me dijo Berg. El especialista advirtió contra el riesgo de escalar tensiones. “Estados Unidos y México no están en la misma página, y entre más insertamos la política en la ecuación, más difícil será sintonizar nuestras posiciones”. Los bonos de Ebrard en Washington se desplomaron más rápido que las acciones del banco de Silicon Valley en California.