Espionaje en México

22 de Diciembre de 2024

Dolia Estévez
Dolia Estévez

Espionaje en México

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En su profunda ignorancia en todo lo relacionado a Estados Unidos, el presidente cree que la “infiltración” a los Chapitos, que derivó en demoledoras acusaciones por tráfico y producción de fentanilo, fue autoría de agentes encubiertos “injerencistas y prepotentes” de la DEA. Tiene la idea anacrónica de la época en que México era arena de las pugnas del espionaje de Estados Unidos y la URSS, y cientos de agentes secretos “cloak-and-dagger” de la CIA se desplazaban como Pedro por su casa y las escuchas las hacían desde un cuarto secreto en la Embajada.

Lo cierto es que, desde el asesinato de Kiki Camarena, que pagó con su vida su intento de infiltrar a un cártel mexicano, la DEA dejó de poner en peligro a sus agentes infiltrándolos en grupos sedientos de sangre, tal como la CIA no arriesga a los suyos infiltrándolos en células terroristas de ISIS. “Es muy difícil infiltrar a los carteles con agentes encubiertos. Son redes criminales muy cerradas, no van a tratar con algún desconocido, infiltrarlos es un callejón sin salida”, me dijo Jefferson Morley, experto en los servicios de inteligencia estadounidenses.

Más factible es que, con base en un amplio menú de herramientas técnicas de intercepciones, que incluye descifrado de comunicaciones encriptadas, hackeo de sistemas informáticos, drones de monitoreo en tiempo real, aviones espías en cielos mexicanos y cheques en blanco para interferir teléfonos de objetivos en territorio mexicano, previa autorización de un juez estadounidense, la DEA, el FBI y la CIA, con el apoyo de la poderosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA), construyeron un retrato de alta resolución sobre los Chapitos que ningún agente infiltrado o informante pagado puede igualar. Así fueron los operativos contra El Chapo, que además cantaron con la ayuda del software espía Pegasus del CISEN. A este tipo de inteligencia se le conoce como signal intellligence, distinta a la inteligencia humana, o HUMINT intelligence, que proviene de informantes e infiltrados.

Por ser un país de enorme valor estratégico, Estados Unidos ha espiado a México desde tiempos inmemoriales. En los 60, Castro, el comunismo y los movimientos de izquierda eran prioridad, pero fueron sustituidos por el terrorismo. Hoy, el gobierno y los grupos criminales mexicanos han vuelto al radar de prioridades debido al fentanilo y la migración. “Todo esto requiere tener buena inteligencia sobre lo que está haciendo el gobierno de mexicano”, me dice Morley, autor de una leída obra sobre la CIA, “Nuestro Hombre en México”.

La primera vez que se supo del espionaje de la NSA en México, fue en la tumultuosa década de los 90, con Colosio, el TLCAN, Chiapas y el derrumbe del peso. En respuesta a una petición de transparencia de la autora, la NSA admitió tener cuatro reportes “top secret” sobre el asesinato de Colosio, pero declinó dármelos. Documentos desclasificados revelan que el Pentágono conoció en tiempo real la ubicación exacta de las fuerzas zapatistas y del comandante Cero. Los estadounidenses también pudieron conocer con anticipación la posición que llevarían los mexicanos a la mesa de negociaciones del TLCAN. En 2003, la intercepción de los teléfonos y correo electrónico de Adolfo Aguilar Zinser contribuyó a descarrillar la resolución que impulsó contra la intervención militar estadounidense en Irak en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Morley sostiene que pese al escándalo internacional que detonó el espionaje masivo de la NSA a líderes mundiales que desnudó Edward Snowdan, entre ellos Merkel y Peña Nieto, Estados Unidos sigue espiando a enemigos y aliados. “En la medida en que signal intelligence crea una fotografía de inteligencia más nítida, si Estados Unidos quiere saber que está pensando AMLO, podemos asumir que están interceptando su celular y teléfono fijo porque es lo que hacen con muchos otros líderes. Ciertamente, el presidente de México estaría siendo vigilado por los servicios de inteligencia”.

Después de la prostitución, el espionaje es la profesión más antigua del mundo. No hay país importante que no espíe. Algunos mejor que otros. Si el líder del mundo occidental espía a Trudeau y Macron, con mayor razón a López Obrador. Podrá decir que es abusivo e injerencista, pero no que es algo personal.

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