Dejar el cargo, pero no el poder

17 de Octubre de 2024

Dolia Estévez
Dolia Estévez

Dejar el cargo, pero no el poder

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El Presidente es el gran manipulador del proceso electoral. Su nivel de intromisión se ve en países totalitarios con poder centralizado. Arremete contra la hoy candidata del Frente Amplio por México, mangonea a la Fiscalía General para que arme casos en su contra, se entromete en asuntos partidistas que no le incumben, selecciona y descarta candidatos a su antojo. Tras cinco años de debilitamiento sistemático de las instituciones electorales, de denigrar el poder judicial y de empoderar a los militares, llega a la recta final de su meta: dejar el cargo, pero no el poder.

“Quedarse en la presidencia sería una verdadera crisis civil. No lo veo”, me dijo David Frum, escritor de la revista digital The Atlantic. Más bien, opinó, Andrés Manuel López Obrador busca un desenlace tipo Plutarco Elías Calles, ser líder de facto bajo un nuevo Maximato prolongando su poder sin ostentarlo personalmente. “Todas las piezas están allí. La subversión del INE, generales que han vuelto ricos y sobre los que tiene secretos sucios, referéndum de tres años que le permite tener una pistola en la sien del próximo presidente, y la selección del sucesor probablemente más débil de las alternativas sin el control del partido que él seguirá controlando”.

En febrero, Frum levantó ámpula en Palacio Nacional tras publicar un reportaje que tituló “El Vecino Autócrata”, advirtiendo contra el riesgo de una elección manipulada y no justa en 2024. “Me preocupa que la elección no sea justa, que proclame ganador a su candidato favorito y que la gente crea que no es el ganador y que luego México, los Estados Unidos y todo el mundo tengan que lidiar con una elección sustancialmente injusta”.

Prácticamente desconocida en Estados Unidos, Xóchilt Gálvez es percibida hoy como la única opción electoral con potencial de ganar al oficialismo en un desenlace que, hasta hace poco, era todo menos impredecible. “En la era de las políticas identitarias, quién eres y qué representas, cuenta más que si tienes propuestas sólidas. La gente va a votar por ella por sus credenciales como una persona que viene de abajo”, previó Tony Payán, director del Centro para Estados Unidos y México en Houston. El reto es monumental. Gálvez enfrentará todo el poder del Estado y toda la furia de un hombre que ha demostrado no tener límites para garantizar la continuidad de eso que llama cuarta transformación en un terreno desigual. “No hay piso parejo ni dentro ni fuera de Morena. Gálvez competirá contra el gobierno”, señaló Payán.

Pero si a pesar de todo Gálvez gana, a AMLO le quedaría como último recurso la opción nuclear: no aceptar los resultados, como su amigo Donald Trump. A diez meses de los comicios, Payán vislumbra tres escenarios de prospectiva en un contexto de triunfo de la oposición.

Primero: AMLO acepta su derrota al margen del porcentaje. Dobla las manos y se va callado a La Chingada, su rancho. Actúa honorablemente como Ernesto Zedillo en 2000, pese a no ser un hombre honorable.

Segundo: Resultados disputados. Movilizaciones masivas tanto de un lado como del otro en defensa del voto, encono, polarización, brotes de violencia, pero hay voces institucionales con autoridad y capacidad de interlocución para llegar a un acuerdo político. Se preserva el orden.

Tercero: Instituciones rebasadas. Cierre de canales de comunicación. Estallido social y político detonado por la negativa del oficialismo a aceptar su derrota. Violencia, con elementos del crimen organizado. Ingobernabilidad.

Payán agrega al crimen organizado como variable transversal pre y poselectoral. Tras el asesinato de Fernando Villavicencio en Ecuador, no descarta otro Tijuana 1994. “El presidente no necesita ordenarlo. Basta con crear las condiciones para que un capo diga no queremos cambios y por motu proprio mande a un sicario. Es un escenario no imposible que estamos minimizando”.

En 2000, el cambio democrático se logró entre muchos otros factores gracias al peso de la opinión pública internacional en la promoción de las libertades políticas y los derechos humanos en México y advertencias como las de Frum y Payán hoy. En ese sentido, para poder rescatar a la democracia de las garras de un autócrata, la comunidad internacional debe monitorear de cerca el proceso electoral y la sociedad mexicana estar más abierta y receptiva a las opiniones, críticas y escrutinio del extranjero.