Iba a escribir sobre otro tema, pero el acoso de la Embajada de Rusia en México me obliga a usar este espacio para defenderme y dejar constancia pública. Nunca antes, en más de tres décadas de ejercer un periodismo independiente y crítico en medios principalmente mexicanos, había sido objeto de un ataque personal por parte de representantes de un gobierno extranjero acreditados por la Secretaría de Relaciones Exteriores. Menos aún por un país invasor, en guerra con Occidente. Sería un error de mi parte dejarlo pasar como gajes del oficio o, aún peor, subestimarlo por aquello de que hay enemigos que honran.
La libertad de prensa, el derecho a reportar información sin temor a represalias, está garantizada bajo las legislaciones de la mayoría de las democracias y nominalmente en muchas otras naciones. Pese a ello, su situación en el mundo ha empeorado. En Rusia, donde hay 19 reporteros presos, las condiciones son ominosas. Hay censura, espionaje, intimidación y presión para no publicar sobre ciertos temas. Al día siguiente del ataque militar contra Ucrania, Vladimir Putin promulgó una ley autorizando hasta 15 años de prisión para cualquier reportero que publique información sobre la invasión que las autoridades consideren falsa. Decenas de corresponsales extranjeros abandonaron Rusia por temor a ser encarcelados. Agencias de noticias internacionales que les tocó cubrir el terror estalinista, cerraron oficinas por considerar a Putin más peligroso que Stalin para el periodismo. Reporteros Sin Frontera ranqueó a Rusia en el lugar 164 entre 180 países en su índice de Libertad de Prensa 2023. Ningún periodista, dentro o fuera de Rusia, que diga la verdad o que incomode, está a salvo.
En marzo, Evan Gershkovich, joven corresponsal de The Wall Street Journal en Rusia, fue detenido arbitrariamente porque a Putin no le gustó su cobertura sobre la invasión de Ucrania. La acusación de “espionaje” que le imputaron fue negada tajantemente por la Casa Blanca y el diario. Pese al clamor internacional demandando su inmediata liberación, sigue preso en una prisión que data del zarismo, diseñada para instigar miedo y quebrar psicológicamente a la víctima. Es el primer periodista estadounidense detenido en Rusia desde el fin de la Guerra Fría. De ser hallado culpable, puede ser sentenciado a 20 años de prisión.
Tras su captura, los corresponsales internacionales que quedaban, se fueron. Gershkovich es un escarmiento ejemplar para el gremio.
En momentos en que Putin está perdiendo la guerra y el control de la situación interna, las embajadas rusas en el mundo, más aún en naciones de prioridad estratégica como México por su proximidad con Estados Unidos, escalan la embestida contra medios y periodistas. Diseminan propaganda y desinformación en redes sociales. Desatan tormentas de troles y odiadores particularmente contra periodistas mujeres. Dos tercios hemos sido objeto de intimidación, misoginia y violencia en redes sociales, de acuerdo con una encuesta reciente del International Women´s Media Foundation. El líder soberbio que creyó poder someter a Ucrania en tres días, está desesperado. Le urge dominar la narrativa. La prensa libre se interpone. Obstaculiza.
Es en ese contexto que la embajada rusa me ataca vía su cuenta oficial en Twitter. No refuta lo que publiqué en este espacio sobre el excesivo aumento en las acreditaciones de “diplomáticos” sospechosos de ser espías, emite juicios de valor. Me señala y calumnia. Viola mi derecho a la libertad de expresión. Viola el protocolo de cortesía que distingue el discurso diplomático. Antes no se veían ataques así. Pero antes no teníamos una SRE omisa y permisiva.
Una SRE que no se involucra con los rusos para decirles que no pueden, ni deben, atacar a ciudadanos mexicanos, menos a una periodista, sino para facilitarles, por omisión o comisión, que operen lo que puede ser un centro regional de operaciones de espionaje en territorio nacional. La SRE no investiga como violatorio a la Convención de Viena el espionaje ruso en nuestro país denunciado por el Pentágono en 2022. No llama al embajador ruso para pedirle explicaciones. Los arrogantes diplomáticos rusos tendrán derecho a la inmunidad y a la protección de persecución bajo las leyes mexicanas, pero no tienen derecho a abusar de esa garantía para agredirme en mi país.
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