Todos los días después de la comida, por recomendación médica, María duerme una siesta de 45 a 50 minutos. Este sueño recetado no le gusta nada. “Me parte el día”, protesta la mujer de 78 años que siempre ha sido muy activa y no acostumbraba a tomar una siesta. Ahora, poco después de comer se le cierran los ojos de sueño y se le nubla la mente; aunque no se lo hubiera recetado el médico, se tiene que dormir.
Casi una hora después, se despierta sin necesidad de alarma, se levanta con facilidad y puede reanudar su día.
Prácticamente a todos nos da un poco de sueño o modorra después de comer, debido a que el hígado está muy ocupado y gasta mucha energía digiriendo las proteínas que comimos (el resto de los alimentos es más fácil de digerir). Para María, dormir la siesta es un imperativo debido a un desbalance que tiene en las enzimas del hígado.
Salvo en casos excepcionales como el de María, dormir la siesta pareciera ser una cuestión de preferencias individuales, de mera costumbre o condicionamiento cultural; además de un hábito saludable.
Sin embargo, algunos estudios recientes han encontrado que las siestas pueden ser distintas de lo que hasta ahora creíamos.
Genes y sueño
Desde hace tiempo se sabía que existe un componente genético hereditario en dormir la siesta; pero en el estudio más grande que se ha realizado hasta la fecha para relacionar el genoma con la tendencia a tomar siestas durante el día —cuyo reporte se publicó hace unos días en la revista Nature Communications —, se detectaron 123 regiones genéticas que influyen en este hábito, además de evidencia preliminar que lo vincula con la salud cardiometabólica.
123
regiones
genéticas están relacionadas con tomar o no siesta
“La siesta es algo controvertida”, dice Hassan Saeed Dashti, del Centro de Medicina Genómica del Massachusetts General Hospital y coautor del informe; y agrega que “es importante tratar de desenredar las vías biológicas que contribuyen al motivo por el que tomamos la siesta”. Hay lugares, por ejemplo en España, donde, aunque las siestas han sido parte tradicional de la cultura, empiezan a no ser bien vistas; mientras que algunas empresas en Estados Unidos ahora promueven la siesta como una forma de impulsar la productividad.
Por supuesto que el estilo de vida y los sucesos del día son determinantes: hay quienes duermen la siesta para compensar el sueño de mala calidad de la noche anterior o porque despiertan muy temprano en la mañana y necesitan recuperar el sueño; pero el estudio fue más a fondo.
Con datos de genética y biométricos
del Biobanco del Reino Unido, que incluyen información de 452,633 personas, el equipo identificó 123 regiones en el genoma humano que están asociadas con las siestas diurnas, además de genes asociados con la duración del sueño, el insomnio y la tendencia a madrugar o ser “noctámbulo”.
Además, replicaron de forma independiente sus hallazgos a partir de los genomas de 541,333 personas recolectados por la compañía de análisis genético 23andMe.
“Esto nos dice que las siestas durante el día son impulsadas biológicamente y no son sólo una elección ambiental o de comportamiento”, dice Dashti. Sin embargo, tener una base biológica no significa que dormir la siesta sea necesariamente bueno o saludable.
1
hora
parece ser la duración máxima de las siestas saludables
Mientras no parece haber problemas fuera de lo común en el 38.2% de la población que informó que algunas veces duermen siestas, se encontraron datos preocupantes en el 5.3% que dijo dormir siestas siempre:
En general se trataba de adultos mayores, varones, que reportaron dormir más tiempo a lo largo de las 24 horas del día que el resto de los participantes; tenían un índice de masa corporal mayor, la presión sanguínea elevada, diagnósticos de apnea del sueño, reportaron ser fumadores activos, tenían un mayor grado de privación socioeconómica y estaban desempleados, jubilados o se desempeñaban como trabajadores por turnos.
La naturaleza observacional del estudio no permite tener claridad sobre si dormir siempre la siesta está ocasionando algunos de estos malestares o es consecuencia de los mismos, sin embargo...
”La siesta es algo controvertida… (nuestros resultados) dicen que las siestas durante el día son impulsadas biológicamente y no son solo una elección ambiental o de comportamiento”. Hassan Saeed Dashti, del Centro de Medicina Genómica del Massachusetts General Hospital.
Siesta y claridad mental
Igual que las mamás y papás con sus hijos, los genes no nos mandan a dormir por maldad. De acuerdo con un estudio publicado en enero del 2021 en la revista General Psychiatry, dormir la siesta de manera regular por la tarde está relacionado con una mejora en la agilidad mental del individuo.
Los autores de este estudio hecho en el departamento de psiquiatría geriátrica del Centro de Salud Mental de Shanghai, no se ocuparon del bien establecido y notable beneficio de la siesta como forma de recuperarse de la privación del sueño, sino que buscaron resolver una controversia particular.
A medida que las personas envejecen, sus patrones de sueño cambian y las siestas de la tarde se vuelven más frecuentes; pero no hay consenso sobre si las siestas ayudan a evitar el deterioro cognitivo y la demencia en las personas mayores o si son más bien, un síntoma de que están ocurriendo cambios neurodegenerativos.
5.3%
de las personas
dicen dormir siesta “siempre”, pero su estado de salud en general es malo
El estudio siguió a 2 mil 214 personas aparentemente sanas de al menos 60 años y residentes en varias ciudades grandes de China, incluidas Beijing, Shanghai y Xian. Las siestas se definieron como períodos de al menos cinco minutos consecutivos de sueño, pero no más de 2 horas, y se tomaron después del almuerzo; hubo un grupo de control que no tomó siestas. Además, se monitoreó el estado de salud general y se midieron 30 aspectos distintos de la capacidad cognitiva de los participantes, incluyendo una evaluación para detectar inicios de demencia.
Se encontró que el rendimiento cognitivo fue significativamente más alto entre quienes dormían siestas que entre los que no dormían, en general hubo mejoras significativas en la conciencia de ubicación, la fluidez verbal y la memoria, y menos propensión a desarrollar demencia.
A pesar de resultados como estos, dormir la siesta mucho tiempo, no siempre parece ser una buena idea.
38.2%
de las personas
estudiadas informan que “algunas veces” toman siestas; su estado de salud no es distinto al de quienes no lo hacen
El exceso nunca es bueno
Difícilmente se nos ocurrirá una actividad más inofensiva que acostarse a dormir un rato en la tarde, podríamos dudar de sus beneficios, pero no hace daño… ¿verdad?
Según un meta estudio realizado en China, que analizó la evidencia disponible en más de 20 estudios con más de 300 mil participantes en total, las siestas de más de una hora pueden ser riesgosas para la salud cardiometabólica, con efectos sobre el aumento de la presión arterial y la circunferencia de la cintura.
El análisis, publicado en octubre del año pasado en la revista Sleep Medicine, encontró que las siestas de más de 60 minutos se asociaron con un 30% más de riesgo de muerte por cualquier causa y un 34% más de probabilidad de enfermedad cardiovascular en comparación con no tomar siestas. Esta relación con un riesgo elevado de muerte se cumplía sólo para quienes además de la siesta prolongada, dormían más de seis horas cada noche.
6
horas
a 30 minutos es la duración media del sueño nocturno en personas de más de 60 años
De manera consecuente, las siestas de menos de 60 minutos no se asociaron con el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular. Incluso, Zhe Pan, de la Universidad Médica de Guangzhou y autor líder del estudio, dijo en el congreso de la Sociedad Europea de Cardiología: “Los resultados sugieren que las siestas más cortas (especialmente las de menos de 30 a 45 minutos) podrían mejorar la salud del corazón en las personas que duermen lo suficiente por la noche”.
Las razones por las que las siestas afectan al cuerpo aún son inciertas, pero algunos estudios han sugerido que las siestas prolongadas están relacionadas con niveles más altos de inflamación, lo cual es riesgoso para la salud del corazón y la longevidad, presión arterial alta, diabetes y mala salud física en general.
Tanto Zhe Pan y su equipo como Dashti y el suyo (quienes encontraron las relaciones genéticas) destacan la hipótesis de que la inflamación estaría mediando entre las siestas y los malos resultados de salud.
Las sustancias del sistema inmune relacionadas con la inflamación tienen un papel relevante en los trastornos del sueño, señalan los investigadores, al grado de que se considera que el sueño regula la respuesta inmunitaria. Las personas con niveles más altos de inflamación también toman siestas con más frecuencia, explican.
Epílogo: hasta los robots...
En el Laboratorio Nacional de Los Alamos, Yijing Watkins y su equipo estudian redes neuronales de picos, que son “sistemas que aprenden tanto como lo hacen los cerebros vivos”, dice el científico, y esta es una capacidad dada por el hecho de que crean estas redes neuronales procurando imitar y comprender los cerebros vivos.
Sin embargo, el funcionamiento de las redes se volvía inestable si las dejaban correr por largos periodos continuos de aprendizaje sin supervisión. Tras diversos experimentos, encontraron que si simulaban en las redes estados análogos a las ondas que experimentan los cerebros vivos durante el sueño, se recuperaba la estabilidad. “Era como dar a las redes neuronales el equivalente a una buena noche de descanso”, dice Watkins.
La investigación fue publicada en la revista de la Computer Vision Foundation, y aunque la interpretación de los resultados aún es controvertida, lo cierto es que el sueño o una forma de descanso activo parece ser un requerimiento ineludible de las inteligencias que conocemos, en especial para las más sofisticadas. Pero no es algo que se pueda hacer “al ahí se va”.
Ahora que el confinamiento está alterando los hábitos de sueño de muchas personas, conviene recordar el consejo de Zhe Pan: “Si desea tomar una siesta, nuestro estudio indica que es más seguro mantenerla por debajo de una hora. Para aquellos de nosotros que no tenemos el hábito de dormir durante el día, no hay evidencia convincente para comenzar”.