"¿Cuál es la pregunta que tengo que leer?"

23 de Enero de 2025

"¿Cuál es la pregunta que tengo que leer?”

cronica_debate

Anaya se acercó a 1 metro de AMLO y sacó una cartulina, se esperaba un dardo envenenado pero el ataque se desdibujó cuando el tabasqueño escondió su cartera

Ricardo Anaya se atrevió a violar el espacio vital de Andrés Manuel López Obrador. Si estaba o no dentro de las reglas del debate, ahora es secundario. El hecho es que el panista se levantó de su silla, pasó con indiferencia frente a José Antonio Meade y, con cartulina en mano, caminó de manera amenazante hacia el tabasqueño.

Después de ver en Twitter cómo Anaya la pegaba a una pera de box, era difícil no imaginar a un pugilista que, con rabia en los ojos, buscaba acorralar y noquear a su rival.

Anaya llegó a estar a un metro de distancia de López Obrador. Eran el león joven contra el león viejo; el más atlético de los candidatos contra el más encorvado.

Las bolsas en los ojos y los párpados caídos revelaban que López Obrador llegó desvelado al debate. En la primera media hora, el líder de Morena se vio lento de reflejos e incluso le costaba trabajo entender las preguntas elaboradas y saturadas de cifras de León Krauze. Difícilmente esquivaría la embestida del Joven Maravilla.

¿Qué dato demoledor traía Anaya en la cartulina? ¿Qué reproche le gritaría en la cara a López Obrador? ¿Qué dardo envenenado dispararía el panista para herir de muerte al puntero en las encuestas?

Era una gráfica con la supuesta caída en los niveles de inversión cuando López Obrador fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Pero el ataque se desdibujó cuando el tabasqueño mostró su billetera y dijo “voy a cuidar mi cartera, no te acerques mucho”.

Una puntada de humor neutralizó al meticuloso candidato panista. Es lo que suele pasarles los personajes demasiado cerebrales: su falta de picardía los hace vulnerables ante la espontaneidad y la sorna. Si en el primer debate, Anaya fue el ganador indiscutible, para este segundo encuentro los cartones quedaron empatados.

“¿Cuál es la pregunta que tengo que leer?”

Para el segundo cara a cara de los candidatos presidenciales, el Instituto Nacional Electoral (INE) diseñó un formato en el que los aspirantes podían levantarse, caminar por el set e interactuar con el público.

Sin embargo, López Obrador prefirió quedarse quieto y hablar desde su lugar. En ocasiones se sentaba, pero la mayor parte del tiempo estuvo de pie, quizá para dar muestras de fortaleza y despejar los rumores sobre su deteriorado estado de salud.

Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, sólo se levantó un par de veces, en su primera participación y en el mensaje de despedida. En cambio Anaya y Meade sí hicieron un intento por “adueñarse del escenario”. El panista se paraba frente a los ciudadanos que hicieron las preguntas o frente a los moderadores cuando había un planteamiento directo. Meade en cambio tenía una rutina en cada intervención: cuatro pasos al frente. Pausa. Dos pasos a la izquierda. Pausa. Tres pasos a la derecha. Pausa.

Al inicio del programa, la producción del INE expuso las reglas del debate e informó que los 42 ciudadanos presentes en el evento habían sido elegidos de manera aleatoria por una empresa especializada (no se especificó en qué) y que harían preguntas de manera espontánea. No obstante, la espontaneidad quedó entredicho cuando Venecia Zendejas, una de las participantes del público preguntó a los moderadores: “¿cuál es la pregunta que tengo que leer?”

La ternura del Bronco

Último en las encuestas, Jaime Rodriguez, El Bronco, ya no fue tan enfático a la hora de proponer que le mochen las manos a los políticos corruptos. Para el segundo debate el exgobernador de Nuevo León sacó su lado tierno y propició un abrazo entre los aspirantes de Morena, del PRI y del PAN.

Corría el minuto 90 del debate, cuando Rodríguez, divertido, se dirigió a los asistentes. “¿Ya vieron cómo se pelean entre ellos?”, cuestionó El Bronco para referirse a sus tres rivales. “Sólo discuten para ver quién es más rata y quién es más venenoso. ¡Aguas cuando vayan a votar!”

Fue entonces que Rodríguez le pidió a Andrés Manuel que le diera un abrazo a Meade y a Anaya. El Peje al principio se resistió, pero pronto se acercó al lugar de sus adversarios para estrecharlos. No se sabe a ciencia cierta cuál era el objetivo de El Bronco, pues no hubo después una justificación. El caso es que después de los abrazos y aprovechando la buena disposición de López Obrador, Rodríguez Calderón le pidió que le firmara un documento donde se comprometía a devolver al INE los 3 mil millones de pesos que reciben del financiamiento público.

Jaime Rodríguez es un hombre de pocas palabras. Y prueba de ello es que en cuatro ocasiones los moderadores le recordaron que tenía tiempo disponible, réplicas sin utilizar y que si deseaba ocuparlas.

En una de ellas le aconsejó a López Obrador no confiarse de las encuestas, pues éstas decían que el Toluca le ganaría a Santos en la final del futbol mexicano y resultó al revés. También aclaró que ya no está dispuesto a invitarle un tequila a Donald Trump para negociar el TLC y, por el contrario, amagó con expropiar Banamex.

“Pérame, pérame, pérame”

El momento mas tenso del debate lo protagonizaron el candidato del PRI, José Antonio Meade, y el moderador León Krauze, quien durante la primera mitad del evento robó cámara no sólo por las preguntas que hizo de más de un minuto de duración, sino porque con frecuencia interrumpía a los candidatos para decirles que no estaban contestando al planteamiento original o para inquirirlos con un reiterado “¿pero díganos cómo?”

El debate llevaba 20 minutos de iniciado cuando Krauze le recordó que Meade era canciller cuando Trump fue nombrado candidato a la Presidencia de Estados Unidos y posteriormente le preguntó si el presidente Enrique Peña Nieto se había equivocado al invitar al entonces candidato republicano a Los Pinos.

Meade comenzaba a contextualizar, pero no respondía. Krauze interrumpió y volvió a solicitar en una respuesta binaria: ¿si o no se había equivocado el presidente? “Pérame, pérame, pérame”, vociferaba Meade, quien para entonces ya se había parado enfrente del moderador. “No, permítame usted candidato”. Y cuando el aspirante del PRI accedió, Krauze le rogó que contestara directamente. “No se equivocó”, respondió el exsecretario de Hacienda y amigo cercano de Luis Videgaray, el gestor de la visita de Trump.

Otro momento estelar de Meade fue cuando leyó un texto que presuntamente correspondía a una solicitud de rescate por parte de Nestora Salgado, la candidata de Morena al Senado de la República y quien es acusada de cobrar 5 mil pesos por poner en libertad a personas secuestradas.

Aquí te lo dejo y que quede en tu conciencia”, dijo Meade al tomar el papel y depositarlo en el atril de un impávido López Obrador. Minutos antes, el aspirante de la coalición PRI-Verde-Panal echó mano de una frase del tabasqueño para poner en evidencia los servicios de un prestigiado cirujano cubano que supuestamente viaja dos veces al mes para atender al morenista. “Ese médico no lo tiene ni Obama”, se mofó.

Uno más a la cuenta de AMLO

El rostro de López Obrador cambió hora y media después de que inició el debate. El semblante cansado desapareció y para las 11 de la noche ya se veía más vivaz. El piquete en la cresta lo recibió de Ricardo Anaya, quien lo acusó de ser hipócrita, pues mientras critica que el panista tenga a sus hijos en Atlanta, AMLO envió a su hijo a estudiar a España. “Pues no que muy nacionalista”, soltó Anaya.

“Ricky Riquín Canallín”. Así bautizó López Obrador a Anaya, antes de exhibir una portada de la revista Proceso con el titular “Los turbios ingresos de los Anaya”, acompañado de la foto del exdirigente panista con su esposa.

Anaya ya no tenía tiempo para la réplica, pero alcanzó a mostrar dos portadas de la misma revista, una mostrando los pactos de impunidad entre Rosario Robles y José Antonio Meade y otra con los colaboradores millonarios de López Obrador.

Otro encontronazo entre AMLO y Anaya fue cuando el morenista se refirió al tema de su edad. Admitió ser el candidato de más edad, pero dijo estar al 100, con un promedio de bateo arriba de .300. “Les voy a ganar”, afirmó socarrón.

Anaya no dejó pasar la oportunidad. En su turno le dijo “el problema no es tu edad; el problema es que tienes ideas viejas. El problema no es que no entiendas el inglés, el problema es que no entiendes el mundo”, espetó.