Las puertas del Salón de Recepciones se abrieron a las 10:57 de la noche, ante el silencio y expectativa de los más de 130 mil espectadores que se dieron cita en la Plaza de la Constitución; la escolta del Colegio Heroico Militar, vestida en traje de gala, realizó su recorrido, mientras el Himno Nacional se escuchaba de fondo.
Enfundado en un traje negro, que acompañaba de una camisa blanca, una corbata verde y la banda presidencial, apareció el presidente Andrés Manuel López Obrador, acompañado de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller.
Por 18 años imaginó encabezar la celebración más mexicana, más nacional de todas. Pero bastaron trece minutos para que dejara atrás esos cinco “Gritos legítimos” por el que sí cuenta, el que queda para la historia oficial.
La presidenta del Consejo Honorario de Memoria Histórica y Cultural de México portaba un vestido verde esmeralda con detalles de encaje negro, y accesorios sencillos; una vestimenta que la hizo mostrar un bajo perfil, no quiso opacar al Presidente, era su momento.
Un salón vacío, los recibió. Por primera vez, ni un invitado estuvo presente en el salón. Ni sus hijos los acompañaron. Los balcones de Palacio Nacional lucieron casi vacíos, a excepción de un fotógrafo que, desde el balcón derecho tomaba las mejores imágenes del tabasqueño.
“El grito de todos los mexicanos”, como se tituló, comenzó un minuto antes de las once de la noche, como instituyó el expresidente Antonio López de Santa Anna. Tras recibir la bandera de la escolta, López Obrador salió al balcón.
Triunfante, aunque con nervios que no podía ocultar, inició el esperado evento. No era el alternativo que encabezó en 2007, luego de que Felipe Calderón le ganara la Presidencia, era su primer Grito de Independencia oficial.
“Mexicanas, mexicanos: ¡viva la Independencia!, ¡viva Miguel Hidalgo y Costilla!, ¡viva José María Morelos y Pavón!, ¡viva Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡viva Ignacio Allende!, ¡viva Leona Vicario!, ¡vivan las madres y los padres de nuestra patria!.
“¡Vivan los héroes anónimos!, ¡viva el heroico pueblo de México!, ¡vivan las comunidades indígenas!, ¡viva la libertad!, ¡viva la justicia!, ¡viva la democracia!, ¡viva nuestra soberanía!, ¡viva la fraternidad universal!, ¡viva la paz!, ¡viva la grandeza cultural de México!, ¡viva México!, ¡viva México!, ¡viva México”.
Las veinte arengas que había prometido retumbaron en el Zócalo de la Ciudad de México. Entre cada viva, bajó la mirada y leyó para no equivocarse. El nervio estaba presente, su cara lo delataba. Sin soltar la cuerda que cuelga de la campana, enunció cada uno.
Su voz, mucho más fuerte que de costumbre, fue escuchada en todo México. Su esposa lo miraba desde atrás sonriendo, miles de mexicanos desde abajo del balcón hicieron lo propio. Tras 41 campanadas, visiblemente emocionado, desenrolló la bandera y la ondeó a la vista del pueblo.
Ante el aplauso y gritos de la gente que estaba “feliz, feliz, feliz”, como el mandatario aseguró en días pasados y que un hombre de la tercera edad confirmó en medio de la muchedumbre, dio la vuelta y realizó un falso saludo. Se equivocó. El nervio le estaba ganando.
Entregó la bandera a la escolta, luego saludó, esta vez era el momento. De dos en dos, los cadetes abandonaron el salón. Gutiérrez Müeller se acercó a él y se asomaron al balcón, ella sonriente, él serio.
Durante diez minutos, los fuegos pirotécnicos entretuvieron a los presentes. La pareja presidencial veía atenta desde el balcón, que fue adornado con tres banderines: uno verde, uno blanco con el sello y otro rojo, simulaban la bandera de México.
El espectáculo pareció dar más fuerza a los presentes, que no cedían ante el frío que comenzaba a sentirse en la capital del país. “¡Sí se pudo! y “¡no estás solo”, se escuchó a una sola voz entre los presentes, y ante una mirada cristalizada del Presidente de México.
El templete principal, que antes había enmarcado las presentaciones culturales de cada uno de los estados de la República, daba la bienvenida a Eugenia León, quien interpretó “La Paloma”. La canción rememora un poco de la historia de nuestro país. El tabasqueño y su esposa, escucharon atentos.
El reloj marcaba veintinueve minutos desde el inicio del evento, y el Presidente de México, con una señal de abrazo se despidió de los presentes y de su primer Grito de Independencia.
La fiesta comenzó desde el viernes
La fría y lluviosa noche del viernes 14, los primeros asistentes comenzaron a llegar. No importó la distancia, el tiempo de viaje, ni la espera de más de un día para escuchar el primer grito del morenista, del primer Presidente de izquierda en pisar el Balcón Presidencial.
Agustín Alvarado, un joven de 29 años, llegó desde Ensenada, Baja California, para presenciar el acto. “Es un honor haber viajado para presenciar este evento. Me siento orgulloso de ver a un Presidente honesto y con un verdadero amor por México, dando el grito”.
Un viaje de más de tres horas en avión, pero con un costo mayor a los diez mil pesos por persona, sólo para ver de cerca a López Obrador y las veinte arengas que pronunció, desde Palacio Nacional.
El sábado, la Plaza de la Constitución ya era una zona de fiesta. Desde las primeras horas del día, trabajadores detallaban los últimos arreglos para la celebración, mientras familias completas se hacían presentes, todos con la esperanza de tener la mejor vista.
Kilómetros a la redonda se presenciaba la fiesta. Decenas de personas, con una bandera pintada en su rostro, sombreros, moños tricolores, blusas y faldas representativas de cada estado, llenaban de colores los vagones del Metro.
En el templete principal, con un fondo blanco en el que se podía leer “La Cuarta Transformación” y “2019. Año del Caudillo del Sur”, se presentó un recorrido cultural por cada uno de los 32 estados. Bailes regionales, música local y representaciones históricas, engalanaron el escenario, por primera vez.
Pasadas las 9:30 de la noche, algunas personas comenzaron a abandonar la zona. La gente ya estaba cansada. Habían pasado más de cinco horas desde el inicio del evento, algunos acostados en el piso, o en cobijas que –precavidamente- cargaron desde su casa, descansaron.
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