La Covid-19 alteró el día del Presidente. Esta vez no hubo un Zócalo lleno al cual dirigirse; ni interrupciones por aplausos, y de 600 invitados del año pasado, ahora eran apenas 62, incluyendo su gabinete. Tampoco hubo grandes anuncios que dar. Pero igual que en otros de sus informes, estuvo sólo en el escenario, acompañado de una silla vacía, que nunca utilizó.
Los cambios fueron más sutiles, pero simbólicos. El escenario cambió. El mensaje ya no decía que era “al pueblo de México”, como en su primera versión, sino simplemente del “Presidente Constitucional”. No se siguió protocolo en el acomodo del gabinete, quedaron mezclados entre la primera, segunda y tercera fila. Pero colocó al centro, en primera fila, a dos de sus secretarios, de Gobernación y de la Defensa, Olga Sánchez Cordero y el general Luis Cresencio Sandoval; y a un lado de ellos, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y el presidente de la Conago, Juan Manuel Carreras. Como figuras de primera fila a sus dos hijos, Andrés y Gonzalo, y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller.
Un elementos más, un error o un sutil mensaje. Al principio y al final se entonó el Himno Nacional, y en las dos ocasiones la maestra de ceremonias pidió a los asistentes “rendirle honores al Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandante supremo de las Fuerzas Armadas”; no así, como señala el protocolo y la ley, entonar el himno en honor al lábaro patrio.
Así fue el Segundo Informe de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador que la pandemia achicó y en el que la palabra “corrupción” pretendió ser la columna vertebral de su mensaje, de un gobierno cuyo “principal legado será purificar la vida pública de México”.
Sin sorpresas
En punto de las nueve de la mañana, López Obrador llegó acompañado de su esposa Beatriz Gutiérrez Múller. Primero encabezó un minuto de silencio en honor a las víctimas de la Covid-19.
Por primera vez, elementos de la Brigada de Fusileros Paracaidistas de la Fuerza Aérea Mexicana, un cuerpo especial y de combate, encabezaron los honores a la bandera.
Mientras Alfonso Durazo dejaba su café a un costado de la silla, el tabasqueño se dirigió al templete desde el que pronunció su discurso.
Un traje azul oscuro y una corbata verde botella, hacían conjunto con una expresión facial decaída, seria, que sólo cambió un par de veces en 50 minutos, por una mueca que se asemejaba a una leve sonrisa.
“Fui de los primeros en sostener que el principal problema de México era la corrupción y ahora no tengo la menor duda. La peste de la corrupción originó la crisis de México”, lanzó en su primera frase.
Desde la primera fila lo escuchaba su esposa, dos de sus cuatro hijos, los titulares de Segob, de Sedena, de la Semar, el presidente de la Conago, y Daniel Asaf Manjarrez, jefe de la Ayudantía, que ocupó un lugar vacío de último minuto y que no soltó su celular durante todo el evento.
El tabasqueño leyó todo su discurso. No hubo “me canso, ganso”, ni “no, primo hermano”, esas frases que se han vuelto tan populares y le ganan aplausos en los eventos que realiza en los estados.
Mientras hablaba, gritos de una protesta del Movimiento Antorchista se podían escuchar desde el exterior, eran tantos que minimizaban el apoyo de las “Adelitas” de López Obrador, un grupo de mujeres que lo apoyan y que también estaban presentes en el Zócalo capitalino.
“No es por presumir”, dijo, en tono de seriedad. No mostró la sonrisa burlona que generalmente acompaña esta frase. Y es que todos los logros que enumeró en su discurso, ya los había dicho en sus mañaneras e incluso habían sido compartidos a través de imágenes y frases, desde cinco minutos antes de que iniciara el evento, en las transmisiones de YouTube.
Arturo Zaldívar, ministro Presidente de la SCJN y el fiscal general Alejandro Gertz Manero, fueron los ausentes. “Ellos tienen la arrogancia de sentirse libres, ese es el cambio, la transformación”, justificó López Obrador.
“Sigamos pues haciendo historia, sigamos pues haciendo patria. Por nosotros y por la nuevas generaciones que sabrán honrar la dignidad de nuestro pueblo y la grandeza de México”, dijo al finalizar el corto discurso.
Para el primero de diciembre, aseguró, se tendrán los cimientos y ya entonces “quedará la tarea de terminar la obra de transformación”.
ES DE INTERÉS |
“Ya pasó lo peor”, dice AMLO en su segundo informe de gobierno
Ni homicidios ni extorsiones disminuyen