Mientras las gradas colocadas alrededor del Zócalo de la Ciudad de México lucían vacías, a lo largo de la avenida Pino Suárez los contingentes ya se encontraban formados y listos para dar inicio al desfile, de lo que se ha denominado en los últimos meses, como la tercera transformación de México: la Revolución Mexicana.
Sus rostros proyectaban la seriedad del evento que se anunció meses atrás. Se organizó con tiempo, se detalló con antelación, pero poco parecía atraer a las masas en un día hábil de trabajo y estudio, dos días después de un puente vacacional.
Veintidós minutos pasados las once de la mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dejó descansar por un día su “mañanera”, salió al balcón del Palacio Nacional para deleitarse y aplaudir la conmemoración de la fecha histórica que él mismo se ha encargado de destacar a través de sus continuas referencias a Madero, Zapata y Francisco Villa.
Al mandatario lo flanquearon, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval; el de Marina, José Rafael Ojeda; y en el balcón continuo, Alfonso Durazo, Olga Sánchez Cordero y Marcelo Ebrard.
En los costados del primer cuadro de la ciudad, organizaciones campesinas amenazaban con romper los cercos de seguridad; mientras que, en la plancha del Zócalo, mil elementos de Ejército mexicano representaron más de 500 años de historia, divididas en tres etapas, según ha delimitado el mismo gobierno federal.
Con el sonido del caracol, como se iniciaban las ceremonias en Mesoamérica, se el banderazo a la representación del nacimiento de las civilizaciones, como la Olmeca, Maya, Teotihuacana y Tolteca.
Con trajes vistosos y coloridos, dieron paso a la demostración de la conquista de México Tenochtitlán por los españoles, el nacimiento de la Nueva España, la Independencia de México, la invasión de Estados Unidos y Francia.
En voz de la Patria y el Estado se contó la historia de nuestro país en cada uno de los momentos que le siguieron, como la conformación de la Constitución de 1857, la Reforma, la llegada de los ferrocarriles, la Expropiación Petrolera y otros eventos de vital importancia para la construcción de México.
La cuarta transformación, como llama López Obrador a su movimiento, dio paso a una representación aeróbica ecuestre de las Fuerzas Armadas, en la que mostraron sus habilidades arriba de caballos. La “Parada india”, causó el primer accidente del evento. El caballo resbaló, dobló sus patas y el jinete no pudo realizar su maniobra. La fuerza del animal lo colgó en el aire, para luego azotarlo sobre el asfalto, ante la mirada preocupada e incrédula del primer mandatario.
Homero Mendoza Ruiz, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, junto a otros seis jinetes, luego de solicitar licencia a López Obrador, dio el banderazo de salida al desfile conmemorativo de la Revolución Mexicana.
Por más de 90 minutos, las representaciones que se habían mostrado en el Zócalo se trasladaron a los 51 vehículos que iniciaron el recorrido frente al Presidente. Revolucionarios, Adelitas, rifles, personajes de nuestra historia y escenarios de cada uno de los enfrentamientos, se adecuaron a las cajas de los tráileres de la Sedena.
Como lo prometió López Obrador, los principales protagonistas del desfile fueron los dos mil 980 caballos de diferentes razas, como Purasangre y Santa Gertrudis, que engalanaron unas calles de la Ciudad de México. RB