Creencias, ideas necesarias
Vivimos y nos interrelacionamos a base de creencias, es una necesidad psicosocial básica del ser humano; y es justo esta característica que facilita el que la propaganda sea un medio muy eficaz en regímenes autoritarios, autocráticos o dictatoriales
El presente artículo es producto de una inquietud, al observar como todas las personas creemos la mayoría de los conocimientos que obtenemos, ya que sería imposible adquirirlos por experiencia directa.
Esta necesidad de creer debe de haberse originado durante la evolución humana. Como dice Noha Harari en su libro De animales a dioses, el ser humano experimentó una revolución cognitiva que contiene tres fases: aprender, memorizar y comunicar.
Desde hace tiempo ha sido tan abundante el conocimiento acumulado y tan diverso, que sería imposible comprobarlo por uno mismo.
La gran cantidad de información ha sobrepasado la capacidad para que el cerebro contenga todo el saber, por lo que la dinámica de la evolución nos llevó a transmitirlo a través de la cultura.
Desde los orígenes de la civilización sin las creencias no podríamos vivir en sociedad. Así como en la vida cotidiana generalmente prevemos y esperamos determinado comportamiento de los otros, debido a nuestra experiencia de vida, también se ha hecho indispensable obtener nuestro conocimiento creyendo lo que otros nos dicen, sean estos los familiares, amigos, maestros, científicos, políticos, periodistas, etcétera.
El saber se transmite cara a cara, por medio de los libros, revistas, la televisión, la radio, las computadoras, la escuela, la familia, entre otros.
Vivimos en una época en la que se reverencia a la ciencia, dándole un lugar superlativo, preponderante y de mucho respeto. Y por ello es que llegamos a aceptarla como una verdad definitiva, cuando lo cierto es que el conocimiento adquirido a través del método científico siempre es tentativo y se modifica con el paso del tiempo y el surgimiento de nuevas evidencias.
La astronomía es un ejemplo perfecto; los astrónomos nos dicen que los planetas y galaxias se encuentran a “x” años luz, que el Universo se creó con el Big Bang, que en el centro de nuestra galaxia existe un hoyo negro gigante, etcétera.; la mayoría de nosotros sólo podemos creerles y confiar en ellos, ya que no tenemos ninguna certeza de que sea verdad. Es más, los científicos serios afirman que estos descubrimientos sólo son hipótesis.
Lo mismo sucede con los biólogos, paleontólogos, arqueólogos, historiadores, politólogos, sociólogos, antropólogos, economistas, etcétera.
Somos religiosos a pesar de las contradicciones y problemas de traducción que con el tiempo han sufrido los textos sagrados; a muchas personas creer le da sentido a su vida y los ayuda a sobrellevar la rudeza de la realidad. Es decir, la religión les da consuelo, sin estas creencias su vida sería un caos o no tendría sentido.
En todo momento hacemos juicios sobre la realidad que se nos presenta y nuestro cerebro al procesarlo lo considera o no creíble.
Estamos condicionados a creer, es una necesidad imperiosa que la tenemos arraigada en nuestra mente. Sin estas creencias nos paralizaríamos, no podría existir la sociedad; todos estaríamos condenados a ser ermitaños inmersos en una vida corta y precaria; es muy probable que ya hubiese desaparecido nuestra especie.
Al creer, generalmente aceptamos como verdadero un conocimiento o una cosa, pero no averiguamos más allá, simple y sencillamente le creemos al otro.
Así como el creer tiene su aspecto vital también posee su parte negativa, ya que podemos llegar al extremo de ser crédulos.
Esta predisposición a dar crédito al dicho de otro nos hace vulnerables al engaño; les creemos a los que tienen facilidad de palabra sobre algo que es falso; se pueden aprovechar de las personas ya que el mayor tiempo nos movemos a través de creencias y, muchas veces, cuando estamos sumergidos en lo cotidiano, un estafador nos puede engañar. Es imposible estar alerta en todo momento; esto le puede pasar a cualquiera.
Es un hecho que todos mentimos, algunos de buena fe y otros de mala fe. Los peligrosos son los segundos. Se puede engañar a nivel personal o de grupo y existen muchos tipos de timadores.
Hay que estar atentos a la publicidad y la propaganda; en el primer caso nos pueden vender productos o servicios con cualidades que no poseen o no necesitamos y, en el segundo, los líderes a través de un aparato organizado nos pueden engañar con mentiras permanentes para llegar y mantenerse en el poder. En este último caso, como creyentes, podemos llegar al fanatismo, al grado de bloquear nuestra capacidad de razonar y dudar.
La propaganda es un medio muy eficaz en regímenes autoritarios, autocráticos o dictatoriales. Los líderes inescrupulosos se aprovechan de nuestro mecanismo interno que nos predispone a creer.
Lo cierto es que vivimos y nos interrelacionamos a base de creencias. Creer es una necesidad psicosocial básica del ser humano.
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