Covid-19, contra la obesidad
Desde antes de la llegada de la Covid-19 la obesidad era un problema de salud; en la historia evolutiva de la humanidad se ha favorecido la acumulación de reservas energéticas en forma de grasa, por lo que hay una multitud de variantes genéticas que predisponen a esta condición y hacen que sea difícil deshacerse de ella, pero es buen momento para investigar y resolver este problema

La juventud no es defensa ante la Covid-19 si hay obesidad. “Las personas obesas tienen más probabilidades de ser hospitalizadas con Covid-19”, y ya en el hospital “tienen mayor riesgo de muerte y de necesitar ventilación mecánica... incluso si son jóvenes”, asegura Nicholas Hendren, primer autor de un estudio publicado en la revista Circulation, el 17 de noviembre.

En especial, quienes se encuentran en la categoría más severa de obesidad, llamada Clase III (con un índice de masa corporal de 40 o más), deben considerarse de alto riesgo y pueden justificar la priorización de una vacuna Covid-19, considera Justin Grodin, quien dirigió el estudio que analizó datos de más de siete mil 600 pacientes en 88 hospitales de Estados Unidos.
Hay muchos más estudios que han llegado a la misma conclusión. Por ejemplo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos informan que 73% de las enfermeras que han sido hospitalizadas por Covid-19 padecían obesidad; en el norte de Italia se vio que no sólo la obesidad, también también tener un índice de masa corporal de 30 o más es peligroso ante la Covid, y otros estudios encuentran que en esta pandemia es más riesgoso ser menor de 60 con obesidad que mayor de esa edad sin ella.
No está claro por qué la obesidad tiene este efecto, pero es posible que sea porque el receptor ACE2, el que usa el virus SARS-CoV-2 para ingresar e infectar las células humanas, es abundante en el tejido graso; también se considera al tejido adiposo como un órgano que genera citoquinas proinflamatorias, lo cual se puede complicar con el desbalance de estas últimas que llega a ocasionar el virus SARS-CoV-2, e incluso parece que las personas con obesidad tienen un mayor riesgo de ser infectadas y que su condición podría disminuir la efectividad de una vacuna
Además, la obesidad está asociada con la hipertensión y la diabetes, enfermedades que se han relacionado con el padecimiento de la forma grave de Covid-19, y se ha observado que la diabetes e hipertensión aumentan susceptibilidad a males neurológicos causados por la Covid-19.
Ante estos problemas, se ha sugerido que combatir la obesidad sería una forma de prevenir la forma grave de padecer Covid-19; sin embargo, este padecimiento es un tema complejo que apenas estamos entendiendo. Se puede decir que la obesidad no representa un problema, sino muchos.
8.6 puntos porcentuales ha crecido en México la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantiles desde 1999, cuando era de 26.9 por ciento.
Pasó de solución a problema
Desde antes de la pandemia, diversos estudios han mostrado que la obesidad reduce la esperanza de vida hasta en ocho años y se asocia con al menos 236 otros problemas médicos, incluidos 13 tipos de cáncer, apnea del sueño, colesterol alto y depresión.
›Las relaciones entre estas condiciones son complicadas; incluso la relación entre la diabetes tipo 2 y la obesidad no es tan directa como parece. Por ejemplo, en China, India y Japón la prevalencia de diabetes 2 es alta, pero la de obesidad es relativamente baja; por el contrario, en Australia y Reino Unido, donde la prevalencia de obesidad es alta, la de diabetes 2 es relativamente baja.
En la historia evolutiva de la humanidad se ha favorecido la acumulación de reservas energéticas en forma de grasa, por lo que hay una multitud de variantes genéticas que predisponen a esta condición y hacen que sea difícil deshacerse de ella.
“Descubrimos un mecanismo contra el hambre que se ha convertido en una maldición en tiempos de abundancia, porque ‘considera’ que el estrés creado por comer en exceso es similar al estrés creado por la inanición, y frena nuestra capacidad para quemar grasa”, dice Ann Marie Schmidt, investigadora de la Universidad de Nueva York y autora principal de un estudio publicado en julio en Cell reports.
Schmidt y sus colegas encontraron una proteína, a la que llamaron RAGE (por acrónimo de sus propiedades bioquímicas pero que significa “ira” en inglés), cuya función, que se activa con el estrés, es detener la descomposición de la grasa almacenada.
Esto significa que, en los tiempos actuales, cuando las personas comemos más que nuestros antepasados, RAGE puede bloquear la “quema de grasa” necesaria cuando nos estamos muriendo de hambre, congelando, nos lesionamos, asustamos o, irónicamente, cuando comemos en exceso.
El estudio se realizó gracias a una subvención de la Asociación Americana para el Corazón (AHA) para encontrar el “freno metabólico” que se detectó en 2016 cuando los participantes de un concurso de perder peso lo recuperaron poco tiempo después, “como si sus cuerpos estuvieran empeñados en volver a la obesidad”.
Según el nuevo estudio, RAGE se activa con las sustancias químicas que se forman cuando el azúcar en sangre se combina con proteínas o grasas, lo que sucede con mayor frecuencia en pacientes de edad avanzada, diabéticos y obesos; también se puede activar con sustancias que se liberan como respuesta a un estrés continuo.
En ratones, la eliminación de RAGE de las células grasas hizo que su aumento de peso fuera hasta 75% menos que los ratones con el freno de RAGE activado, durante tres meses de alimentación rica en grasas y en condiciones iguales de consumo de alimentos y actividad física.
Por otra parte, investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de EU descubrieron, en ratones, un gen (Prkar2a) que controla el deseo de comer alimentos grasos y azucarados y el deseo de hacer ejercicio y que está altamente expresado en una pequeña región del cerebro involucrada en las respuestas al dolor, el estrés, la ansiedad, el sueño y la recompensa.
Dato. Aproximadamente dos tercios de las personas con diabetes tienen sobrepeso o son obesas, pero sólo entre dos y 13% de las personas obesas desarrollan diabetes tipo 2.
85% de los pacientes de 50 años o menos hospitalizados por Covid-19 en 88 hospitales de Estados Unidos tienen sobrepeso u obesidad.
Mexicanos, ¿tendencia genética a la obesidad?
El gen que genera la proteína RAGE y el Prkar2a son sólo un par de los miles de genes que se han relacionado con la obesidad. Los estudios sugieren que la genética contribuye a entre el 40 y 70% de los casos de obesidad, y se ha visto que algunas variantes genéticas la causan directamente. Sin embargo, poseer genes que lo predisponen a la obesidad no significa que desarrollar la enfermedad sea inevitable.

›Hay una multitud de factores que pueden intervenir en la activación de los genes de la obesidad: medicamentos como la mayoría de los antidepresivos, anticonceptivos y los que se usan para tratar diabetes, hipertensión, migrañas, trastorno bipolar, alergias e insomnio. Además, el medio ambiente familiar y social pueden tener un impacto significativo en el desarrollo de la obesidad, igual que la falta de sueño.
“México tiene la prevalencia más alta de obesidad infantil en todo el mundo”, asegura, con base en datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2016, un estudio conducido en el ISSSTE por Martha Eunice Rodríguez Arellano y publicado en el Journal of Endocrinology.
Los datos más actuales de la ENSANUT, siguen siendo alarmantes: “La prevalencia nacional combinada de sobrepeso y obesidad en infantes de 5 a 11 años de edad en 2018 fue de 35.5%", esto implica que de 1999 a 2018 el aumento en este índice ha sido de 8.6 puntos porcentuales.
La obesidad infantil, que puede no tener graves consecuencias en su momento, pero predispone a la obesidad en adultos y conduce al desarrollo del síndrome metabólico, diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares o cáncer, se desarrolla en respuesta a varios factores, en los que la nutrición y el gasto energético juegan un papel determinante.
“Los factores genéticos también tienen una contribución significativa a la obesidad, como lo demuestran las grandes disparidades observadas entre los grupos étnicos”, señalan Rodríguez Arellano y sus colegas.
Se ha estudiado que los niños indígenas estadounidenses, mexicanos y del continente americano en general, tienen un mayor riesgo de desarrollar obesidad que los niños africanos. Se calcula que la heredabilidad de la obesidad va del seis al 85 por ciento.
Sin embargo, el grupo de Rodríguez Arellano analizó cerca de 20 variantes genéticas relacionadas con las hormonas y las citoquinas y sólo a una de ellas le encontraron relación con la obesidad en niños mestizos mexicanos.
Aunque este resultado abarca unos cuantos genes de los muchos relacionados con la obesidad, parece confirmarse con otro estudio, publicado en Nature en febrero de 2019 y conducido por investigadores de la UNAM y la Fundación Carlos Slim, que demuestra que las variantes genéticas (estudiaron 16), la historia parental y la obesidad permiten explicar sólo el 27.3% de la variabilidad de la diabetes tipo 2 en México.
También encontraron que “los genes desempeñaron un papel sustancialmente más importante en los hombres que en las mujeres, mientras que la obesidad y la historia parental desempeñaron un papel similar en ambos sexos”.
Estos resultados, junto con muchos otros, no sólo revelan la complejidad del problema; también apuntan a que los factores sociales, culturales y psicológicos deben tener una importancia crucial.
35.5% es la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad en infantes de 5 a 11 años de edad en México, según la ENSANUT 2018.
Epílogo: andar etiquetando
Cómo se puede apreciar, solucionar los problemas de obesidad, que van en aumento en todo el mundo, es muy complicado. Hasta ahora, una medida que ha resultado eficaz a nivel de salud pública, es el etiquetado de los alimentos, según revelan estudios en Chile.
›Para México un estudio publicado en agosto calcula que en cinco años el etiquetado de advertencia sobre el contenido de azúcares, sodio y grasas de los alimentos, tendrá como mínimo “una reducción de 1.3 millones de casos de obesidad y una reducción en costos directos e indirectos equivalente a mil 800 millones de dólares”.
Recientemente se ha observado que otras formas de etiquetar resultan incluso más eficaces que el etiquetado de advertencia; por ejemplo, en Singapur se pone el equivalente en ejercicio de las calorías que aporta el contenido de los paquetes de comida y en Australia poner estrellas a la comida saludable ha llevado a que se reformulen muchos productos.
Conocer estas aproximaciones (que podrían aplicarse en México hasta dentro de cuatro años) y la complejidad del problema puede ser muy útil en lo individual. Se podría sugerir, por ejemplo, darnos premios por comer de manera saludable o por quemar las calorías extra, o, incluso, investigar en nosotros mismos qué alimentos nos convienen más de acuerdo a nuestra historia familiar.
La obesidad infantil predispone a la obesidad en adultos y conduce al desarrollo del síndrome metabólico, se desarrolla en respuesta a varios factores, en los que la nutrición y el gasto energético juegan un papel determinante.
36% más de riesgo de morir tienen los pacientes de 50 años o menos con obesidad severa, en comparación con las personas sin sobrepeso.
Control de riesgos
- Factores no genéticos que predisponen a padecer obesidad
- Hormonas: en especial la insulina, pero no es la única.
- Medicamentos: la mayoría de los antidepresivos, esteroides, anticonceptivos y medicamentos para el tratamiento de la diabetes, hipertensión, migrañas, convulsiones, trastorno bipolar, alergias, insomnio y otros.
- Medio ambiente: la familia, la cultura e incluso el lugar donde vive pueden tener un impacto significativo en el desarrollo de la obesidad.
- Sueño: La interrupción del sueño, la apnea y el dormir menos de siete horas o más de nueve horas pueden causar obesidad.
Dato. México está experimentando el aumento más rápido jamás registrado en el número de casos de diabetes tipo 2 en niños y adultos, y ahora ocupa el segundo lugar en América Latina y el sexto en el mundo en prevalencia de esta enfermedad.