El recinto del festival israelí de música Tribe of Nova, donde 364 personas murieron a manos de los islamistas de Hamás el 7 de octubre, se ha convertido en un espacio para la memoria al que cada semana acuden miles de visitantes.
Llegan en un vaivén continuo de autobuses y coches hasta los descampados y bosques en los que, el 6 de octubre de 2023, se instalaron cerca de 3 mil personas para pasar dos días de fiesta tecno en el sur de Israel, a unos cuantos kilómetros de la Franja de Gaza.
Un mosaico gigante, compuesto por fotos de las víctimas bajo el lema “Los recordaremos hasta la eternidad”, da la bienvenida a los visitantes en el estacionamiento de Reim.
Con 364 muertos, el lugar del festival fue el que más asesinatos registró el 7 de octubre durante el asalto de los milicianos de Hamás, que le arrancaron la vida a mil 160 personas, según datos oficiales israelíes. Ademas, los atacantes secuestraron a unas 250 personas, de las que más de 40 se encontraban en el festival. Ciento treinta de ellas siguen retenidas en Gaza.
Tras la matanza, en uno de los campos se plantaron cientos de árboles, uno por víctima, y lo que antes era un terreno árido ahora ha verdecido y se ha llenado de anémonas rojas.
“Terapia”
En esta mañana de principios de febrero, decenas de soldados de uniforme, algunos recién llegados de la Franja de Gaza, donde combatían, entonan la “Hakikva”, el himno nacional israelí.
Tras ellos se acerca un grupo de mujeres de México. Una de ellas, Jacqueline Sefami, miembro de una organización mexicana de apoyo a Israel, no disimula su emoción. “No paro de llorar”, comenta a la AFP.
De repente, llega desde Gaza el ruido atronador de las explosiones. En ese territorio palestino, Israel está llevando a cabo una ofensiva en respuesta al ataque de Hamás que ha matado ya a más de 29 mil 900 personas, sobre todo civiles, según el Ministerio de Salud gobernado por el movimiento islamista palestino.
Elazar Goldstein, de 42 años, acaba de terminar un largo periodo de reserva militar. Se pasea de la mano de su esposa, a la que ha traído al recinto de
Nova
para enseñarle “lo que esa ‘basura’ hizo aquí". “Nada justifica la guerra más que esto”, sostiene.
En la zona se han colocado unos palos con fotos de las víctimas o de los rehenes capturados en el festival, además de banderas israelíes, velas, coronas de flores y otros objetos en homenaje suyo. Hay varias guitarras.
La mayoría de los visitantes son israelíes. El recinto de Nova es uno de los pocos lugares abiertos al público de los más de 40 atacados por Hamás, incluyendo una decena de bases militares y unas treinta aldeas y kibutz.
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“Conectar” con la historia
Después del 7 de octubre, se multiplicaron los desplazamientos de delegaciones oficiales a los kibutz atacados, hasta que sus habitantes acabaron por pedir que los dejaran tranquilos.
Sin embargo, mucha gente sigue visitando la ciudad de Ofakim, el lugar atacado más alejado de la Franja de Gaza, a más de 25 km, donde cerca de 40 civiles y policías fueron asesinados.
Varias chicas jóvenes de un seminario religioso de Jerusalén escuchan allí, al borde de las lágrimas, el relato de Shiran, la viuda, de 37 años, de Roni Abuharon, un policía al que milicianos de Hamás mataron en plena calle.
“Estoy orgullosa de él, quiero contar su historia, que se entienda que el pueblo judío está vivo y va a ganar”, señala, delante de una foto de su esposo, dispuesta en el lugar en el que lo mataron. La paredes de los edificios cercanos todavía están punteadas de impactos de bala.
Para Yaffa Moskowitz, encargada educativa del seminario, “es importante mostrar a nuestras alumnas lo que ocurrió aquí, que puedan conectar con esta historia”.
En el recinto del festival, el reservista Elazar Goldstein se dice confiado en el futuro.
“Yo estaba aquí el 8, vi los cuerpos, y hoy veo todo este verde y a toda la gente que viene a pasear aquí con total seguridad... Soy optimista, pero es un proceso largo”, afirma. MAAZ
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