Creada en 1968 para dar cobertura a los Juegos Olímpicos celebrados aquel año en México, Notimex cumplirá en este mes de agosto 50 años de existir. Primero como una sociedad anónima de participación estatal y luego, desde junio de 2006, como un organismo descentralizado, denominado Agencia de Noticias del Estado Mexicano. Notimex es un medio de servicio público por excelencia. La discusión sobre esos medios en México ha sido larga, llena de prejuicios y hasta ahora, no suficientemente fructífera. En el último sexenio, además, parece haber quedado al margen de la agenda, quizá porque nadie supuso que el gobierno que está por acabar impulsaría la existencia de plataformas de comunicación realmente independientes y con vocación de servicio a la sociedad. Su preocupación, como hoy sabemos, se centró más en conseguir los aplausos que nunca llegaron. El cincuentenario de Notimex coincide con los comicios que dejan importantes mensajes para los gobiernos. Entre ellos, el repudio a la gestión de las instituciones mediante privilegios, corruptelas, opacidad e ineficiencia. Esta entidad, que emplea a poco más de 300 personas, varias de ellas periodistas experimentados, es un botón de muestra de la urgencia de una real y profunda transformación de las instituciones. El pasado 6 de marzo, el académico Gabriel Sosa Plata publicó en Sin Embargo una acuciosa revisión de la cobertura que Notimex hacía de las campañas presidenciales. Su conclusión es precisa, la Agencia del Estado fue, en la elección de 2018, un burdo instrumento de propaganda en favor de la campaña del candidato del PRI y en contra de sus rivales. En Notimex nadie toma en serio el artículo 6 de la Ley que crea a la institución, según el cual “toda información …deberá realizarse con absoluta independencia editorial frente a cualquiera de los Poderes de la Unión …y bajo los principios de veracidad, imparcialidad, objetividad, pluralidad, equidad y responsabilidad…” Una agencia de noticias de Estado debe ser referente de profesionalismo, rigor ético y autonomía en su labor periodística, debe cuestionar, asumir su rol como contrapeso democrático y buscar la conformación de una ciudadanía informada y participativa. En tiempos de saturación informativa, una agencia de Estado es por sí misma un poderoso antídoto contra los efectos dañinos de fenómenos como las fake news. Sin embargo, hace falta, además de la ley, voluntad política y condiciones objetivas adecuadas para el desarrollo de una agencia de este tipo, como ocurre en países donde agencias de noticias, que operan también con recursos públicos, inciden periodísticamente en la agenda local e internacional y crecen junto al avance tecnológico, porque son referentes de credibilidad, periodismo serio y confianza. Lamentablemente en 2006, al convertir a Notimex en agencia de Estado, el Congreso mexicano emitió una ley sin tomar en cuenta -o dejando pasar- las condiciones adversas que imperaban desde entonces en la institución, y que ahora la han llevado casi a la inviabilidad operativa y la irrelevancia periodística. Respeto el trabajo de su director actual, aunque difiero radicalmente de su visión editorial y de su conducción administrativa. Asumo por mi cuenta que, en mi turno frente de la agencia, tampoco pude, o no tuve tiempo para abatir los graves rezagos y obsolescencias que Notimex enfrenta, destacadamente el peso de una dirigencia sindical que, aun ocupando un lugar en la Junta de Gobierno, día con día busca secuestrar las decisiones editoriales, obstaculizar la cobertura periodística y amedrentar a quienes intentan hacer un trabajo acorde con el mandato legal de la institución. Una dirigencia sindical que, desde hace más de una década, supone suyos los destinos del personal, que impone familiares en la nómina, que induce presiones inventando delitos y monta campañas de acoso a los directivos. Un liderazgo sindical que lejos de promover la modernización institucional y proteger la fuente de trabajo, viaja a China, Vietnam, Irán, Gran Bretaña o Alemania, con todo pagado por Notimex, sin entregar a la vuelta una sola nota o producir, de mano propia, un reporte que nutra el hilo informativo. Andrés Manuel López Obrador tendrá en la Presidencia como interlocutor inevitable al periodismo que existe en México. Las redes sociales no anularán, aunque muchos así lo quisieran, la función e influencia del sistema de medios tradicional. Él, como se ha visto, no dudará en refutar, con su versión de los hechos, la información publicada. Esa interacción debería abonar a un debate abierto y democrático, que mucho puede beneficiarse de la concurrencia de una verdadera agencia de Estado, financiera y laboralmente renovada y sana, cuyos reportes informativos no sean boletines oficiosos, sino faro de neutralidad y confiabilidad. Al iniciar su gestión, el nuevo gobierno deberá materializar en políticas públicas y decisiones institucionales el modelo de relación entre medios, poderes públicos y ciudadanía, que refleje la visión que tenga de la pluralidad de la sociedad mexicana. Los problemas de la Nación son muchos y graves. Qué hacer con la agencia Notimex tiene su importancia. Se trata de una ventana de México en todo el territorio nacional y en varios países del mundo. La forma de entenderla, reinterpretar su tarea y conducirla, dará cuenta también de la dimensión del compromiso que el Estado Mexicano asumirá en los próximos años con la libertad de expresión y con la función social del periodismo como instrumentos de la sociedad en democracia.