A diferencia del SARS-CoV-2, el virus del Ébola no se contagia con facilidad; sin embargo, entre 2013 y 2016 un brote de esta enfermedad en África occidental que llegó a otros países demostró que el mundo no estaba lo suficientemente preparado para detectar y responder a las amenazas epidémicas.
Sin embargo, esa epidemia también demostró que era posible desarrollar vacunas en colaboración y de manera rápida. De hecho, actualmente hay dos vacunas aprobadas contra el virus del Ébola, la primera de las cuales, llamada Ervebo, se utilizó antes de su aprobación bajo lo que se conoce como “uso compasivo”, para 16 mil personas en Guinea en 2015.
Esta fue la razón por la que, en enero de 2016, el Foro Económico Mundial convocara a la formación de un grupo especializado que, como punto de partida, impulsara el desarrollo de vacunas. En la reunión del organismo del año siguiente, el 19 de enero se presentó la Coalición para Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por su sigla en inglés), que tendría sede en Oslo, Noruega, oficinas en Reino Unido, India y Estados Unidos y socios en todos los continentes.
La función principal de CEPI ha sido desde entonces proporcionar un modelo de financiamiento para el desarrollo de vacunas contra enfermedades infecciosas epidémicas, por lo que es fundamental tener una base científica sólida para orientar los recursos de la mejor manera. Es ahí donde entra el Comité Asesor Científico, que a principios de junio de 2021 incorporó a sus dos primeros miembros latinoamericanos: Marco Safadi, de Brasil, y la mexicana Laura Palomares.
A principios de mayo de este año, Palomares, quien también es directora del Instituto de Biotecnología de la UNAM (IBt), fue elegida covicepresidenta (pues hay dos vicepresidentes) del Comité Asesor Científico de CEPI, y hace unos días platicó con ejecentral sobre su trabajo ahí, sobre qué ha aprendido México en el tema de la preparación contra pandemias y la fabricación de vacunas y cómo lo puede aplicar.
El apoyo detrás de las vacunas
Palomares explica que, desde antes de la pandemia, CEPI estaba dando apoyo al desarrollo de dos tipos vacunas que resultaron fundamentales para combatir al coronavirus SARS-CoV-2.
Por un lado, las de ARN mensajero, “que han significado un cambio total de paradigma”, pues CEPI ya había identificado a las empresas BioNTech, que es la creadora de la vacuna que adoptó Pfizer y Moderna, y las ayudó con financiamiento para acelerar sus proyectos.
Por otro lado, CEPI apoyó el desarrollo de la novedosa vacuna hecha con un adenovirus de chimpancé desarrollada en la Universidad de Oxford. En concreto, le brindó apoyo desde 2018, cuando la idea era desarrollar una vacuna para el SARS-CoV. Además, ha alentado otras vacunas que usan plataformas más convencionales, como la de Novavax.
En México, CEPI también ayudó a que dos laboratorios de la UNAM alcanzaran el nivel 3 de seguridad y a que el 14 de mayo de 2021 se sumaran como los primeros de Latinoamérica a la red de laboratorios estandarizados que permite que se evalúe la eficacia de las vacunas de la misma manera en todo el mundo y que inició, en octubre de 2020.
Por el momento en que fue inaugurado, el laboratorio de la UNAM fue utilizado para hacer pruebas, entre otras, de dos vacunas contra Covid-19 que estaban siendo desarrolladas en la propia Universidad Nacional; una de ellas, por el equipo de Palomares, y otra por el equipo de Edda Sciutto.
“Las vacunas (contra Covid) en la UNAM siguen avanzando y superando obstáculos”, comenta Palomares. “Hay que recordar que el desarrollo de vacunas es así; esta rapidez con la que se desarrollaron las de ARN mensajero y de adenovirus pueden hacer pensar que es algo muy fácil, pero hay que recordar que estas vacunas ya tenían mucho avance desde antes de la pandemia, mientras que las nuestras iniciaron casi de cero”.
Los laboratorios nivel 3 de la UNAM y otro de nivel 2, que se generaron por iniciativa de los institutos de Biotecnología, Investigaciones Biomédicas y las facultades de Química y Veterinaria y que contaron, y que además del apoyo de CEPI tuvieron los de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI) y de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid), ya están siendo utilizados para investigaciones sobre otras enfermedades infecciosas potencialmente pandémicas.
Hacia el futuro
Laura Palomares comenta que para entrar al Comité Científico de CEPI sometió su candidatura el año pasado y cree que la aceptaron porque trabaja “desde hace muchos años en el desarrollo de vacunas”, y no sólo en los aspectos científicos.
“Tuve la oportunidad de trabajar en el desarrollo y registro en México de la primera vacuna recombinante contra influenza”, comenta, y agrega que ha colaborado con Birmex y con otras empresas en las áreas de química, manufactura y control.
También considera que para ser nombrada covicepresidente, donde su trabajo es básicamente coordinar a los equipos y las reuniones y aterrizar lo que en ellas se discute, influyó el trabajo que ha realizado durante la pandemia.
“En el Instituto (de Biotecnología) colaboramos a nivel institucional con empresas desde hace muchísimos años, y continuamos durante la pandemia”. Parte de esas colaboraciones fueron las primeras pruebas PCR; la caracterización de variantes del SARS-CoV-2, en colaboración con el INDRE, y también participaron en el proyecto de anticuerpos de caballo.
Sin embargo, Palomares admite que la colaboración no fue tanta como hubiera deseado, básicamente porque hay pocas empresas del ramo en México, y agrega: “me gustaría que hubiera más institutos de biotecnología”.
Por lo pronto, el IBt ya tiene una unidad periférica en Pachuca, Hidalgo, donde esperan potenciar la producción de vacunas en México y eliminar el cuello de botella que implica que no haya dónde fabricar vacunas.