Varios amigos están a favor de que Andrés Manuel López Obrador deje la Presidencia lo antes posible. Al menos tres me han invitado a unirme al Frente Nacional Anti AMLO (conocido como FRENA). Decliné y a uno le di dos razones:
No creo en posiciones bipolares (amigo/enemigo, guerra/paz, bueno/malo), porque son simplistas y replican el odio, y un espíritu de venganza. No creo en movimientos anti porque son estériles y ajustan la realidad al limitado horizonte de su punto de vista.
Mis argumentos no lo convencieron. Y no los culpo: este gobierno ha cometido agravios profundos en contra de muchos. No sólo los empresarios, también las mujeres, las minorías, los más vulnerables (niños con cáncer. Imperdonable), los llamados “fifís”, los periodistas y opinadores, los intelectuales, los médicos, los científicos, los investigadores.
›Por la pandemia y la suspensión de actividades, los empresarios (formales e informales) son de los que más han padecido las consecuencias económicas. Actividad reducida al mínimo; empresas paradas; cadenas de distribución rotas; falta de liquidez para pagar nómina e impuestos, y ese cáncer de doble cara, que existe desde hace años: inseguridad e impunidad.
Es natural que, en el norte del país, zona de espíritu emprendedor, hayan surgido las voces del más agrio descontento, que exigen la renuncia del Presidente y lo tachan de traidor. A estas alturas, es más que evidente el desprecio de López Obrador por los empresarios de cualquier tamaño. Quien no lo reconozca es un ingenuo, aunque sea presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
Crítica y dogmatismo
La biografía de López Obrador da señales claras de su psique. Para él, México encarna en el pueblo pobre. Su visión es impermeable a la crítica, entendida ésta no como decir algo en contra, sino como una serie de preguntas, que ponen límites al conocimiento y la acción.
Ni el Presidente ni sus cercanos son críticos, al contrario: se mueven en el terreno de la fe, la creencia en su verdad. La llamada “izquierda” en México no es más que una impostación, más o menos elaborada, de viejos dogmas que inconscientemente heredamos de la Nueva España y la Contrarreforma.
Ya en los años 80, Octavio Paz lo advirtió y denunció; y por eso lo quemaron en efigie frente a la embajada de Estados Unidos, acto del que fui testigo. No hay que preguntarse qué habría pensado Freud de ello, porque el significado simbólico es transparente: confirma en el acto mismo que todo lo que Paz dijo era cierto.
Regreso a FRENA. La falta de empatía del gobierno es un agravio. Pero los empresarios suelen creer que el mundo llega sólo hasta donde ven sus ojos. Se trata de un viejo analfabetismo social y político de clase, incluso filosófico y estético, que los vuelve a casi todos (hay notables excepciones) impermeables a las desgracias ajenas, las que no suceden en su propio entorno.
›Otro error de origen: un gobierno no es una empresa. Está su dimensión administrativa y esa administración debe estar siempre en manos de técnicos, que tomen decisiones técnicas. Pero debe hacerse política, y ésta no la hacen simples “empleados”.
Una tarde con Allende
FRENA puede ayudar a generar, sin quererlo, condiciones que fortalezcan el autoritarismo sin forzar la dimisión al Presidente. Sería irónico, pero la historia está llena de ironías. Un ejemplo lo ofrece Chile y el golpe en contra de Salvador Allende. En alguna memoria o una entrevista, Régis Debray narró un encuentro con Allende, en su casa de veraneo, a mediados de 1973.
Ese año, el Presidente chileno había aceptado la renuncia del general Carlos Prats González de su cargo como Comandante en Jefe del Ejército chileno. Su sucesor, nombrado por el propio Allende, fue un oscuro militar, surgido del cuerpo de carabineros: Augusto Pinochet. Esa tarde, Allende y Debray platicaban muy animados sobre el futuro del socialismo en América Latina. Una llamada los interrumpió: era Pinochet. Allende la atendió y Debray recuerda que el mandatario le daba gritos y órdenes al militar, incluso de forma grosera. A su regreso, el intelectual francés le preguntó si todo estaba bien y Allende le respondió que sí, que no era nada.
“Estos milicos que se creen gente”, agregó, con desprecio.
Días después vino el golpe de Estado y Chile vivió por 15 años la larga noche de la dictadura. Si la ultraderecha (apoyada por la CIA) fue la gran responsable de esa infame degradación de la democracia, la izquierda (en su soberbia) tampoco fue inocente.
Debo al historiador Enrique Ruiz García (Juan María Alponte), la comunicación verbal de esta anécdota, que no he logrado ubicar en los libros de Debray, pero que ilumina la altanería de una izquierda que (como la Iglesia) se cree la única portadora de la verdad.
El caso Allende es oportuno porque, para el Presidente, es el paradigma sobre cómo fracasa un movimiento revolucionario. Allende es una especie de santón de la izquierda, un mártir. Es también un ejemplo del victimismo latinoamericano.
La anécdota humaniza a Allende: lo baja del pedestal, lo muestra soberbio, convencido de que su causa era invencible.
Al exigir la renuncia de López Obrador, FRENA justificará darle mayor poder al Presidente. De sobra se conoce la máxima nietzschena: “Lo que no me mata, me hace más fuerte”.
Y algo más: FRENA promovió una carta infame, dirigida a Donald Trump, donde lo alertan sobre la inminente llegada del socialismo a México. Parece que olvidaron aquel episodio de la historia de México, donde varios mexicanos (el hijo de Morelos, entre ellos) fueron a ofrecerle el trono de México a un príncipe extranjero.
La vía democrática
La exigencia de que López Obrador renuncie representa una amenaza a la continuidad democrática del país, continuidad que debe resolverse en las urnas.
En una mesa de opinión, convocada por Carlos Loret de Mola, que reunió a María Amparo Casar, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, todos llegaron a la misma conclusión: la mejor opción para la democracia es quitarle a López Obrador y a Morena el control del Congreso y ganar el mayor número de gubernaturas, alcaldías y congresos estatales en las elecciones del 2021. Así el Presidente ya no podrá hacer lo que le venga en gana, deberá negociar y se detendrá la destrucción de las instituciones.
FRENA le hará un servicio al país si mantiene su protesta y el rechazo que ha generado, si apoya las controversias constitucionales ya interpuestas, pero moderando su demanda de que López Obrador renuncie y canalizando la indignación hacia el castigo por la vía del voto en 2021.
Hoy, FRENA está jugando con fuego. Y todos podemos salir quemados.
Antonio Puertas
*Escritor, filósofo enfocado en saberes sobre subjetividad y violencia, alguna vez editor en revistas y publicaciones de negocios, especialista en SEO (search engine optimization: optimización para el motor de búsqueda).