›Durante décadas ha sido cercanísimo a los círculos empresariales y de política más poderosos del país, pero en los últimos años se lanzó en una cruzada contra la corrupción del PRI, con el que colaboró y que ahora encabeza Enrique Peña Nieto. Sobre el Presidente ha dicho: si bien no se ha corrompido “descaradamente”, sí merece un sitio “en el salón de la infamia”
Francisco Pazos
Amediados de febrero, desde Los Pinos salió un mensaje que alertó a la estructura del gobierno federal. Fue breve, pero contundente: cuídense porque están buscando cualquier pretexto para encontrar casos de corrupción y quien caiga no lo vamos a defender. Incluso hay rastreos telefónicos y hay mucho dinero.
No dijeron el nombre de quién buscaba esa información ni por qué, pero sí la intención: denostar a funcionarios del gobierno de todos niveles y partidos, “balconearlos”. Al paso de los días las piezas se fueron acomodando y al interior del gobierno cobró sentido la advertencia, se trataba de las investigaciones que la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) había iniciado.
El mensaje informal, pero claro, se propagó entre los funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto, y le colocaron rostro a la advertencia: Claudio X. González Guajardo, al hombre de poder que bien conocen, con el que compartieron trabajo, reuniones, amigos y espacios, pero al que desde el poder ahora repelen, lo atacan, algunos lo llaman traidor y otros simplemente observan su “cruzada”.
Y es que Claudio X. González Guajardo ya ha dado muestras de que está dispuesto, de que tiene apoyo, de que ya diseñó la ruta que navegará, que no es un adversario menor, que ha desplegado toda su mordacidad y el primero de febrero mostró su brújula: el presidente Peña si bien no se ha corrompido “descaradamente”, sí merece un sitio “en el salón de la infamia” de la corrupción nacional.
Hasta ahora son al menos 15 los funcionarios y exfuncionarios que la asociación civil ha expuesto a través de investigaciones periodísticas en las que han sido identificados posibles casos de corrupción, los más recientes, el de Josefina Vázquez Mota, candidata a la gubernatura del Estado de México, por la entrega de dinero a la asociación Juntos Podemos, y el del delegado en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, con quien González Guajardo ha entablado un nuevo frente de batalla por denunciar sobre la entrega de contratos a amigos de la hija del morenista, Catalina Monreal.
MCCI se ha convertido en la trinchera de batalla del empresario y en ella ha operado desde mediados de 2016, colocando en el ojo público a políticos a través de una agenda “integral dedicada a prevenir, denunciar, sancionar y erradicar” la corrupción, de acuerdo con el objetivo que la asociación difunde en su portal de internet.
Sin embargo, en el tablero político y social mexicano, el presidente de MCCI se ha movido como un mariscal de campo, cuyas batallas sociales se muestran con una agenda que, sectores de la izquierda identifican como parte de la estrategia del sector empresarial conservador para influir y ganar espacios en la escena política nacional rumbo a las elecciones de 2018. Claudio X. González ha conseguido moverse prácticamente en todos los frentes que este país ha mantenido abiertos, tanto políticos como sociales. Es capaz de diseñar una plataforma electoral, fundamentar ideológicamente una reforma al sistema educativo nacional o emprender una cruzada contra la corrupción nacional.
Aunque ahora es reconocido como una de las voces con mayor fuerza y eco en la esfera civil mexicana, Claudio X., cuyo nombre sobrepasa en peso específico a su apellido, también formó parte y construyó amistades profundas con la clase política que ahora insiste en colocar bajo la lupa, en lo que se podría considerar como la segunda cruzada del activista.
Su vínculo con las esferas políticas le viene de cuna. Su padre, Claudio X. González Laporte, uno de los mexicanos con mayor influencia en el círculo rojo empresarial, fue asesor financiero durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. Para entonces, González Guajardo ya se manejaba con libertad entre los círculos más poderosos de la política nacional.
Siempre relacionado con el ala conservadora de la derecha nacional. Sus raíces políticas comenzaron a crecer a partir de 1987, hacia el final de sus estudios en la Escuela Libre de Derecho, donde fue contemporáneo de Felipe Calderón y de su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont. Éste encabeza el despacho Zinser, Esponda y Gómez Mont, aliado de Aprender Primero, brazo jurídico de González Guajardo.
En ese año formó parte del equipo de asesores de Luis Donaldo Colosio, cuando el político sonorense fue al mismo tiempo Oficial Mayor del PRI y candidato a una senaduría.
Su paso por las filas del tricolor lo llevó a formar parte de la campaña que Colosio coordinó para empujar a Carlos Salinas a la presidencia de la República. En ese momento, González Guajardo se movía en el círculo más estrecho de Luis Donaldo, el amigo personal del presidente Salinas, y entre ellos se contaban Esteban Moctezuma y Fernando Solís Cámara, otro estratega electoral del priismo, y en ese momento Roberto Madrazo, quien 18 años después perdería una elección presidencial frente al panista Felipe Calderón.
Para el relevo electoral de 1994, nuevamente se integró al grupo que ostentaría los siguientes seis años el poder. Fue llamado a impulsar la campaña de Ernesto Zedillo, luego del asesinato del candidato Colosio. Al final nuevamente logró colocarse en la órbita cercanísima al presidente, convirtiéndose González Guajardo en parte del equipo de Luis Téllez Kuenzler, de quien fue asesor cuando éste encabezó la Oficina de la Presidencia.
Poco antes, en 1990, el ahora presidente de MCCI y de la asociación Mexicanos Primero se había graduado como maestro en Derecho y diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy, de la Universidad de Tufts, y un año después obtuvo el grado de doctor en Derecho y Relaciones Internacionales por esa misma institución, que en sus orígenes fue fundada por la Iglesia Universalista de América y que actualmente goza del mayor de los prestigios, al ser la más antigua para el estudio de la especialidad de Relaciones Internacionales, y es de donde se han graduado diplomáticos, como el caso de Roberta Jacobson, todavía embajadora de Estados Unidos en México.
Como su padre, uno de sus hermanos, Guillermo González Guajardo también se vinculó al PRI, pero como parte de un grupo de empresarios que, a las órdenes de Eduardo Bours, recabó fondos para la campaña presidencial de Francisco Labastida, quien perdería la elección frente a Vicente Fox en el año 2000.
Cambio de trinchera
Para finales de febrero de 2001, cuando el PAN ya estaba en el poder y el equipo político con el que había trabajado los últimos 13 años habían dejado las filas gubernamentales, a González Guajardo le llegó una oportunidad que significaba un cambio de timón. Televisa retomó el proyecto social que había cerrado por falta de fondos cinco años atrás. Emilio Azcárraga Jean, amigo y socio familiar, invitó a Claudio X. para que encabezara la renacida Fundación Televisa en la que tendría la encomienda de posicionar temas sociales, culturales y educativos.
Esa misma noche en que la Fundación fue presentada, González Guajardo delineó su nueva trinchera: “luchar por estas causas es una responsabilidad de todos”. Desde entonces apareció en más grupos civiles y comenzó desde allí a construir su nueva red de vínculos. Para 2005 creó la asociación civil Mexicanos Primero, que sería el brazo educativo de su cruzada social.
En su paso por Fundación Televisa posicionó a Alicia Lebrija y Gabriel Altamirano al frente de la rama de Fomento Social, la encargada de impulsar una mejora educativa. También integró a los empresarios Manuel Arango y Alfredo Harp Helú, así como a Marinela Servitje, hija de Lorenzo Servitje, fundador de Grupo Bimbo, como miembros del consejo consultivo.
Para entonces, González Guajardo ya encabezaba la Unión de Empresarios para la Tecnología en la Educación (Unete), desde la que ha recibido donaciones millonarias de decenas de empresas como Microsoft, Dell y Cisco, así como de gobiernos para dotar de dispositivos tecnológicos a estudiantes de escuelas públicas.
Aunque Unete ha logrado ampliar la cobertura tecnológica enfocada a la mejora en la calidad de la educación, y al menos 2.3 millones de alumnos han sido beneficiados, de acuerdo con información oficial publicada en su portal de internet, los donativos que la asociación ha recibido también han sido cuestionados.
En 2004, los diputados Alfonso Ramírez Cuéllar y Omar Ortega Álvarez presentaron una iniciativa de reforma a la Ley Orgánica de la Lotería Nacional, luego de que fueran señaladas irregularidades en donaciones que este organismo hizo a la asociación de González Guajardo por 44.7 millones de pesos, hasta el momento se desconoce la ruta de ese dinero y los resultados de las investigaciones.
Los claroscuros en su carrera social fueron más frecuentes conforme su activismo fue más visible al frente de Mexicanos Primero. “Sólo con educación de calidad cambiará y crecerá México, sólo con educación de calidad puede México ser todo lo que debe ser”, dijo en marzo de 2009 durante la presentación del World Fund.
Ese será el mantra, que repetiría incansablemente como justificación de sus actividades y que lo llevaría a enfrentarse con el sector magisterial en su cruzada para transformar la educación pública en México y a perfilar sus batallones en contra de Elba Esther Gordillo, quien entonces aún dirigía con puño de hierro las riendas de la educación en el país a través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), pero a quien antes, cuando él era funcionario, trataba sin atacarla.
González Guajardo aprovechó el conflicto entre Gordillo con el gobierno federal desde el sexenio de Felipe Calderón y la lucha que la maestra tuvo con la entonces secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, para posicionar a Mexicanos Primero como factor de transformación en el conflicto educativo nacional.
En su cruzada, el activista por la educación volteó nuevamente a Televisa, de la que nunca se había despegado por completo, para lanzar uno de los golpes más duros en contra del poder de Gordillo. El 24 de febrero de 2012, llegó a las salas de cine el documental De Panzazo, en el que expuso la precaria realidad de los estudiantes y evidenció a la lidereza magisterial.
“Lo primero es recuperar la rectoría del Estado sobre la educación y hoy, lo primero que hay que hacer es reconocer que el Estado, ni a nivel federal ni a nivel local, es rector de la educación en México”, aseguró en octubre de ese mismo año con lo que comenzaría a perfilar su estrategia de presión para el gobierno de Peña Nieto que tomaría posesión en diciembre de 2012. El activismo de González Guajardo al frente de Mexicanos Primero le ha valido señalamientos como uno de los actores que instrumentó la caída de la líder del SNTE y del impulso de la Reforma Educativa desde la Secretaría de Educación Pública. Es, probablemente, la Reforma Educativa uno de los triunfos más notorios del activismo de Claudio X. González, aunque no el final de su encono contra el magisterio nacional, principalmente al representado por la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, al que calificó como “minoría de delincuentes” en 2015, en el contexto de las protestas que paralizaron a Oaxaca.
Pero las aspiraciones del activista han volteado ahora a las esferas políticas y de la administración pública, a las que ha comenzado a golpear a través de su nueva apuesta, la asociación Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, organismo al que ha atraído a investigadores como María Amparo Casar, quien funge como presidenta ejecutiva de la asociación y a periodistas como Salvador Camarena, quien dirige el área de Investigación.
Al igual que el resto de sus asociaciones, MCCI recibe donaciones para su operación, recursos que han llegado de decenas de empresarios e incluso de asociaciones extranjeras como Open Society, de George Soros, fondos que no han quedado lejos del mismo foco que González ahora enarbola.
Un nuevo frente ha abierto el activista empresario, una nueva cruzada anticorrupción que ya ha puesto la mira en la cabeza política de quienes parecen ahora ser sus adversarios saladinos, que son los mismos que ya preparan su defensa y también la forma en cómo atacarlo.