Ante la guillotina. Puede tratarse de un aliado, un adversario o un neutral. Si el presidente López Obrador advierte o imagina que alguno de ellos no quiere entrar en razón, tiene un recurso para hacerlo recapacitar: destrozarlo en una mañanera. Con esa guillotina, el presidente exige obediencia ciega a los suyos y somete a tensión a los adversarios, reales o ficticios. ¿Qué de extraño tendría que desde ese cadalso practicara el método contra medios informativos y periodistas que contradicen sus verdades únicas, oxidan su producción de propaganda o sencillamente no le caen bien? A la mitad del sexenio ya no debería causar asombro cómo él y su maquinaria mediática y digital agitan la hostilidad contra ciertos medios y periodistas. Sería más útil respirar hondo y evaluar qué tan eficaz ha sido la guillotina, contar cuántas marcas y prestigios han rodado decapitados. Mucho ruido, pero el lineup “crítico” es más o menos el de diciembre de 2018. Notable, eso sí, que ni él ni sus “adversarios” periodísticos hayan perdido el ánimo de ir al frente.
La prensa benévola. Tres años y López Obrador no cesa de fascinarse caracterizándose como el presidente más criticado por la prensa desde Francisco I. Madero. Yo sigo creyendo que la prensa ha sido benévola con él. Peña Nieto no pudo respirar ni tomar ritmo y confianza después de Ayotzinapa y la Casa Blanca. Y eso ocurrió al final del segundo año de su gobierno. Al final de su tercer año, el presidente López Obrador sigue riéndose del video de su hermano Pío recibiendo dinero a lo Bejarano, afirma que la pandemia se maneja bien, pese a los miles y miles y miles de mexicanos muertos, y que se hace lo correcto en el combate al crimen y la pobreza, pese a los horrores cotidianos y las insolentes estadísticas. Pero el grueso de los medios y periodistas no critican ni documentan con la puntualidad y fiereza de antaño. Habrá excepciones, pero la estrategia de intimidación le ha dado gracia y comodidad a López Obrador: el presidente en funciones menos criticado por los medios. El menos, sí. Al menos desde Carlos Salinas de Gortari.
Diluvio que no inunda. Si con brevedad metódica se asume como prensa antiAMLO a los dos diarios más referidos despectivamente por el presidente, al semanario Proceso, al portal Latinus, a unos pocos conductores y programas de radio y televisión, y a unos pocos columnistas y articulistas; todos gozan de mejor salud editorial que hace uno, dos, tres años. Salud reflejada en audiencia, seguidores, peso, fama. Lo mismo sucede con López Obrador, a juzgar por su popularidad. Raro juego en el que todos ponen y nadie va perdiendo. Ni la guillotina es tan letal ni la crítica es tan influyente. López Obrador se trata de apoderar cada mañana de la palabra; la obstinada crítica varias veces se la arrebata. El presidente se sirve con la cuchara grande de los recursos del gobierno para avanzar. La prensa opera desde una infraestructura resistente, a pesar del cacareado retiro de los dineros públicos. Dos lógicas y dos éticas en pugna. Para usar un término de moda: hay una áspera y muy tensa nueva normalidad. Agotadora nueva normalidad que amenaza con explotar, pero no lo hace. Un diluvio que no inunda. Y ya son tres años. No es un mal saldo.
Qué otra cosa podemos hacer. Un exitoso entrenador deportivo repetirá que nunca una excusa ha hecho ganar un partido. Una encuesta telefónica nacional aplicada la semana pasada por el Gabinete de Comunicación Estratégica parecería darnos la razón, pues 77 por ciento de los entrevistados nos concedía el derecho de criticar al Presidente de la República (¡faltaba más!). Pero un forzudo 58 por ciento se lo concedía a él para hacer lo propio con nosotros. Así es que fuera excusas y cada quien a lo suyo.
Él, con su verdad única, su tenacidad para reescribir la historia, su inagotable empeño para ponernos a pelear. Con sus paranoias. Con sus mitos y sus datos. Por estas fechas hace un año, una reportera de El Universal me preguntó en entrevista qué podíamos hacer ante la ofensiva del presidente. Le dije que al final no nos quedaba más que tratar de registrar bien la información, procesarla bien y presentarla bien. Responder con el mejor periodismo posible, porque qué otra cosa podemos hacer quienes no militamos ni hemos militado en una causa que no sea el periodismo. De eso hace un año. Tampoco es un mal saldo. Hasta ahora.
Comparecencia diaria. López Obrador se trata de apoderar cada mañana de la palabra; la obstinada crítica varias veces se la arrebata.
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