Aprendizajes de la pandemia
Así como la llegada del SARS-CoV-2dejó nuevas formas de hacer vacunas, también dejó lecciones de salud pública que pueden aprovecharse en el futuro
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Meses antes que las vacunas anticovid, hubo un esfuerzo internacional que salvó a cientos de miles de personas de morir: RECOVERY (por el acrónimo en inglés para Evaluación de Terapias Aleatorizadas contra Covid-19), que se puso en marcha en abril de 2021 y que apenas 100 días después de su apertura, mostró que la dexametasona, un fármaco económico y ampliamente disponible, podría reducir la mortalidad en un tercio en pacientes a los 28 días de ser hospitalizados y que requerían oxígeno o ventilación.
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RECOVERY fue encabezado por Martin Landray, en los Servicios Nacionales de Salud del Reino Unido, quien desde mucho tiempo antes abogaba por las pruebas clínicas multitudinarias y aleatorizadas como las únicas que permiten saber si un medicamento en verdad funciona (como también lo hicieron el tocilizumab y el anticuerpo monoclonal regeneron contra Covid), o no, (como la azitromicina o el plasma convaleciente).
Incluso en febrero de 2020, cuando todavía Covid-19 no era un tema relevante, Landray escribió un artículo en el New England Journal of Medicine sobre el error que cometían las compañías farmacéuticas al recurrir cada vez más a la llamada “evidencia del mundo real” para reducir costos; es decir, estaban viendo si cierto medicamento funcionaba, ya que se estaba vendiendo al público, en lugar de hacer estudios aleatorios grandes.
Para Landray nada sustituye a estos estudios, ni siquiera en una emergencia… o quizá habría que decir: mucho menos en una emergencia.
La lección de recuperación
La OMS implementó sus propias pruebas grandes y aleatorizadas, Solidarity, que llegó a involucrar a miles de investigadores en más de 600 hospitales en 52 países (entre ellos México) y que demostró que “remdesivir, hidroxicloroquina, lopinavir e interferón tuvieron poco o ningún efecto en pacientes hospitalizados con Covid-19”, pero parecen haber sido menos eficaces que RECOVERY.
Peter Horby comentó hace un par de semanas a la revista Nature que cuando él y Landray vieron el protocolo de Solidarity lo consideraron demasiado complicado; Landry le dijo a finales de marzo a The Lancet: “Sabíamos que tenía que ser sencillo para los pacientes, que iban a estar sin aliento, muy enfermos, a menudo ancianos, siempre solos” y “práctico para los médicos y enfermeras, que iban a estar completamente abrumados y estresados”.
Ahora Landray fundó y encabeza Protas, una organización sin fines de lucro que, en busca de reducir costos, expandirá la metodología de RECOVERY a padecimientos comunes como las enfermedades cardiacas, pulmonares y respiratorias, la artritis, el cáncer, la depresión y la demencia.
36
mil millones
de dólares de ganancias tendrá Pfizer por la vacuna Covid que hizo con BioNTech, se calcula que su porcentaje de ganancia está entre 25 y 29 por ciento.
El buen negocio de echar planes a perder
Aún faltaba un mes para el pronunciamiento oficial de una pandemia, pero el grupo internacional de expertos de la OMS estaba preocupado por un virus recién descubierto, así que el 11 de febrero de 2020 se reunieron con otros expertos en Ginebra y pasaron dos días haciendo un plan para acelerar el desarrollo de diagnósticos, tratamientos y vacunas.
De acuerdo con el periodista Alexander Zaitchik en The New Repúblic, al documento que se hizo en la reunión le faltó un tema fundamental: la propiedad intelectual, quizá porque los expertos e investigadores asumieron que la cooperación definiría la respuesta global y que la propiedad intelectual no sería un obstáculo.
Pero el 11 de marzo de 2020, dos días antes de que se declarara la pandemia, la persona más influyente en cuestiones de salud pública a nivel mundial, Bill Gates, propuso el Therapeutics Accelerator, una aplicación de la “filantropía corporativa” que la Fundación Bill y Melinda Gates ha aplicado a diversos problemas de salud, “desde la malaria hasta la desnutrición”. En esa fórmula, la propiedad intelectual es sagrada.
Al mes siguiente, la OMS presentó una versión ampliada del proyecto de Gates, el Acelerador de Acceso a Herramientas Covid-19, o ACT-Accelerator por su sigla en inglés. Dentro de esas herramientas estaban, por supuesto, las vacunas, rubro en el cual, junto con la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Alianza Gavi para las Vacunas, la OMS desarrolló el mecanismo CoVax, para tratar de garantizar un acceso equitativo a las vacunas.
Lo que sucedió con las vacunas es bien conocido, aunque muchos países ricos, con la notable excepción de Estados Unidos de Trump, se sumaron e hicieron donaciones, también hicieron tratos exclusivos con las farmacéuticas, con lo que CoVax no ha podido cumplir su cometido y hasta la fecha en muchos países africanos no se alcanza ni al 20% de cobertura con primeras dosis.
Esto a pesar de que con mil 500 millones de dosis de vacunas Covid que se produjeron al mes en 2021, hubiera sido suficiente para vacunar al 80% de la población mundial de haberse distribuido equitativamente.
Por otro lado, si la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Canadá y Reino Unido vacunaran a todos sus pobladores mayores de 12 años y les dieran dosis de refuerzos, aún tendrían mil 200 millones de dosis de sobra.
375
millones de euros
del gobierno alemán (unos 404 millones de dólares) recibió BioNTech para diseñar la vacuna Covid.
Epílogo
Bill Gates también fue quien propuso y facilitó la asociación entre la Universidad de Oxford y la farmacéutica suizo británica AstraZeneca para que esta última produjera la vacuna diseñada por la primera, en lugar de que se liberara la patente para que cualquiera pudiera elaborar la vacuna.
Hace unos días, Bill Gates propuso la iniciativa GERM (por la sigla en inglés para Respuesta y Movilización Globales ante las Epidemias), que serviría para prevenir y contener futuras pandemias… Él espera que pronto la OMS la retome, pero tal vez la agencia ya aprendió la lección.
Por lo pronto, la OMS puso una instalación en Sudáfrica donde se está haciendo ingeniería reversa para reproducir la vacuna Covid-19 de Moderna sin necesidad de pagar por la propiedad intelectual.
El dato. Un estudio en The Lancet Public Health muestra que los países que trataron de detener la pandemia tuvieron menos problemas de salud mental que en los que trataron de controlarla.