Desde hace algunos años, todos tenemos idea de la importancia de los bosques; por un lado, porque son los “dispositivos” naturales más eficaces para la captura de dióxido de carbono, con lo cual, contribuyen a la eliminación de este gas de efecto invernadero de la atmósfera.
Por otro, porque desde hace algunos años los ecólogos consideraron conveniente adoptar el lenguaje de los economistas y, para intentar dar realce a la relevancia que para la humanidad tienen estos ecosistemas arbolados, hablan de los múltiples “servicios ecosistémicos” que nos proveen, que van desde el aire y el agua limpios hasta el control de plagas agrícolas que pueden ejercer, por ejemplo, los murciélagos o la polinización de plantas domesticadas y relevantes en la agricultura que llevan a cabo las abejas.
Pero hace apenas unos días nos enteramos de que los bosques son incluso más útiles para la humanidad, y en especial los que se encuentran entre los trópicos; es decir, los bosques tropicales o selvas, por razones que se parecen y están relacionadas a las anteriores, pero son distintas.
Los tropicales, los más importantes
El 24 de marzo pasado se publicaron en la revista Frontiers in Forests and Global Change los resultados de una investigación que encontró evidencia de que, tanto a nivel mundial como local, los bosques son más importantes para el clima de lo que pensamos debido a la forma en que transforman físicamente la atmósfera.
Al tomar en cuenta diversos efectos poco estudiados, que van desde compuestos químicos distintos al dióxido de carbono hasta la turbulencia y el reflejo de la luz, los investigadores encontraron que los bosques mantienen la temperatura promedio del planeta al menos medio grado centígrado más frío.
Resulta un poco difícil entender porqué no se había considerado estos efectos, si en lugar de los bosques estuviera la tierra llana, “el viento simplemente fluiría en línea recta y el calor del sol caería directamente sobre ella”, explicó a la agencia EurekAlert Deborah Lawrence, investigadora de la Universidad de Virginia y autora principal del estudio. Pero con los bosques el aire a nivel de la superficie no corre libremente y el calor se dispersa.
Tan sólo los bosques tropicales, que se extienden por África Central, el Sudeste Asiático y América Latina, entre, más o menos, la mitad de México y el extremo norte de Argentina, generan un enfriamiento planetario de un tercio de grado Celsius; cuando se combina con la captura de dióxido de carbono, el efecto de enfriamiento es superior a 1 grado.
El estudio, en que se revisó la literatura disponible sobre esta ciencia emergente, se encontró, por ejemplo, que la destrucción de las selvas tropicales en la banda de 10 grados justo al sur del ecuador podría calentar el planeta medio grado.
En el caso contrario, la restauración de los bosques en la banda de 10 grados justo al norte del ecuador generaría un 25% más de enfriamiento global de lo esperado basándose únicamente en el secuestro de dióxido de carbono.
También se demostró que los bosques fuera de esta banda brindan una serie de beneficios que justifican su protección. Esto significa que cualquier esfuerzo de protección o restauración forestal que se lleve a cabo entre los 40 grados de latitud sur y los 50 grados de latitud norte ayuda tanto a nivel local como global.
“Todos los bosques son preciosos. Cada vez más, estamos descubriendo que también mantienen el aire fresco y húmedo” tanto en el propio bosque y sus cercanías como lejos del mismo (...) El corazón de los trópicos está en el corazón del planeta, y esos bosques son fundamentales para nuestra supervivencia”.
El estudio encontró que la deforestación es responsable de una tercera parte del aumento de la intensidad de los días más cálidos, está detrás de que se presenten más veranos cálidos y secos y ha llevado a aumentos locales de temperaturas extremas comparables en magnitud a los cambios causados por 0.5 grados centígrados de calentamiento global.
Por otra parte, los bosques también son importantes para los ciclos hidrológicos. Cortar un árbol es como quitar una bomba que transfiere el agua que está en el suelo hacia la atmósfera; así, cortar muchos árboles afecta la producción de lluvia, explica Louis Verchot, del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) con sede en Cali, Colombia.
Además, los bosques también son una fuente principal de los llamados compuestos orgánicos volátiles biogénicos, que son uno de los muchos factores que intervienen en la formación de nubes y en la concentración de gotas de agua en las mismas, las cuales, además de la lluvia, reflejan más energía del sol al espacio y ayudan al enfriamiento.
Recientemente, en la presentación de la segunda parte del Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) comentó que estamos “en la vía rápida hacia el desastre climático”, un “mundo inhabitable” con “grandes ciudades bajo el agua, olas de calor sin precedentes, tormentas aterradoras, escasez de agua generalizada, la extinción de un millón de especies de plantas y animales”.
Lawrence añade que si perdemos los bosques tropicales, “llegaremos allí 10 años más rápido”, y que desde ahora “nos estamos beneficiando de que los trópicos nos mantienen más frescos; nos están impidiendo sentir esos extremos”; pero en los lugares deforestados, las personas “ya están sufriendo los efectos de ese mundo más cálido y extremo. La restauración forestal los devolvería a un clima más habitable”. Pero hacer esa restauración no es tan sencillo, hay formas de hacerlo mal.
“Es hora de que los formuladores de políticas a nivel local y mundial se den cuenta de que los bosques tienen un valor aún mayor para las personas y las economías, ahora y en el futuro, debido a sus beneficios no relacionados con el carbono”. Louis Verchot, Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT)
Un caso, más que de éxito, de esperanza
Poco tiempo después de que sucede un incendio forestal, de manera natural, emergen pequeños brotes de plantas entre las cenizas que, con el paso del tiempo, dan lugar a árboles grandes y fuertes sin la ayuda de las personas.
En el extremo contrario, en las reforestaciones que hacemos los seres humanos, se empieza, en el mejor de los casos, por recolectar semillas del propio bosque, con las que se producen en viveros árboles jóvenes los cuales después se plantan en las tierras devastadas. Entre esos dos extremos, y un poco más cercano a la manera natural, se encuentra un enfoque particularmente prometedor y viable, la regeneración natural asistida o RNA.
La regeneración natural asistida es una mezcla de plantación activa con restauración pasiva, donde la población local interviene para que los árboles y la vegetación autóctona se recuperen de forma natural eliminando barreras y amenazas a su crecimiento, apoyándose en su conocimiento del territorio y en tradiciones ancestrales.
Por medio de este sistema se puede restaurar más terreno, más rápido y a un costo considerablemente menor que la plantación activa, ya que requiere poca intervención y trabajo, de acuerdo con expertos del Instituto Mundial de Recursos, quienes ponen como ejemplo la región seca del Sahel de África, en Níger, donde los agricultores han utilizado esta tecnología para regenerar más de 200 millones de árboles desde la década de 1980.
A finales de marzo, el Instituto Mundial de Recursos presentó un informe con casos de RNA en Brasil, donde se aprecia la rentabilidad de este enfoque: la restauración de 21.6 millones de hectáreas con RNA logró reducir el costo, en comparación con la plantación de árboles, en 90 mil 600 millones de dólares, 77% del total estimado.
En 2009 se fundó el Pacto de Restauración del Bosque Atlántico de Brasil (PACTO), que tiene a la RNA como parte clave de su estrategia para restaurar 15 millones de hectáreas de tierra degradada para 2050 y actualmente unas 740 mil hectáreas de este bosque biodiverso, que se encuentra más al sur del amazónico y está muy fragmentado se están regenerando de esta manera.
El primer paso de PACTO fue “construir una coalición relevante con instituciones de investigación, ONGs, gobiernos y empresas privadas”, señalan en un artículo expertos del WRI, e hicieron compromisos con los agricultores y dueños de la tierra locales.
Por ejemplo, en el Proyecto Cultivando Esperança en el estado de Paraná, en un área compartida por varias comunidades, incluidas familias de asentamientos rurales y pequeños agricultores, la ONG Mater Natura comenzó a ayudar a la regeneración de 265 hectáreas de bosques en las riberas de los ríos y sus alrededores mediante la construcción de cercas para proteger los árboles en crecimiento y la plantación de especies específicas para enriquecer la biodiversidad.
Desde muy pronto se empezaron a obtener beneficios económicos, pues a la sombra de los árboles en crecimiento la gente cultivaba la popular yerba mate, que se comercializa tanto de la región como de Estados Unidos y Europa, mientras las especies maderables y frutales siguen creciendo.
En PACTO se ha encontrado que una parte muy importante de la solución es que haya políticas públicas sólidas que recompensan a los propietarios de tierras por acciones de restauración, que den subsidios para comprar cercas o equipos de control de incendios, y adaptar el programa a los ecosistemas de cada región así como a las necesidades y costumbres de sus pobladores. Por lo pronto, las lecciones aprendidas en el Bosque Atlántico ya se están aplicando en la selva amazónica, donde más de 13 mil hectáreas están bajo RNA en casi 150 iniciativas.
“Sin la cubierta forestal que tenemos ahora, el planeta sería más cálido y el clima más extremo. Los bosques nos brindan defensa contra los peores escenarios de calentamiento global”. Michael Coe Centro de Investigación Climática Woodwell y coautor del estudio.
Epílogo de Tren Maya
Recientemente, el ecólogo Rodrigo Medellín, comentó en un seminario sobre el tramo cinco del trazo del Tren Maya que los árboles que están sembrando en México en el programa Sembrando Vida instaurado por el presidente López Obrador son frutales.
“Le he pedido al presidente que si él realmente es gente de pueblo, que sí lo es, que se conecte con el resto de la gente de pueblo porque todos los grupos mayas desde los choles y los tzeltales en la (Selva) Lacandona, los propios lacandones, hasta
todos los de la península de Yucatán saben perfectamente lo que hay que hacer”.
El investigador comenta que “está demostradísimo” el funcionamiento: “ponen su milpa chiquita de una, dos o tres hectáreas, porque es de autoconsumo, y las milpas son hasta de cien especies útiles distintas; cuando el suelo se agota, abandonan esa parcela dejando árboles útiles para ellos, maderables y frutales”. Por eso, explicó Medellín, “hay grandes densidades de árboles como cedro, caoba, chicozapote, etcétera, en el bosque maya, porque los mayas ancestrales lo dejaron así…
“Pero el presidente está poniendo duraznos, manzanas, que no van a funcionar ahí; además ha estado diciendo también que donde va a pasar el tren van a poner árboles de flores como el flamboyán, el tabachín y el tulipán africano, que son especies exóticas invasoras de Madagascar”.