Empieza la semana, llega el lunes sin pedir permiso y nos abrasa con sus brazos de fuego, el calor es sofocante apenas entrada la mañana. El tráfico aletargado, atontado, semidormido. Arden los ojos por la contaminación y por tanto sol. Las hojas de los árboles parecen salidas de un cuadro, inmóviles por la falta de viento y brillando escandalosas en verdes luminosos. La nata de aire sucio que flota sobre la Ciudad es de un blanco amarillento, fea, espesa. Encuentro triste ir sola en un auto rodeado de autos con personas solas, somos mil autos con mil personas. De pronto un microbús con unos 40 pasajeros a medio derretir. Pienso en el transporte público climatizado que hay por todo el primer mundo. Nos siento tan ajenos y tan lejos de eso.
Escucho en la radio a la Secretaria del Medio Ambiente de Ciudad de México, Tanya Müller. Me siento en la dimensión desconocida, escucho la entrevista sin conectar lo que dice la Secretaria con la realidad que veo, que huelo, que experimento. Han sido muchos días de contingencia sin lograr reducir la mala calidad del aire. “En estas fechas es normal que el ozono aumente, como pasa en Los Ángeles y otras ciudades en el mundo. Las medidas de este Gobierno son responsables. Se renovó el parque vehicular de los camiones de basura. Las reformas y medidas que tomamos hoy se verán reflejadas en algunos años. La foto que pusieron en mi cuenta de twitter es de principios de este año, para que vean que también tenemos días buenos en CDMX. Ha sido la contingencia más larga en las últimas dos décadas, pero en otros años para estas fechas ya se habían tenido más contingencias”, palabras más, palabras menos, es lo que escucho de la Señora Müller, quien para rematar recomienda usar algunas apps para monitorear la calidad del aire -en un país donde sólo un pequeño porcentaje de la población cuenta con un celular inteligente-, y asegura que “se puede realizar actividad física por la mañana, sólo se suspende de 13 a 19 horas”. ¡¿Cómo?! Hemos vivido engañados los últimos veinte años, ¡sí se puede hacer ejercicio antes de la una de la tarde en plena contingencia!. Mi confusión aumenta, debo vivir en Ciudad de México pero en una dimensión paralela, donde la realidad es otra. Apago la radio.
Continúo mi camino y me topo con un taxi viejo, destartalado, triste y sin usuarios en el interior. A mi derecha un autobús lleno de personas acaloradas, buscando la mínima brisa que entre por las pequeñas ventanas. Vuelvo a pensar en la ineficiencia de nuestro transporte público. Busco opciones para no usar el auto mañana, si quiero irme en transporte necesito salir al menos una hora antes para llegar a tiempo y cargar un abanico si no quiero fundirme en el intento.
Me entra la nostalgia, recuerdo los autobuses franceses, con calefacción y aire acondicionado, con lugares especiales para sillas de ruedas y carriolas, con rampas automáticas y choferes entrenados para ayudar a subir a los usuarios en silla de ruedas, con horarios fijos y confiables. Si los políticos no robaran tanto, tal vez nos alcanzaría para soñar con transportes así. Se me antoja viajar en tren, es rápido, agradable y cómodo, pero en México la cultura del tren de pasajeros permutó en viajeros de autobús, que también pueden ser agradables y cómodos, pero no tan rápidos. México y sus decisiones y sus consecuencias.
La temperatura continúa aumentando conforme el asfalto se calienta con la inclemencia del sol, recaigo en la belleza de un parque limpio que languidece en el sopor de la mañana, un hombre con un carrito repleto de mangos maravillosos, una niña de trenzas de la mano de su mamá con un andar ligero y apresurado. Sin mucha conciencia sonrío, me siento bien, con todo, amo esta ciudad. Los contrastes y polaridades en México son increíbles. Pienso en Breton cuando dijo que México es el país más surrealista del mundo. Yo creo que sí.
@didiloyola