Antaño pensaba que las fiestas de fin de año eran todo gozo y exaltación. Se comía rico, se recibían regalos, se veía a la familia y se bailaba hasta muy entrada la madrugada. Con el paso del tiempo me di cuenta de la fortuna que tuve de vivirlo así. Hoy puedo ver con mirada más amplia que estas festividades son fechas que encierran ánimos “penduleantes”, celebraciones que pueden generar un ambiente de escenas idílicas y fraternales o que, por el contrario, no son tan festivas porque mueven ansiedades… y soledades.
Hace poco una buena amiga me dijo temerosa que el 25 de diciembre le generaba cierta angustia, porque lo pasaría sola. Otra más me confesó estar deprimida por no haber podido cumplir algunos de los propósitos que se planteó a principios del 2016. Amigos que tuvieron un mal año financiero y les abruma el aumento en los gastos de estos días. Personas que perdieron seres queridos, que están distanciadas de sus familias, o que tienen problemas de salud y varios factores más… Entiendo que para muchos no son fechas que puedan atravesar fácilmente. La tristeza, la depresión, la angustia, la ansiedad, el desánimo, son los invitados incómodos, los que no dan tregua, los que se comen el sueño y la tranquilidad, lo invaden todo, al grado de no dejar espacio para la alegría o el entusiasmo.
En México el número de suicidios aumenta en el invierno un alarmante 40%, debido al estado de vulnerabilidad que se incrementa en el último mes del año.
Es posible que la solución esté en enfocarnos en lo que sí hay y agradecerlo, hacer propósitos y proyectos para el siguiente año (de preferencia antes de que la depresión haga su aparición), buscar la compañía de nuestra red de apoyo, no descuidar nuestra salud física ni nuestro aspecto (aunque lo hagamos sin ganas), acariciar mascotas por periodos prolongados, levantarnos y hacer actividad física, llevar un diario escrito que nos permita concientizar qué pensamientos nos restan energía y ánimo, pero sobre todo evitar victimizarnos.
No se trata de no sentir la tristeza, el desazón o la ansiedad, tampoco de negar o dejar de ver nuestra vulnerabilidad, se vale y es humano tener periodos difíciles o desagradables, no es obligatorio festejar cuando no tenemos ganas de hacerlo, al final el respeto por las propias emociones nos permite vivirlas de manera más sana, sin embargo, abrazar nuestra tristeza poco o nada tiene qué ver con abandonarnos, con dejar de vernos y no procurarnos bienestar a nosotros mismos. Si estamos conscientes de que estamos en nuestras manos y que no nos vamos a dejar solos, estos lapsos fluyen mejor y pasan.
La importancia de confiar en que podemos superar el fin de año es clave para lograrlo. Cuando se está deprimido o ansioso es difícil encontrar paciencia, la sensación de que el malestar no tiene fin es constante -tanto como las fugas de energía-, pero ser paciente y esperar (con esperanza) que el mal rato pase, es una herramienta maravillosa para sobreponernos sin padecer más de la cuenta.
Saber cuidarse es un arte que a todos nos haría bien cultivar, aprender a mirarnos amorosamente y ser nuestro mayor apoyo nos regala la oportunidad de buscar ayuda cuando la necesitamos, nos acerca a aquello que nos hace bien sin importar la circunstancia y nos brinda una mayor posibilidad de recuperación.
A todos les deseo que estas fechas pasen agradables y en el caso contrario, que pasen lo más suave y rápidamente posible. No olvidemos que contamos con nosotros mismos.
Un abrazo y que el Universo les otorgue aquello que su corazón más desee. ¡Que 2017 sea un excelente año!
@didiloyola