Una leyenda maya cuenta que los dioses, a cada animal, árbol o piedra le encargaron un trabajo, al terminar la creación del mundo, se dieron cuenta que no había nadie encargado de llevar los pensamientos y los deseos de un lugar a otro. Decidieron pues tomar una piedra de jade y tallarla para hacer una pequeña flecha, después exhalaron su aliento sobre ella. La flecha voló en el aire, ligera y graciosa. Habían creado al ts’unu’um, un ave diminuta que hoy llamamos colibrí. Un pájaro tan liviano que puede acercarse a las flores sin perturbar sus pétalos. Los dioses lo destinaron para ser libre, dotándolo de una capacidad maravillosa de vuelo que le permite moverse en cualquier sentido: hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, hacia adelante o hacia atrás, incluso boca abajo. En su plumaje se encuentran todos los colores del arcoíris con los matices más hermosos imaginables y en él, llevan buenos deseos y amor, por eso según la leyenda, cuando vemos uno es porque nos vienen a contar que las almas de los que amamos están bien o a entregarnos los mensajes de aquellos que nos quieren. Existen tantas especies de colibríes, que son la segunda familia más grande de aves en el mundo. Su tamaño varía mucho, pesando la especie más pequeña poco más de dos gramos y la más grande aproximadamente 20. El pájaro más pequeño conocido que existe es el colibrí abeja, llamado así por el zumbido que emite el rápido movimiento de sus alas. Muy estudiados por ser el más pequeño entre los animales vertebrados, algunas especies migran grandes distancias durante las épocas más frías del año, buscando climas menos hostiles. La danza de su apareamiento es un ritual maravilloso, los machos montan en el aire cerca de 20 metros y se lanzan en picada, haciendo una vuelta en U para volver a subir y repetir la caída. Hacen esto hasta que tienen la atención de una hembra con la que puedan aparearse. También alardean con sus alas iridiscentes, batiéndolas mientras entonan cantos armoniosos e insinuantes. Las hembras seducidas por el mejor vuelo, plumaje o canto, ponen dos huevos (hazaña fisiológica si tomamos en cuenta el tamaño de sus cuerpos) después de incubarlos entre 15 y 21 días, cuidan y alimentan a sus polluelos hasta que éstos son totalmente independientes. Sus nidos tienen el tamaño de una nuez y la hembra lo va agrandando para comodidad de sus polluelos. Hibernan si deben conservar su energía por falta de alimento, su metabolismo se ralentiza hasta alcanzar niveles ínfimos y sobreviven. Si bien en cautiverio logran vivir de 15 a 17 años, su esperanza de vida en la naturaleza es corta, la mayoría no vive más allá de un año y los más longevos logran vivir hasta cuatro años. Los colibríes viven sólo en América, distribuidos en todo el continente desde Alaska hasta la Tierra de Fuego. Estos seres mágicos y diminutos han inspirado innumerables cuentos e historias, mitos y leyendas. Los guarnís contaban que la muerte no es el final de la vida, pues el hombre, al morir, abandona el cuerpo en la tierra, pero el alma se desprende y vuela a ocultarse en una flor a la espera de la visita de un colibrí, que la recoge y la guía amorosamente al Paraíso. Su belleza es tal, que muchas culturas coinciden en que son portadores de buenas noticias, de amor y de buena suerte. Nos llenan los ojos de belleza y nos tocan el alma con la sutileza de su vuelo imposible. Son guerreros incansables en mundos hostiles y su presencia es sinónimo de alegría. @didiloyola