Las victorias no son accidentales, aunque los accidentes de los adversarios contribuyen a ellas.
El avance de Andrés Manuel López Obrador y de Morena en el noroeste, el norte, el Bajío y occidente nacionales, es resultado de una ventaja en materia de unidad, organización y trabajo que no registran ni el PRI ni el PAN, concentrados en valoraciones poco realistas del entorno nacional.
La ventaja de más de veinte puntos porcentuales revelada por la encuesta de El Financiero y algunas otras, es ciertamente una foto del momento, pero una del impulso y acelerado momentum que Morena ha alcanzado en todo el país.
Una de las claves nunca entendidas, o advertidas pero ignoradas por diversas razones, es que Morena, al menos en esta etapa, es tanto un movimiento como un liderazgo personal-popular y un partido en una coyuntura donde ningún otro instituto político pudo comunicarse con los ciudadanos con la frecuencia y eficiencia que lo hizo el político tabasqueño. No detallo las características de los candidatos perdedores.
Por si fuera poco, AMLO innovó su énfasis estratégico aprendidas las lecciones del Estado de México nombrando a cinco “generales políticos” -entre quienes sobresalen Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Bertha Luján- como fueron llamados por una futura secretaria de Estado y, además. agregó a una mariscala asertiva, inteligente y con personalidad como Tatiana Clouthier.
Ni mencionar que por cada tres eventos masivos que logra AMLO su más cercano contendiente apenas puede realizar uno.
Los accidentes a los que me refiero de los adversarios de Morena destacadamente incluyen la pérdida de comunicación con su base ideológica, la división y deserción internas, y la contaminación acelerada de sus propuestas por la capacidad del adversario de imponerles la agenda.
Tengo oportunidad de estar cerca de los procesos en la capital del país y en Jalisco.
En la primera, todos sabemos que un conjunto de variables entre las cuales destacan ausencia de liderazgo, descomposición del PRD y percepción generalizada de corrupción, inseguridad, tráfico, abusos e incompetencia son precondiciones del triunfo de Claudia Sheinbaum.
En Jalisco, donde solamente había una preferencia electoral por Morena de 2 puntos porcentuales en 2015 y hoy se acerca al 29 por ciento, en menos de tres años, otras variables se combinan: deterioro de la seguridad, percepción generalizada de opacidad y advertencia social del desaliento a la sustentabilidad y a la movilidad.
De hecho, las condiciones donde se cultiva la presencia opositora de Morena no son tan desiguales en ambas capitales.
Lo son en un aspecto peculiar.
El discurso antisistémico y de partidos e individuos está compartido, de formas más o menos renovadas, por la retórica de personajes como Kumamoto, Enrique Alfaro, de MC, y Carlos Lomelí, de Morena. Hay también divergencias interesantes desde el PRI, el PAN y hasta de Nueva Alianza y, sorprendentemente, del PRD.
Jalisco parece más sofisticado que el escenario relativamente claro y dicotomizado de la capital nacional.
Será muy interesante constatar si es posible que la inflexión estadística favorable a Morena pueda trasladarse en Jalisco hacia Lomelí cuyo síntoma de avance está representado en que, en el debate de este domingo, fue el más atacado…siendo el segundo lugar.
Con Veracruz, la victoria de Morena en Jalisco sería un tercer campanazo formidable en la estructuración del triunfo electoral de Morena.
Otro dato: se abre una opción de festejar la derrota de AMLO, acompañado de mil entusiastas en Facebook y le responden 50 mil que celebrarán la victoria “en el departamento de Ondontología”, en tan sólo unas horas.
¿Ocurre eso a nivel nacional? Sostengo que sí.
confianzafundada.mx