El pasado domingo se llevó a cabo la entrega número 60 de los premios Grammy, la ceremonia más importante que tiene la música a nivel mundial, y a pesar de los drásticos cambios que ha sufrido la industria con la entrada de la tecnología y la transformación digital, la ceremonia sigue siendo uno de los eventos con más rating en televisión, capaz de congregar a cientos de artistas de todos los géneros y edades en un solo lugar para premiar lo mejor del año.
El problema es que los premios siguen reconociendo a lo más popular a través de un complicado proceso, que comienza cuando los miembros de la academia (que van desde escritores y productores hasta ingenieros de audio) y las compañías discográficas, ingresan los trabajos que durante el año tuvieron distribución general en Estados Unidos. Ya sea mediante una disquera, un distribuidor independiente, en internet, por una orden en correo o venta en tiendas del mercado a nivel nacional.
De ahí, solamente los miembros de la academia de grabación (cerca de 12 mil integrantes) seleccionan y nominan a cinco finalistas para cada una de las categorías y son los mismos miembros los que votan para elegir a los ganadores que se dan a conocer el día de la entrega. Todo este proceso es validado por Deloitte, compañía encargada de contabilizar los votos y depositar los sobres cerrados el día de la ceremonia. En televisión se entregan 30% de los premios, mientras que el resto durante el transcurso del día, antes de empezar con la transmisión en vivo.
Toda esta explicación es necesaria para exponer el problema de fondo: ¿por qué la ceremonia más importante de la industria musical basa sus premios en el mercado de un solo país? Y ¿por qué la gran mayoría de los televidentes, medios y usuarios los seguimos usando como la base de lo que es bueno y lo que no?
Lo digo con todo respeto, porque lo que los Grammy han hecho y aportado a la industria, no se compara con nada. Pero en estos tiempos, con más de 10 años teniendo acceso a servicios de música digital, con la importancia de los conciertos y la música en vivo, la entrega ya no debería de ser así. ¿Por qué no premiar la canción con más reproducciones o el video con más vistas? Después de tantos años, estas categorías no suenan tan fuera de contexto. Tan es así que por primera vez se entregó el Grammy a la categoría de Mejor Disco de Comedia en la ceremonia, cuyos nominados hicieron actos de stand up que se pueden disfrutar a través de Netflix y el único requisito fue hacer disponible su presentación en formato de audio.
Este último punto demuestra que la industria cambió hace mucho tiempo y los Grammy, no. El foco en crear un espectáculo para televisión afecta el objetivo, que es reconocer lo mejor en la música. Siempre habrá artistas que consideren un Grammy como el máximo logro de su carrera o el reconocimiento más importante, pero hoy va mucho más allá de eso. Si bien es cierto que no debería de ser un grupo de miles de expertos los que decidan quién sí lo merece y quién no, es cierto que tampoco debería de recaer en el público al 100% (lo siento MTV) o en un servicio de reproducción en línea como Spotify o iTunes Music.
Hoy la industria presenta una oportunidad enorme para unir fuerzas entre academia de grabación, disqueras, servicios digitales y expertos para premiar a un artista por su capacidad y logros en todas sus vertientes, no por lo que hizo o vendió en un año, en un solo país y con un solo panel de expertos votando.
Para los que nos gusta tanto la música, el cambio viene tarde. Para los demás, el espectáculo hace mucho que comenzó a perder relevancia y por el bien de todos, ojalá este cambio se dé pronto.
Lo digo porque si vuelvo a ver a un artista de la talla de Elton John cantando con Miley Cyrus, me va a dar algo.
@elpocas