Los sistemas de vigilancia se han vuelto algo fundamental en grandes ciudades como la CDMX, donde los índices de delincuencia no parecen tener una solución y las autoridades al no ser capaces de responder usando estos sistemas de forma adecuada, obligan a los habitantes a tomar sus propias medidas y a instalar sistemas privados sea en un hogar, oficina o comercio.
Con los avances en inteligencia artificial, estás cámaras hacen más que simplemente vigilar y enfocarse en temas de seguridad, analizando las expresiones faciales de los usuarios que detectan para descifrar las intenciones detrás de sus expresiones. A esta tendencia se le conoce como vigilancia emocional y vale la pena conocer no solamente sus aplicaciones, sino el potencial que tiene.
Estos sistemas de vigilancia o monitoreo emocional no son nada nuevos. En la industria publicitaria desde hace algunos años existen cámaras instaladas dentro de vallas públicas y digitales que miden la reacción de los usuarios al ver el anuncio y entender qué emociones generan. Otro ejemplo son los estudios de películas que prueban la efectividad de sus cortos o trailers grabando a una pequeña audiencia para medir las reacciones ante distintas escenas y así poder crear una pieza audiovisual más efectiva para promocionar la película.
La tecnología y los sistemas han avanzado tanto que hoy existen empresas dedicadas a descifrar nuestros pensamientos, sentimientos y niveles de estrés, a través del reconocimiento facial. Las aplicaciones parecen no tener límite, desde saber si alguien está mintiendo en una entrevista de trabajo o en un interrogatorio, hasta poder predecir si una persona sufre de algún trastorno mental.
Empresas de consumo, entretenimiento y otras industrias han invertido mucho dinero desarrollando su propia tecnología o comprando empresas de ese rubro. Una de ellas es Disney quién desde hace más de dos años y en colaboración con CalTech, es capaz de medir cómo reaccionan las personas ante los carteles de las películas dentro de los complejos cinematográficos. Hoy cuentan con una base de datos de más de 16 millones de usuarios y utilizan esa información no solamente para diseñar mejor los carteles de sus películas sino también para plantear el contenido de estas.
En China, el país con más cámaras de vigilancia per cápita (1 cámara por cada 7 habitantes), gran parte de las cámaras están dentro de oficinas privadas y de gobierno, con el objetivo de medir a través del reconocimiento facial los niveles de estrés, ansiedad y depresión de los trabajadores, para poder asignar descansos programados o mejorar sus turnos. Esto ha resultado en un incremento considerable en la producción y los ingresos de quienes aplican este tipo de prácticas.
Algo interesante es que la vigilancia emocional no se limita solamente al aspecto visual a través de una cámara. Spotify adquirió Echo Nest en el 2014 para llevar a cabo la curaduría de playlists que generalmente están basadas en el estado de ánimo de sus suscriptores. De esta manera, la compañía es capaz de venderle publicidad a las marcas para que su comunicación vaya de acuerdo con el estado de ánimo de los usuarios y por lo tanto, les haga más sentido y tenga un mayor impacto en ellos.
Apple tiene una patente desde el 2014 para aplicar tecnología capaz de analizar e identificar el estado de ánimo de las personas a través del reconocimiento facial. Microsoft cuenta con un programa similar llamado Microsoft Hello desde el 2016 y Amazon tiene Rekognition, que además de usar el reconocimiento facial para identificar emociones, también puede identificar a 100 personas y perfilarlas a partir de una sola fotografía o imagen.
Esta vigilancia emocional también está presente en los nuevos dispositivos por comandos de voz que poco a poco se infiltran en más casas y negocios, como Google Home o Amazon Echo.
Tal vez nos estamos acostumbrando demasiado rápido a estar rodeados de cámaras y dispositivos que nos escuchan, pero mientras la tecnología sea utilizada en beneficio de la sociedad, estaremos bien. O por lo menos eso quiero creer.