México ha mostrado un notable dinamismo en la atracción de inversión extranjera directa (IED) durante el sexenio del presidente López Obrador, consolidándose como uno de los destinos más atractivos para los inversionistas globales. Sin embargo, el sureste del país, especialmente Yucatán, ha sido en gran medida ajeno a la oportunidad del nearshoring. Este fenómeno, acelerado por la pandemia de Covid-19, llevó a una gran cantidad de empresas a reubicar sus cadenas de suministro más cerca de los mercados finales, especialmente en América del Norte. Aunque Yucatán tiene un potencial significativo, el estado no ha capitalizado esta tendencia en los últimos años.
Es en este sentido que, desde el inicio de la pandemia en 2020, los grandes capitales productivos y operativos globales cambiaron sus estrategias de cadena de suministro. El nearshoring surgió como una solución viable para mitigar riesgos, reducir costos logísticos y mejorar la eficiencia. México, con su proximidad a Estados Unidos y una robusta red de tratados comerciales, se posicionó como un candidato ideal para estas relocalizaciones.
En este entorno, la inversión pública ha sido esencial para aprovechar esta gran oportunidad y crear un ambiente favorable para la inversión privada y extranjera. Durante la administración del presidente López Obrador, la inversión pública en México se duplicó, lo cual ha sido fundamental para consolidar grandes proyectos de infraestructura que han generado empleo y mejorado la competitividad del país con resultados históricos.
Sin embargo, Yucatán y el sureste mexicano no han logrado atraer una porción significativa de estas inversiones. Actualmente, según datos de la Secretaría de Economía, Yucatán ocupa el lugar número 25 de 32 estados en la recepción de IED en México, representando solo el 0.5% del stock nacional. A pesar de tener inversionistas clave como Estados Unidos y España, que juntos abarcan el 90% de la IED en el estado, la región no se ha presentado como un destino competitivo para el nearshoring y la inversión extranjera directa en general.
Considerando estas circunstancias críticas, la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, ha delineado un ambicioso plan de infraestructura para todo el país, en donde se contempla, de acuerdo con sus declaraciones recientes, el respaldo al proyecto “Renacimiento Maya” del gobernador electo Joaquín Díaz Mena. Este plan pretende ser el catalizador que Yucatán necesita para transformar su situación, al surgir, como una respuesta para que el estado pueda finalmente aprovechar la oportunidad que representa el momentum de inversión extranjera en México. Esta iniciativa transformadora busca revitalizar la economía del Estado a través de la construcción de infraestructura clave para el desarrollo. Sin lugar a duda, el “Renacimiento Maya”, mismo que ha sido explicado anteriormente en este espacio, tiene el potencial de atraer inversión extranjera, fomentar la innovación y crear empleos de calidad, convirtiendo a Yucatán en un hub logístico y manufacturero de primer nivel.
La ventana de oportunidad del nearshoring ha estado abierta desde el inicio de la pandemia, y aunque aún no ha sido plenamente aprovechada, Yucatán todavía tiene tiempo para capitalizarla. Con una estrategia robusta de inversión pública y mejoras en la infraestructura, el próximo sexenio puede marcar el inicio de una era de prosperidad y desarrollo para Yucatán. Es crucial que se tomen acciones inmediatas para garantizar que los beneficios del crecimiento económico se distribuyan de manera equitativa y sostenible, asegurando un futuro próspero para todos los yucatecos.