México contra Dinamarca... y no por un partido de fútbol. Es la comparación que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha decidido hacer respecto al sistema de salud que presta su gobierno.
En su último informe se jactó una vez más de ello, pero la realidad es otra: más de 40 pacientes infectados tras recibir hemodiálisis en Veracruz piden al IMSS cambiar de clínica. El Hospital Civil de Oaxaca suspende cirugías por falta de insumos. Una mujer da a luz en el piso del Hospital Materno Infantil de Reynosa; el IMSS niega falta de personal. Fallece una señora por falta de atención médica en Iguala, Guerrero. No la quisieron recibir porque no traía carnet.
Estas son sólo algunas de las trágicas historias documentadas en los últimos 10 días en el México de la Cuarta Transformación. Historias que, lamentablemente, hemos escuchado antes, pero que se prometió desaparecerían antes de que acabara el sexenio, casi por decreto presidencial.
Bajo la promesa de convertir el sistema de salud pública en uno de primer mundo, “como el de Dinamarca” o mejor, desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia en diciembre de 2018 se tomaron decisiones que, en lugar de acercarnos, nos alejaron de esa ambiciosa meta.
Por ejemplo, la desaparición del Seguro Popular, que dejó sin servicios médicos a millones de personas; seguida del desabasto de medicamentos generado como consecuencia de centralizar las compras de suministros médicos (más de 80 millones de recetas sin surtir en cinco años, según el informe Radiografía del Desabasto en México 2023).
De acuerdo con la OCDE, el gasto promedio de los países en salud es de 67 mil pesos per cápita. Mientras que México apenas destina 10 mil pesos, Dinamarca destina 91 mil per cápita, lo que representa una diferencia de 81 mil pesos. Además, en Dinamarca el 100% de la población tiene acceso a servicios médicos, mientras que en México sólo el 72 por ciento.
En nuestro país, la esperanza de vida al nacer ronda los 76 años; en Dinamarca, los 82. En México hay un promedio de 665 muertes evitables por cada 100 mil habitantes, mientras que en Dinamarca son 174.
Los daneses, sin excepción, tienen acceso a un sistema de salud gratuito, financiado principalmente por impuestos. Esto significa que, sin importar su situación económica, social o laboral, pueden ir al médico, recibir tratamientos y ser hospitalizados sin costo adicional. Además, el gobierno se enfoca en prevenir enfermedades y promover hábitos saludables, lo que ayuda a detectar problemas de salud antes de que se vuelvan graves.
Y la lista de diferencias continúa. Tomar a la ligera un tema tan importante como la salud es motivo de indignación y molestia cuando, por falta de personal, una mujer da a luz en el piso de un hospital; cuando 40 pacientes son infectados tras recibir hemodiálisis en el IMSS; cuando pacientes con cáncer, entre ellos niñas y niños, suspenden sus tratamientos por falta de medicamentos.
Es cierto que algunos de estos problemas fueron heredados de sexenios anteriores, pero se ofreció cambiarlos. También es cierto que la pandemia de Covid-19 agravó la situación, y por ello algunos pacientes tuvieron que buscar medicamentos en el mercado negro, poniendo en peligro su salud debido a su mala calidad.
¿Es ese el modelo de salud en Dinamarca?