Cuando estamos a tres meses de que termine este gobierno, están apareciendo signos preocupantes sobre la economía de nuestro país y no se prevé que vaya a mejorar la situación en lo que resta de esta administración, que no ha tenido el éxito que se esperaba, tomado en consideración la gran afectación que se tuvo con la pandemia, cuando también hubo errores que no sólo costaron dinero, sino vidas.
Hace pocos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reducido en dos décimas su apreciación sobre el crecimiento económico del presente año al bajarlo a 2.2% y muestra su preocupación al indicar que se para 2025 se estima un crecimiento de nuestra economía de 1.4%, ante mayores restricciones fiscales y financieras que enfrentará el nuevo gobierno.
Este gobierno culminará el sexenio como uno de los de más bajo crecimiento a pesar de todas las declaraciones sobre las grandes inversiones que íbamos a tener de la iniciativa privada, tanto nacional como extranjera. Al parecer, la última gran decepción fue el arribo de la empresa Tesla, del que ya no se dice nada.
En este ambiente enrarecido, es sintomático el contenido de las declaraciones realizadas por el secretario de Hacienda respecto de la desaparición de la Financiera Nacional de Desarrollo (FND), que de un plumazo el Presidente decidió su desaparición, argumentando que era una institución atrofiada y no cumplía con su principal misión, que era el impulso al desarrollo rural y la mejora de los niveles de vida de la población.
Y, por lo visto, ha pasado lo mismo que con otras tantas decisiones, como el abasto de medicamentos, que también de un plumazo se elimina, pero la sustitución es peor, como estamos viendo, con todo y el elefante blanco de la megafarmacia.
Pues bien, el secretario Ramírez de la O, con lo claridoso que es siempre, reconoció que la desaparición de la FND hace poco más de un año “dejó un gran hueco” en el otorgamiento de préstamos a los productores del campo y muchos analistas han interpretado tal afirmación como una crítica a los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), que supuestamente debían haber sustituido a la FND en la atención a los productores del campo, pero se ha dedicado a financiar a los grandes productores que tienen garantizado el pago del crédito.
Sin duda la decisión, desde el punto de vista económico, del FIRA es correcta, pues la experiencia del FND fue catastrófica en cuanto a recuperación de créditos y morosidad, lo mismo que, hay que decir, le pasó al Banrural, antecedente de la FND.
Pero este abandono al campo está originando que se reduzca la producción en muchas entidades federativas, no sólo por la sequía sino por la falta de apoyo y por políticas que favorecen la importación de granos, como es el caso del anatemizado maíz genéticamente modificado, que tan solo en los primeros cinco meses del presente año ha crecido en casi 24%, llegando a 10 millones de toneladas y se prevé un año récord gracias, entre otras cosas, a que ha bajado su precio debido a las grandes cosechas de los Estados Unidos y Brasil y creo que, sobre todo, al dólar barato junto con las tasas de interés altas que protege el Banco de México en aras de combatir la inflación.
Pero lo que estamos viendo es que está fracasando en este objetivo principal: los datos del Inegi así lo atestiguan en las cifras de la inflación en alimentos, que fue de 6.58%, cuando en mayo había sido de 5.99%, mucho más alto que el Índice Nacional de Precios al Consumidor, de 4.98 por ciento.
El panorama de inicio para la próxima administración no luce claro en materia económica, más allá de que quieran seguir aplicando la receta neoliberal de no endeudamiento, reducción del déficit y austeridad que ha significado un crecimiento económico ridículo en este sexenio, para un país con las necesidades que tiene y la mitad de su población en pobreza.