Quizás uno de los temas más apasionantes hoy en día es el de la inteligencia artificial (IA), por el poder que puede tener en materia de información, manipulación y gobernanza, en todo el sentido de la palabra.
Es de tal importancia que, a finales del año pasado, en el mes de noviembre, se reunieron líderes de 28 países, incluidos los más poderosos económicamente o los más poblados y de diferentes formas de gobierno, léase Estados Unidos, República Popular China, India, varios europeos y países árabes; por Latinoamérica sólo participaron Brasil y Chile.
Como ha sido tradición en este sexenio, nuestro gobierno dejó pasar la oportunidad de estar presente en un tema tan importante, seguramente debido a asuntos de austeridad y a la necesidad de ahorrar en viajes al extranjero “innecesarios”.
La reunión se celebró en Inglaterra, bajo la denominación de la Cumbre sobre Seguridad de la Inteligencia Artificial, en Bletchley Park, y se elaboró una declaración que, a mi juicio, es muy importante y ha sido poco difundida y tomada en cuenta.
Fue emblemático haber hecho la reunión en dicho lugar en honor a lo que sucedió ahí durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el sitio en donde estaba la Escuela de Códigos y Cifrado del Gobierno del Reino Unido, y en el que trabajaba Alan Turing, considerado por muchos como el padre de la IA, a cargo de la sección Naval Enigma, quien, gracias a sus descubrimientos, permitió acortar la duración de la guerra, según los expertos.
Alan Turing es reconocido en el campo de la IA por su investigación en estos temas, tanto que, incluso, se llama “prueba de Turing” a la prueba que juzga si la inteligencia de una máquina es indistinguible de la de un ser humano, según menciona Wikipedia.
Por cierto, este gran científico, después de su éxito, tuvo una vida terrible, ya que, por el hecho de ser homosexual, tuvo que sufrir una castración química como castigo, muriendo dos años después, sin saberse a ciencia cierta si se suicidó o se envenenó de manera accidental. A 60 años de su muerte, el gobierno de Su Majestad le otorgó un indulto póstumo.
Pues bien, esta Declaración de Bletchley manifiesta la preocupación que existe por el desarrollo acelerado de la IA que, por un lado, puede ser de un inmenso beneficio en materia de salud, educación, seguridad alimentaria, ciencia, energías limpias, etc., y para lograr cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas o, por el otro, ser utilizada para desarrollar capacidades que puedan dañar mediante su uso indebido e incluso, se menciona, por problemas de control no deseados.
En su reciente libro, NEXUS, Yuval Noah Harari escribe: “El poder no es sabiduría. Nos hallamos al borde de un colapso ecológico causado por el mal uso de nuestro propio poder. La inteligencia artificial tiene el potencial de escapar a nuestro control y de esclavizarnos o aniquilarnos”, y agrega: “Si los sapiens somos tan sabios, ¿por qué somos tan autodestructivos?”
A raíz del foro, la hoy candidata del partido demócrata a la presidencia de los Estados Unidos anunció la creación de un instituto que se dedique exclusivamente a la seguridad de la inteligencia artificial, con sede en Washington.
Confío en que en la próxima administración pública de nuestro país resurja el papel importante que jugaba México en el mundo y, con la elevación de rango a la Ciencia y Tecnología, se pueda tener, con la colaboración de las universidades, un planteamiento científico y ético sobre la IA y colaboremos con los otros países preocupados por el tema, pues, como bien dice la Declaración, “decidimos apoyar una red internacionalmente inclusiva de investigación científica sobre seguridad de la IA en la frontera que abarque y complemente la colaboración multilateral, plurilateral y bilateral existente y nueva”.