En Sinaloa se vive una situación irregular en la que parece que las autoridades están al margen o decidieron no intervenir. Siendo así las cosas, no queda más que reconocer una realidad: la violencia en la entidad no puede ser minimizada y ha empezado a afectar directamente el curso normal de la vida cotidiana, al grado de que las propias autoridades decidieron no llevar a cabo las actividades cívicas relativas al aniversario de la independencia nacional.
Lo anterior rompe completamente con la opinión, propagada por el gobierno, de que la percepción de fuerte inseguridad no se corresponde con la realidad. En otras palabras, ya no hay forma de negar los hechos y el propio gobierno ha decidido tomar medidas preventivas ante la situación.
Este escenario de violencia que provoca la toma de medidas para salvaguardar la integridad del gobernador se desató, aparentemente, por conflictos entre miembros de la delincuencia organizada que han decidido dejar de lado la existencia de una población civil que podría padecer las consecuencias del conflicto. Esto, a su vez, nos revela que la pugna entre los criminales es de tal magnitud que prefieren perder la base social que les permitió, durante décadas, ocultarse de las autoridades a tratar de coexistir como lo venían haciendo hasta hace poco.
Las acciones ocurridas la semana pasada parecen consecuencia de que las partes en conflicto han abandonado la mentalidad de negocios y decidieron recurrir a la violencia de forma campal. Se desconoce qué ocurrirá con una organización como la del cartel de Sinaloa, pero el hecho de que exista esta fragmentación implica que quienes se encuentran en pugna se verán debilitados, y con la ausencia de un grupo fuerte en la entidad, cabe la posibilidad de que empiecen a surgir más grupos delincuenciales o que otros cárteles busquen incursionar en ese Estado, lo que podría provocar una escalada de la violencia.
Parece difícil de explicar desde la lógica de la seguridad nacional lo que está pasando, máxime cuando la mayor autoridad militar del estado dijo en una entrevista que el cese de la violencia depende de que los grupos armados terminen con su enfrentamiento, lo que indica que no tienen ninguna intención de intervenir de forma activa en la recuperación del orden, lo que con certeza provocará un mayor deterioro de la situación y peores consecuencias para la población.