Lázaro, el brillante

3 de Julio de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Lázaro, el brillante

js zolliker

Un lunes, estaba despachando en la Secretaría de Guerra y Marina cuando su particular entró y le entregó un recado manuscrito en una pequeña hoja de papel doblada por la mitad: “Lo busca el presidente”. Inmediatamente, se puso de pie y se excusó con los subsecretarios, aduciendo un compromiso urgente.

–¿Vamos al Castillo? –le preguntó a su secretario cuando ambos estaban a punto de abordar su flamante automóvil.

–Vamos con el que manda y que vive enfrente –le respondió con una sonrisa socarrona, haciendo referencia al dicho popular de moda, pues era bien conocido por la gente que el general Plutarco Elías Calles, que vivía en la colonia Anzures (frente a Chapultepec), era el jefe máximo y quien movía los reales hilos del poder en México.

El ama de llaves lo hizo pasar al despacho de la planta baja. Ahí, Calles lo recibió afablemente y le ofreció un tequila, a pesar de que él mismo no bebía una gota después de haber sido un furibundo borracho en sus años mozos.

“Lázaro”, le dijo con cierta indulgencia que usaba sólo con viejos subalternos muy cercanos, “necesito de su ayuda para un tema delicado, pues requiero recuperar un dinero que me debe un amigo cercano suyo. Él y su socio, Querido Moheno, llevaban asuntos legales míos y la administración de algunas de mis propiedades y activos, y de pronto, nos hemos percatado de que me falta medio millón de pesos”.

–¡Medio millón! ¡Es una fortuna! –exclamó sorprendido.

–Se me ocurre –le contestó Calles– que puede invitar a su amigo a mi quinta Las Palmas, en Cuernavaca, para hablarle de que usted podría convertirse en candidato a la Presidencia si resuelve este tema. Ya hice instalar un cable de telégrafo para que le trate usted el asunto y me vaya informando en tiempo real de lo que suceda…

Dos días después, mientras almorzaba en Cuernavaca con ese amigo cercano, pensaba que no cabía duda de que Calles era un viejo lobo: le condicionaba la presidencia si le era leal por sobre cualquier amistad y le resolvía ese importante problema.

Por ello, cuando les trajeron el café, su particular le llevó una nota que aparentó leer y le dijo: “Pedro, amigo mío, compadre del alma, acabo de recibir un telegrama del general Calles y me comenta que le falta medio millón de pesos y desea conocer el paradero de ese dinero.” Su amigo, con ademanes de sorpresa, expresó que no tenía la más remota idea de lo que le hablaba. Entonces, Lázaro escribió en una nota el mensaje que su particular llevaría al telegrafista ubicado en el siguiente salón: “Niega todo.”

A los minutos, entró de nuevo el particular con la respuesta de Calles, misma que Lázaro leyó en voz alta: “Que no haga el problema más grande y me diga dónde están los recursos.” Pedro, otra vez, dijo que no sabía ni de qué le hablaban, cosa que Lázaro escribió en una nota para que, de nuevo, se la telegrafiaran al expresidente.

Al poco rato, el particular llegó con un nuevo telegrama de Calles: “Que se asome a la ventana, ahí verá que tengo la casa rodeada de mis pistoleros. Última oportunidad. Si no confiesa, me la pagarán él y su socio.”

Asustado, al asomarse y confirmar que la amenaza iba en serio, confesó al fin: “El dinero, Lázaro, lo tengo guardado en un escondite bajo el comedor de mi casa en la calle de Marsella 21. Nadie más sabe que ahí está.”

Y entonces, Lázaro, satisfecho, mandó llamar al particular y escribió en el papel el mensaje a transmitirle a Calles: “Dice que le vale madres y que vaya a chingar a su madre”.

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