El incunable

16 de Diciembre de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El incunable

js zolliker

Hace tiempo que sé que me siguen, no sólo es un presentimiento. Estoy cierto que me los he topado varias veces. Sucede que, desde que recibí una oferta muy generosa del personal de la Biblioteca Beinecke por mi incunable, mi vida se ha convertido en un caos. El comprador potencial es un hombre poderoso que se siente con derecho al libro porque él organizó la reunión con los expertos. El vendedor quiere su tajada y la misma Beinecke me insiste en la importancia de dejarlo como parte de su catálogo (no es fácil poseer un libro tan valioso en términos económicos –cualquiera puede intentar robarlo– y tampoco en términos de lo que el libro puede significar, pues más allá del valor histórico y del fetiche de los coleccionistas, el contenido parece ser en sí, invaluable).

Cabe destacar que desde que volví a México, lo he podido analizar menos de lo que habría querido, porque a partir de esa fecha, me he visto inundado de problemas que antes ni imaginaba que existían. Apenas puse un pie en Ciudad de México (CDMX), comencé a recibir mensajes directos, correos electrónicos, llamadas y chats preguntándome por el libro, el cual, por supuesto, ya tenía yo resguardado.

Pero no sólo se metieron en dos ocasiones a mi departamento y lo dejaron patas pa’arriba, sino que también intentaron por todos los medios hackearme mis redes sociales, hacerme caer en phishing con mails y links para tratar de robarme mis contraseñas –imagino– para intentar averiguar el paradero del libro (no soy tan tonto para dejarlo por escrito), y tampoco he dejado de recibir ofertas, algunas muy atractivas, pero algunas también muy amenazantes y anónimas, para que venda o comparta el contenido del libro. Por ello, de forma impulsiva y sin hacer maleta, decidí largarme al extranjero con destino desconocido y llevármelo conmigo.

Estando en el aeropuerto, recuerdo haberlos visto llegar detrás de mí a la sala de ventas de boletos, ellos vistiendo impecables trajes de tres piezas. De inmediato me dieron mala espina. ¿Les ha pasado? En cuanto los sentí raros y como tenía yo mucho tiempo libre antes del vuelo, decidí irme hacia la otra terminal aérea para entrar a un lounge al que me granjeaba el acceso mi tarjeta de crédito. Y aunque pareciera increíble, sentado en la barra desde donde me bebía un whisky, alcancé a ver que también llegaban al mismo lugar. ¿Me estaban siguiendo? Por precavido, llevaba el libro en mi backpack de la que no me separaría, pero comencé a sentirme muy intranquilo.

Ordené un par de tragos más e intenté relajarme y convencerme de que aquello era sólo una mera casualidad, por lo que pedí la cuenta y me largué a la otra terminal, esta vez salí corriendo del edificio, abordé un taxi y por supuesto, mi mente estaba puesta en alejarme de ellos lo más pronto posible, en llegar a un duty free para reabastecerme de cigarrillos libres de impuestos y quizás beberme otro whisky en cualquier restaurante cercano a mi sala de abordaje.

Todo parecía marchar correctamente, pero cuál sería mi sorpresa que al llegar a la sala 67 donde tenía que abordar, un par de horas después, ahí estaban ellos de nuevo, sentados, esperando el mismo vuelo que yo. No les voy a decir que no me puse nervioso, pero pronto mi nerviosismo habría de ser superado por el retraimiento: al poco tiempo de sentarme, el más viejo de ambos se me acercó y me entregó un papel…

Continuará...