El sistema de partidos después del 2 de junio

6 de Septiembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

El sistema de partidos después del 2 de junio

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Los resultados del 2 de junio han tenido en la transformación incierta del sistema de partidos una de sus consecuencias más graves. La crisis de los partidos no es solo resultado de las elecciones y, en particular, de la última derrota. Los partidos vienen arrastrando sus miserias políticas desde hace mucho tiempo y carecen de capacidad para representar efectivamente a los ciudadanos, lo cual se viene reflejando entre otras cosas en la lógica perversa del chapulineo. Lo que ocurrió el 2 de junio fue la reconfiguración del sistema hacia uno hegemónico y la consiguiente reducción del peso político opositor.

La primera consecuencia ha sido el incremento de espacios y recursos del PVEM y el PT, fuerzas políticas que han construido un capital político importante y mayor capacidad de negociación ante el gobierno navegando como rémoras de Morena. Lo cual no significa que representen necesariamente algo más que sus propios intereses y sus redes clientelares.

La segunda consecuencia es el crecimiento de MC como principal fuerza de oposición, gracias a un discurso vacío pero pegador para jóvenes votantes y ciudadanos desencantados con las oposiciones tradicionales. La pregunta en este caso, más allá del fosfofosfo y la afirmación de una supuesta nueva política por actores que han estado cercanos por mucho tiempo a la vieja política que hoy repudian, es qué implicaciones tendrá esa visión de nueva política en un contexto de mayoría absoluta de Morena y descomposición de la alianza opositora.

Los grandes perdedores han sido el PAN, PRI y PRD, no solo por sus resultados mediocres, sino por la crisis de credibilidad y confianza que esto ha reflejado y los escenarios que enfrentan de irrelevancia y riesgo de desaparición. Sin embargo, observando sus procesos internos, no se ve cómo pueden rearticular una agenda pública relevante más allá del contraponerse discursivamente a Morena. El PRD, el primer partido de izquierda que fue capaz de construir una alternativa política competitiva a partir de 1988, pelea por no perder su registro y, en todo caso, quedaría como una fuerza testimonial en manos del mismo grupo político cerrado.

El PRI, la fuerza política dominante en el siglo XX mexicano, parece quedar reducida a servir las ambiciones e intereses personales de sus líderes. Bajo las nuevas condiciones políticas y ante la voracidad política que ha mostrado su dirigencia, difícilmente podrá resistir las renuncias de figuras políticas importantes y la tentación de muchos de sus militantes de buscar refugio y oportunidades entre Morena y MC. El PAN repite muchos de los problemas del PRI en el proceso de renovación de su dirigencia y ha entrado en un proceso autodestructivo donde lo central parece repartir culpas por el declive en las últimas dos elecciones presidenciales y distribuirse el cascajo que han dejado las ruinas.

Ahora algunos liderazgos del Frente Cívico Nacional proponen crear un nuevo partido a partir de la alianza electoral, apuesta que tiene mucho sentido ante el descrédito que cargan los partidos opositores y la voracidad de sus liderazgos. El reto político no es menor y requiere construir una agenda pública plausible, integrar liderazgos con credibilidad, abrir espacio a organizaciones de la sociedad civil y definir un discurso plural capaz de reconstruir la confianza que los partidos han perdido entre los ciudadanos.

Lo que es indiscutible es que el sistema de partidos que ha encumbrado partidos alejados de la ciudadanía y orientados a alimentar ambiciones de líderes y grupúsculos, requiere cambiar por completo bajo un enfoque de representación efectiva de los intereses de la ciudadanía, lo cual no será fácil en un contexto del carro completo de Morena y sus aliados.

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