Política exterior y compromisos políticos

13 de Septiembre de 2024

Omar Hurtado
Omar Hurtado

Política exterior y compromisos políticos

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Se tiene conocimiento de que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ya habría solicitado a los embajadores de carrera poner a disposición sus cargos diplomáticos y a los embajadores de nombramiento político su renuncia, como siempre ocurre al final de cada sexenio, con el fin de que el nuevo presidente pueda hacer uso de tales cargos en función de su programa en política exterior.

Será interesante conocer si los nuevos nombramientos diplomáticos que hará la nueva presidenta Claudia Sheinbaum y el canciller Ramón de la Fuente, responderán a las necesidades de la política exterior de México o darán continuidad a la misma fórmula empleada por el mandatario saliente, de nombrar embajadores por razones políticas o compadrazgo o, incluso, de privilegios para algunos diplomáticos de carrera, como el caso de la embajadora de México en Países Bajos, muy comentado entre diplomáticos, jubilada en 2003 a los 65 años, quien insólitamente sigue en funciones con nombramiento político y, según comentarios en radio pasillo de la SRE, se resiste a dejar el puesto, franquicia diplomática que es necesario cancelar.

Ha habido abuso en el número de nombramientos políticos, sin experiencia diplomática, en regiones importantes para México como América, donde las designaciones ocuparon alrededor del noventa por ciento de las embajadas mexicanas, así como en las embajadas emblemáticas en Europa, Estados Unidos, Canadá y China, entre otras, que, como expuse anteriormente en ejecentral, desplazan a los diplomáticos de carrera.

La falta de planificación diplomática, improvisación y compromisos políticos, condujo en no pocas ocasiones a resultados desastrosos. En América Latina los temas de mayor impacto fueron nada más y nada menos los vergonzosos conflictos del presidente mexicano con Argentina, Bolivia, Ecuador y Perú, por cuestiones ideológicas e injerencia mexicana en asuntos internos y con España por cuestiones demagógicas.

Los vínculos con un país importante como Brasil han estado ausentes, salvo algunos guiños ideológicos entre presidentes y por una profesional conducción diplomática, a principio de sexenio, a cargo de un embajador de carrera, sustituido por una designación política.

Los lazos en América Latina y el Caribe fueron personales y por empatías ideológicas y no en función de una política exterior de Estado, particularmente con los presidentes de Cuba y Venezuela, donde los embajadores mexicanos en esos países, de nombramiento político, han sido alfiles y defensores de los mismos y no del interés nacional de México. Se trata de mandatarios populistas, criticados por su carácter tiránico y permanente violación a los derechos humanos y procesos democráticos. En este grotesco escenario el liderazgo mexicano en la región es imaginario.

Se agrega la ausencia de una política exterior planificada y especializada con Estados Unidos, país geopolíticamente estratégico para México. Fue recurrente el innecesario y socorrido discurso antiimperialista del presidente mexicano, que proporciona réditos políticos internos, común entre los líderes populistas, y no una diplomacia seria. Queda en la vergüenza el honor de México que no se defendió, sobre los insultos del entonces presidente Donald Trump hacia nuestro país y los mexicanos, la imposición del ofensivo programa migratorio “Quédate en México” y el silencio de la presidencia y la cancillería mexicana.

La política exterior ha estado centrada en la hablilla, de esa filfa que corre en el vulgo de “la mejor política exterior es la interior”, cuyos caóticos resultados se pueden apreciar hoy, de un México aislado en el contexto regional y multilateral, sin liderazgo internacional, donde se requiere reorientar la política exterior y dar cabida a una diplomacia profesional. Es preciso echar abajo los contubernios diplomáticos y la frivolidad en política exterior.

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