La virtual presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, dio a conocer el nombre de quien será el nuevo canciller mexicano, Juan Ramón de la Fuente, en un entorno de debilitamiento de la política exterior mexicana, injerencista, que habrá que fortalecerla y reencauzarla, en función de una política exterior de Estado y no del carácter ideológico de una supuesta izquierda mexicana de un hombre. La nueva presidenta tiene en sus manos nada más y nada menos los designios del país y no los propósitos de un movimiento político o de un líder, página que deberá cerrarse.
El presidente ha mostrado poco interés y escasa prudencia y conocimiento en los asuntos internacionales, lo que derivó en pleitos con varios países e incluyó desencuentros con el principal socio comercial, Estados Unidos, con el cual además México tiene una agenda bilateral con temas muy sensibles, incluso de seguridad nacional, como el crimen organizado o el migratorio. En este sentido, se requerirá una diplomacia profesional y un embajador en Washington experimentado, sobre todo ante una nueva presidencia en ese país o la continuidad de la actual.
Hacia América Latina las confrontaciones no fueron pocas y sí de gran envergadura, que van desde las desavenencias por la acreditación de algún embajador mexicano, hasta nombramientos de embajadores mexicanos como personas non grata, incluido el propio presidente, y la ruptura de relaciones diplomáticas como sucedió con Ecuador.
Desde el inicio de la actual gestión presidencial a la fecha, insólitamente los nombramientos políticos de embajadores en América Latina han ocupado alrededor del noventa por ciento de las embajadas mexicanas, haciendo a un lado a los embajadores de carrera.
Si México desea retomar el liderazgo en la región latinoamericana, requerirá una diplomacia profesional, particularmente en países como Brasil, líder regional conjuntamente con México, y en Centroamérica por razones geopolíticas y de seguridad nacional, especialmente en Belice y Guatemala, de fronteras porosas y presencia del crimen organizado y migración exacerbada.
Los resultados hacia la región latinoamericana y el Caribe han sido pobres, los vínculos que el mandatario mexicano ha logrado alcanzar, han sido con personajes y no con gobiernos, tales como los presidentes de Venezuela y Cuba, la simpatía hacia Nicaragua y expresidentes como Evo Morales, Pedro Castillo, Rafael Correa o Alberto Fernández, por razones de afinidad política. En materia de política exterior no es posible implantar una agenda ideológica en lugar del interés nacional.
A la vez, hay que recomponer conflictos que no debieron haber existido con España y el Parlamento Europeo, aproximarse más a Asia y actuar diligentemente en temas multilaterales de gran magnitud como los conflictos de Rusia y Ucrania o Israel y Palestina.
Durante décadas México logró posesionarse como un referente internacional, particularmente en el continente americano, para la defensa del derecho internacional y de los derechos humanos, repudio a las dictaduras y regímenes autoritarios, y solución pacífica de controversias, entre otros.
La debilidad de la imagen de México se ha acentuado ante la prácticamente nula participación del presidente mexicano en foros multilaterales y la ausencia de contactos internacionales, una deficiente actividad de un canciller preocupado por posesionarse en la sucesión presidencial y los excesivos nombramientos de embajadores políticos, no siempre acordes con el interés nacional, así como un prestigio internacional golpeado por la inseguridad en el país, corrupción e incertidumbre y violación sistemática del estado de derecho.